lunes, 13 de mayo de 2013

AyB 326 - 07 Junio 2012

AyB 326 - 07 Junio 2012







HUMO, AZUFRE Y VIVIENDA

Fruto Vivas

Algunas investigaciones del Premio Nacional de Ciencia, José Vicente Escorza, sobre los vectores que producen parte de las enfermedades tropicales endémicas, en Venezuela, están basadas en el estudio de culturas ancestrales y tradiciones populares. De cómo nuestros aborígenes y campesinos enfrentan las enfermedades presentes en sus ámbitos ambientales. Investigó por que en las viviendas de las comunidades aborígenes, no estaban presentes dichos vectores y analizó el uso del humo en las viviendas.

El primer aporte fue que la vivienda aborigen tiene fuego en el centro casi siempre encendido. Ahumando los bio-materiales: palma, junco, mangle, bambú. Además de que estos materiales son previamente ahumados antes de colocarlos en las estructuras de las viviendas, sirviendo de repelente a los insectos, del mismo modo que se ahuma la carne, el queso o el pescado.

El incienso, la bosta que usa el llanero para espantar la plaga, los espirales, los palitos hindúes de sándalo, las fogatas de los excursionistas, son muestras del uso del humo como repelente de insectos y otros animales. La vivienda española que heredamos no tiene fuego en el centro como la vivienda ancestral aborigen.

Félix Pifano afirmaba que el chipo, vector del mal de chagas, se aloja en los huecos de los muros de bahareque, atacando por la noche a sus habitantes. Escorza afirma que donde está el fuego no hay insectos, que se debería dormir en la cocina. Esta contradicción queda claramente resuelta con la observación de la vivienda aborigen, que al estar toda la vivienda ahumada, queda protegida de la presencia de insectos perniciosos.


LA EXPERIENCIA EN EL ESTADO AMAZONAS


En un asentamiento aborigen, construido durante “La Conquista del Sur”, en este estado, se cometió el más grande irrespeto a las culturas ancestrales al traer constructores y arquitectos y construir viviendas de bloques y piso de cemento, y techo de asbesto-cemento. Verdaderos hornos, con servicios: letrinas, luz eléctrica, acueductos, pero a espaldas de sus habitantes y repitiendo los modelos de viviendas del resto del país. Diseñadas para satisfacer oscuros negocios, independientemente de la calidad de las obras y a espaldas de los usuarios.

Al llegar allí con el Gobernador, un sanitarista, dijo con vehemencia: ¡Al Sur del Orinoco no hay Chipo! Y, repitiendo el discurso del Dr. Escorza, le dije: Al Sur del Orinoco están los mismos vectores de las enfermedades tropicales, pero están las culturas ancestrales cuyas viviendas, sabiamente construidas, no tienen chipo y su diseño es superior a la vivienda rural por su carácter bioclimático, y sus materiales ahumados.

Al visitar una comunidad donde en forma absurda mezclaron diferentes etnias: piaroas, yequanas, pemones, encontramos que cada etnia construyó sus habitáculos. Sólo tres, uno para cada etnia, donde cabían todas las familias conservando sus tradiciones ancestrales.

Al preguntarles por qué no vivían en las casas de bloques de cemento, contestaron que daban gracias al gobierno por las casas, que eran muy buenas para guardar el maíz y la yuca, como corral de cabras y gallinas, pero no para vivir ellos, que ellos sabían hacer sus propias casas.
 

EL AZUFRE: FACTOR DE SANEAMIENTO AMBIENTAL


La segunda observación importante de las investigaciones del Dr. Escorza fue la del uso del azufre. Detectó que en una comunidad donde hay un enfermo, se acostumbra a espolvorear azufre alrededor de la cama para garantizar que ningún insecto se acerque.

Seleccionó unas casas rurales en una comunidad donde estaban presentes la enfermedad de chagas, las leismaniasis, el paludismo y la fiebre amarilla. Eran casas típicas de muros de bloques y piso de cemento y techos de asbesto-cemento.

Eligió dos viviendas desocupadas. A una la impregnó con agua y azufre y luego a las dos las infectó con huevos de los insectos, vectores responsables de la transmisión de dichas enfermedades. Al cabo de dos meses, los estudiantes revisaron las dos viviendas y se sorprendieron al ver que en la vivienda impregnada con agua y azufre no había un solo insecto, habían abandonado la vivienda. La otra la encontraron totalmente invadida por los insectos.

EL CASO DE LA CEJITA EN TRUJILLO


Lo anterior sucedió en 1979-1980. Inmediatamente pasó una comunicación al Ministerio de Sanidad sobre el uso popular del azufre. Fue así como un sanitarista del estado Trujillo, le informó que en la comunidad de La Cejita, cerca de Valera, la gente de las viviendas construidas en la barranca norte, no aceptaba el DDT por ser esa zona la parte sana de La Cejita. Mientras que la barranca sur estaba infectada.

Esto llamó la atención a los investigadores, hasta que un estudiante preguntó de dónde se extraía el barro con que estaban hechas las viviendas, a lo cual los habitantes los llevaron a la quebrada de donde procedía el barro. Al examinarlo se encontraron que era un manantial sulfuroso. Corroborando la hipótesis del uso del azufre como factor clave en la salud ambiental.
 

¿QUÉ HACER?


Desde 1980 el Estado venezolano conoce dicha investigación, siendo el primer productor de azufre en América Latina, ya que nuestro petróleo hay que desulfurarlo para exportarlo. Hasta ahora ha sido imposible lograr la recomendación fundamental de mezclar la pintura con azufre, agregar azufre al cemento de los bloques y al barro de los adobes o recomendar impregnar las casas con azufre. El azufre mientras no se queme, es inerte.

Se hace necesario retomar nuestros valores ancestrales y aquellas soluciones que sean posibles aplicarlas a nuestras necesidades. Japón acaba de poner como norma de protección de la madera la costumbre ancestral de ahumarla, para no usar repelentes que agreden la salud del hombre.

Ahumar y azufrar la vivienda, dos caminos simples para coadyuvar en la salud ambiental sin tener que gastar en pesticidas, altamente nocivos que matan la plaga y al hombre por igual.

No hay comentarios:

Publicar un comentario