HUMO, AZUFRE Y VIVIENDA
Fruto Vivas
Algunas investigaciones del Premio Nacional de Ciencia, José Vicente Escorza, sobre los vectores que producen parte de las enfermedades tropicales endémicas, en Venezuela, están basadas en el estudio de culturas ancestrales y tradiciones populares. De cómo nuestros aborígenes y campesinos enfrentan las enfermedades presentes en sus ámbitos ambientales. Investigó por que en las viviendas de las comunidades aborígenes, no estaban presentes dichos vectores y analizó el uso del humo en las viviendas.
El primer aporte fue que la vivienda
aborigen tiene fuego en el centro casi siempre encendido. Ahumando los bio-materiales:
palma, junco, mangle, bambú. Además de que estos materiales son previamente
ahumados antes de colocarlos en las estructuras de las viviendas, sirviendo de
repelente a los insectos, del mismo modo que se ahuma la carne, el queso o el
pescado.
El incienso, la bosta que usa el llanero
para espantar la plaga, los espirales, los palitos hindúes de sándalo, las
fogatas de los excursionistas, son muestras del uso del humo como repelente de
insectos y otros animales. La vivienda española que heredamos no tiene fuego en
el centro como la vivienda ancestral aborigen.
Félix Pifano afirmaba que el chipo,
vector del mal de chagas, se aloja en los huecos de los muros de bahareque,
atacando por la noche a sus habitantes. Escorza afirma que donde está el fuego
no hay insectos, que se debería dormir en la cocina. Esta contradicción queda
claramente resuelta con la observación de la vivienda aborigen, que al estar
toda la vivienda ahumada, queda protegida de la presencia de insectos
perniciosos.
LA EXPERIENCIA EN EL ESTADO AMAZONAS
En un asentamiento aborigen, construido durante
“La Conquista del Sur”, en este estado, se cometió el más grande irrespeto a
las culturas ancestrales al traer constructores y arquitectos y construir
viviendas de bloques y piso de cemento, y techo de asbesto-cemento. Verdaderos
hornos, con servicios: letrinas, luz eléctrica, acueductos, pero a espaldas de
sus habitantes y repitiendo los modelos de viviendas del resto del país. Diseñadas
para satisfacer oscuros negocios, independientemente de la calidad de las obras
y a espaldas de los usuarios.
Al llegar allí con el Gobernador, un
sanitarista, dijo con vehemencia: ¡Al Sur del Orinoco no hay Chipo! Y,
repitiendo el discurso del Dr. Escorza, le dije: Al Sur del Orinoco están los
mismos vectores de las enfermedades tropicales, pero están las culturas
ancestrales cuyas viviendas, sabiamente construidas, no tienen chipo y su
diseño es superior a la vivienda rural por su carácter bioclimático, y sus
materiales ahumados.
Al visitar una comunidad donde en forma
absurda mezclaron diferentes etnias: piaroas, yequanas, pemones, encontramos
que cada etnia construyó sus habitáculos. Sólo tres, uno para cada etnia, donde
cabían todas las familias conservando sus tradiciones ancestrales.
Al preguntarles por qué no vivían en las
casas de bloques de cemento, contestaron que daban gracias al gobierno por las
casas, que eran muy buenas para guardar el maíz y la yuca, como corral de
cabras y gallinas, pero no para vivir ellos, que ellos sabían hacer sus propias
casas.
EL AZUFRE: FACTOR DE SANEAMIENTO AMBIENTAL
La segunda observación importante de las
investigaciones del Dr. Escorza fue la del uso del azufre. Detectó que en una
comunidad donde hay un enfermo, se acostumbra a espolvorear azufre alrededor de
la cama para garantizar que ningún insecto se acerque.
Seleccionó unas casas rurales en una comunidad
donde estaban presentes la enfermedad de chagas, las leismaniasis, el paludismo
y la fiebre amarilla. Eran casas típicas de muros de bloques y piso de cemento
y techos de asbesto-cemento.
Eligió dos viviendas desocupadas. A una
la impregnó con agua y azufre y luego a las dos las infectó con huevos de los
insectos, vectores responsables de la transmisión de dichas enfermedades. Al
cabo de dos meses, los estudiantes revisaron las dos viviendas y se sorprendieron
al ver que en la vivienda impregnada con agua y azufre no había un solo
insecto, habían abandonado la vivienda. La otra la encontraron totalmente
invadida por los insectos.
EL CASO DE LA CEJITA EN TRUJILLO
Lo anterior sucedió en 1979-1980. Inmediatamente
pasó una comunicación al Ministerio de Sanidad sobre el uso popular del azufre.
Fue así como un sanitarista del estado Trujillo, le informó que en la comunidad
de La Cejita, cerca de Valera, la gente de las viviendas construidas en la
barranca norte, no aceptaba el DDT por ser esa zona la parte sana de La Cejita.
Mientras que la barranca sur estaba infectada.
Esto llamó la atención a los
investigadores, hasta que un estudiante preguntó de dónde se extraía el barro
con que estaban hechas las viviendas, a lo cual los habitantes los llevaron a
la quebrada de donde procedía el barro. Al examinarlo se encontraron que era un
manantial sulfuroso. Corroborando la hipótesis del uso del azufre como factor
clave en la salud ambiental.
¿QUÉ HACER?
Desde 1980 el Estado venezolano conoce dicha investigación, siendo el primer productor de azufre en América Latina, ya que nuestro petróleo hay que desulfurarlo para exportarlo. Hasta ahora ha sido imposible lograr la recomendación fundamental de mezclar la pintura con azufre, agregar azufre al cemento de los bloques y al barro de los adobes o recomendar impregnar las casas con azufre. El azufre mientras no se queme, es inerte.
Se hace necesario retomar nuestros
valores ancestrales y aquellas soluciones que sean posibles aplicarlas a
nuestras necesidades. Japón acaba de poner como norma de protección de la
madera la costumbre ancestral de ahumarla, para no usar repelentes que agreden
la salud del hombre.
Ahumar y azufrar la vivienda, dos caminos
simples para coadyuvar en la salud ambiental sin tener que gastar en pesticidas,
altamente nocivos que matan la plaga y al hombre por igual.
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