El
primer verso del hermoso y famoso “Romance Sonámbulo” de Lorca podría servir de lema para los miles de millones de terrícolas que
deseamos que su maravilloso planeta regrese a su condición de paraíso terrenal,
que se detenga y se revierta el proceso iniciado por la Revolución Industrial
y que amenaza con transformar a la Tierra en un cementerio desierto. Este
proceso, motorizado por poderosos intereses privados, por supuesto que ha
seguido adelante, pero simultáneamente ha ido generando la oposición contra él.
En
Venezuela la preocupación por el equilibrio entre las zonas construidas y las
áreas verdes de la ciudad apareció muy tardíamente. En
Caracas, la ciudad más importante, no existió por mucho tiempo, ningún tipo de
disposición legal que regulara esta relación. Hacia 1926 las normas que
regulaban la construcción estaban en la Ordenanza de Policía Urbana y Rural, pero ya
antes la ciudad comenzaba a sacar tentáculos: El Paraíso de la clase media
alta, el Guarataro, uno de los primeros barrios, y se había comenzado a
desarrollar el Caracas Country Club, para la clase más alta que ya no se sentía
cómoda en las grandes casonas del centro de Caracas. En las siguientes décadas
Caracas aumentó su población, de 258.500 en 1936 a 354.100 en 1941 a 693.900 en
1950. Pero todavía para esa fecha predominaban ampliamente las áreas verdes
alrededor de la ciudad ya que el área urbanizada había pasado de unas 26.000
Ha. en 1936 a sólo unas 34.299 en 1950. Hasta ahí llegó esa condición ya que
para el 71 llegaría a 313.000 (De Lisio, 2001).
Para
1961 Caracas duplicó su población, su Área
Metropolitana llegó a 1.336.500 y para 1971 la volvió a aumentar
vertiginosamente hasta 2.184.000 y 2.879,000 en 1981. Allí más o memos se
estancó pero el mal estaba hecho. El valle principal y los secundarios estaban
repletos de gente que, también por razones de pobreza, comenzó a invadir las
colinas y montañas. Como síntoma alarmante el Country Club se mudó para La Lagunita. El Estado
tenía que intentar mediar en aquel desastre ecológico y el derrumbe de la
calidad de vida. En 1972 se decretó la Zona Protectora de
Caracas que establecía un anillo de parques nacionales, Parque El Ávila y
Parque Macarao especialmente, para tratar de frenar el crecimiento de Caracas. Como
de costumbre la intención estatal de buscar alguna equidad fracasó ante la
presión de los intereses privados y en 1993 el Reglamento de Uso de la Zona Protectora
permitió desarrollos residenciales que dieron al traste las buenas intenciones.
Sin contar las invasiones populares que han ocupado terrenos de los Parques
Nacionales.
Con
todo ese desbarajuste los Parques Nacionales son tan grandes y las fuerzas que impulsaban el crecimiento poblacional de Caracas se
han deteriorado tanto que todavía es importante la reserva de área verde
disponible. Pero hay que profundizar un poco en el asunto para ver de inmediato
que el problema es complejo. Las grandes áreas verdes que ofrecen los Parques
Nacionales son aptas para recreación pasiva, parques zoológicos, jardines
botánicos, camping, paseos y similares. Pero se necesitan además muchos otros
tipos de áreas verdes. Por lo menos es necesario considerar que además deben
existir parques infantiles-campos de
juegos para niños de 1 a 5 años, de 6 a 11 y de 12 a 15: Canchas y campos de
deporte informal y educación física para toda la población; Canchas y campos de
deporte de entrenamiento y otras para Deporte de competencia; Pequeñas áreas
libres para paisajismo y descanso; Plazas-parques comunales; Plazas-parques
vecinales; Grandes plazas cívicas, Bulevares y pare de contar. Los grandes
déficits en Caracas y las mayores y medianas ciudades del país corresponden a
aquellas áreas que indicamos antes.
Lamentablemente
la mentalidad dominante no tiene un conocimiento claro
de esta situación y toda la opinión pública presiona por la creación de áreas
verdes pero pensando en áreas verdes de recreación pasivo, cuyo ejemplo más
típico es el Parque Miranda. Hay muchos que claman porque los terrenos del
aereopuerto de La Carlota sean integrados al Parque Miranda y tener así un
grandísimo parque de recreación pasiva, cuando áreas de este tipo sobran y lo
que hacen falta son áreas verdes para recreación activa. En Caracas hay un
déficit tremendo de campos y canchas para deporte informal y educación física. A
este déficit se añade el no menos gran déficit de canchas y áreas para
educación física que existen en las escuelas. Son contadas las escuelas públicas
o privadas que en Caracas cuentan con sus indispensables áreas deportivas.
En
Europa los índices de áreas verdes por persona, en las
grandes ciudades, oscilan entre unos 15 a 25 m2. por persona, pero en un alto
porcentaje esa extensión es para recreación activa. En Varsovia sobre 18 m2.
por persona 15 son para recreación activa, en Ámsterdam sobre 27 por persona 15
son para recreación activa. En Venezuela la norma vigente es del Ministerio de
Desarrollo Urbano 1985, la cual establece 9 m2. por persona de los cuales 4,5
m2. son para recreación activa. En la práctica las urbanizaciones privadas se
hicieron en su mayoría antes de 1985 y no cumplen con las normas. Los barrios
por supuesto que carecen de canchas y campos para recreación activa. El Banco
Obrero, actual INAVI, aplicó entre 1960 y 1980 un índice de 12,4 m2. por persona
para áreas verdes de los cuales 7,4 eran para recreación activa, y en un
principio se reservaron los terrenos para ese fin, aunque posteriormente, por
desgracia, se les diera otro uso.
La
conclusión del diagnóstico es negra. Déficit inmenso.
De allí el llamado repetido muchas veces desde esta página para un programa
audaz: Cien centros deportivos para Caracas. Repartidos por toda la ciudad. Uno
para cada diez Consejos Comunales. Toda nuestra juventud actual y futura lo
agradecería para la eternidad.
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