CONCIENCIA DE CLASE
Es un concepto clave del marxismo clásico. En
la actualidad la definición de clase se ha desdibujado mucho. Los umbrales han
cambiado, cambian con rapidez y por lo tanto el concepto clásico ha perdido
mucho de su valor práctico. Sin embargo perdura lo esencial. Mi conciencia de
clase implica tener un conocimiento claro de mi posición como individuo a la
vez perteneciente a un conglomerado social con pensamientos e intereses
comunes. Lo difícil es establecer en nuestro tiempo cuáles son sus pensamientos
y sus intereses. En el socialismo se entiende aproximadamente que la conciencia
social implica la aceptación de una serie de valores básicos, universales que
poco a poco se han ido estableciendo como los derechos humanos. Uno es la convicción
de que los intereses colectivos, el bienestar colectivo tienen prioridad y se
imponen sobre el interés individual, privado. En el campo del urbanismo el
ámbito espacial propio del individuo es su vivienda, allí es dueño y señor. En
la concepción socialista el ámbito espacial propio de la colectividad son las
áreas públicas y los equipamientos de educación, salud, abastecimiento,
esparcimiento, etc. Cuando el ámbito espacial es escaso, el disponible debe ser
dedicado prioritariamente al uso colectivo, al bienestar social. Por eso
resulta sorprendente que algunos consejos comunales aguerridos se apropien,
para custodiarlos dicen ellos, de terrenos previstos para canchas y piscinas
con la intención manifiesta de que el Estado construya viviendas para miembros
de sus comunidades. Es el caso concreto, informado por la prensa, de unos
terrenos en Sebucán. Los equipamientos sirven a miles de personas, las
viviendas benefician a unos pocos privados. No es justo ni socialista. Si las
comunidades están planteadas como forma de organización social socialista, no
pueden actuar como tribus, o mafias que persiguen sólo su propio beneficio, en
perjuicio del resto de la sociedad de la que forman parte. La conciencia social
implica una conducta totalmente opuesta. PLAN NACIONAL DE RECICLAJE URBANO
Hay maneras de intervenir las ciudades y aumentar la producción de viviendas y equipamientos. Una es a través de nuevas construcciones. Esta es la forma usual. Otra vía es reciclar, transformar y mejorar, sectores o edificaciones existentes. Bien sea porque se han degradado o porque perdieron vigencia y sus estructuras son útiles para otros usos o para densificarlos. Por ejemplo, la urbanización El Silencio en los años 40 y el conjunto de Parque Central en los años 70, ambos en Caracas. Así como el edificio de vivienda que hoy es el hotel Alba, antiguo Hilton de Caracas. Sería interesante explorar la viabilidad y beneficios de formular un plan nacional que canalice un masivo reciclaje de sectores y edificaciones. Ello podría, dentro de un plan, ordenar y optimizar la calidad de vida en las ciudades. Una de las modalidades a emplear en ese plan de reciclaje sería mediante una invitación y convocatoria pública para proponer iniciativas, programas y proyectos de reciclaje. Por ejemplo de zonas industriales caducas, sectores degradados y sub utilizados, o de barrios espontáneos. En el caso de edificaciones, deben existir miles de construcciones desaprovechadas y abandonadas, que a través de un proyecto pueden remodelarse y actualizar sus estándares para adaptarse a otros usos o potenciar el que tienen. Esto estimularía las capacidades y disponibilidades de comunidades, profesionales, propietarios, entes públicos locales y empresas, y las dirigiría hacia una amplia renovación y transformación de sectores y edificaciones, contribuyendo a optimizar y aprovechar lo construido y existente, así como con las políticas y gestiones públicas de producción de viviendas y equipamientos urbanos.DIATRIBA SOBRE EL MUSEO DE ARQUITECTURA
Sorprende como se ha desatado tal alboroto por un simple museo. Magnífico que se aproveche la ocasión, desproporcionada pero positiva al fin, y se organicen debates en las universidades sobre ese tema y otros que también sean útiles para generar enseñanzas, reflexiones y mejorar la formación universitaria. Pero, quizás sería de mayor trascendencia, reconducir esa polémica hacia las formas en que los arquitectos pueden, hoy mismo, contribuir a resolver las ingentes necesidades del país que les atañen. Como son los problemas urbanos, de la construcción y de la vivienda. La Gran Misión Vivienda por ejemplo. El diseño de las urbanizaciones y de las viviendas, requiere de la intervención de buenos diseñadores que brillan por su ausencia. Para mejorar la planificación urbana. Para reorientar las investigaciones a problemas prioritarios y ponerlas al alcance inmediato de las comunidades y de los organismos públicos y privados. Para transferir tecnologías y sistemas racionalizados, eficientes, para la producción y construcción. Para revisar y transformar los planes de estudios de arquitectura y urbanismo. En fin reorientar su rol en momentos de profundas transformaciones. Quedarse en el debate sobre el museo, sería demostrar el pequeño y cerrado ámbito de esa profesión y su poca capacidad de aporte al país. Cuando no es así, por el contrario, su incorporación a la gestión pública añadiría un elemento importantísimo y parcialmente obviado: la calidad de las edificaciones y del hábitat.
Estafa inmobiliaria. Una idea para al menos identificar
responsables sería que en toda obra se coloque una valla con el nombre, cédula,
teléfono y dirección, del propietario, constructor, residente, inspector,
arquitecto, calculista, entidad financiera, y la persona que revisó y aprobó el
proyecto en el organismo local competente.
Demarcación vial. Sería un ejercicio
interesante imaginarse por un segundo una autopista, carreta, avenida o calle
cualquiera. Luego, por un minuto reimaginarla demarcada con pintura blanca y
amarilla según la norma, con brocales y cunetas operativos, con áreas aledañas desmalezadas,
con flores y arbustos, llamativos avisos y señales, nombres de puentes, ríos y lugares
cercanos, paradores con ventas de frutas, jugos, artesanías…acaba de sonar el
despertador y el sueño se esfumó.
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