DOS CIUDADES
Una, es la que tiene las mejores condiciones de
vida y mayores oportunidades. Es la ciudad. La otra, carece de cualidades
suficientes para serlo. Allí habitan los excluidos. Es llamada barrio, sector espontáneo,
área marginal. La existencia de ambas resulta de la sociedad que somos, y para
que sean una sola, debemos cambiar profundamente. Lo dijimos la semana pasada.
La primera, por ejemplo Caracas, está en entusiasta
etapa de transformación. Rescate de lo público a cielo abierto como, plazas,
bulevares, calles. Valorización de edificaciones patrimoniales y sus
adyacencias, como el centro histórico. Renovación y mezcla de usos en sectores sub
utilizados, especialmente con viviendas y proyectos puntuales como el Panteón
Nacional. Aprovechamiento de espacios existentes con grandes potencialidades
desperdiciadas, como la Plaza Venezuela y el conjunto cultural de los museos y
el “Teresa Carreño”.
La segunda, el barrio, por ejemplo en los
cerros capitalinos, hay intervenciones trascendentales. El sistema Barrio
Adentro. El programa de sustitución de ranchos por casas. Los metro cables. El
gas comunal. Y muchos más bajo las misiones. Pero no es suficiente. Ni en cantidad
ni en calidad para lo que requiere. Está desestructurado internamente, y
desintegrado de la otra ciudad, de sus amenidades y oportunidades. El barrio
carece de transporte, de empleo endógeno, de dotación eficiente de agua,
cloacas y basuras, de equipamiento suficiente y adecuado para educación, salud,
recreación, deporte.
Mejoremos la ciudad. Bien. Pero al mismo tiempo
al barrio y su integración a ella. Un ejemplo, el metro cable debe ser un servicio
y equipamiento social, como lo es la calle, la plaza, la escalera, la vereda.
No sólo un modo de mover a ocho personas por cabina. Las estaciones del metro
cable, su ubicación, su diseño, sus áreas y usos, su relación con los diversos sectores
del barrio, deben ser un sistema de espacios públicos y sociales mucho más allá
de unas instalaciones para la movilidad. El metro cable no sustituye a la
calle, la plaza. Las complementa.
Por eso, las próximas intervenciones en el
barrio deben ser muy radicales. La calle, y la accesibilidad a la mayor parte
del barrio, es indispensable como medio de movilidad, socialización, recolección
de desechos, emergencias. La escuela, el maternal, el ambulatorio, la clínica,
la cancha, el parque, la biblioteca, el mercado, el museo, la fábrica, la carpintería,
deben crear empleo, salud, educación, cultura.
En resumen, es necesario estructurar un sistema
de vialidad (metro cable, calles, escaleras), servicios y equipamientos,
centros productivos y empleo endógeno, entre otros componentes, que conviertan
al barrio en ciudad. Hay que llevar la ciudad, sus amenidades y oportunidades,
al barrio. Ojo, no al contrario. Tarea gigantesca y de largo aliento. Pero
indispensable en un proceso real de cambios. Además de hacer justicia, es sobre
todo, la garantía de la incorporación plena de las mayorías al desarrollo
integral y sostenido del país. El país es su gente, no otra cosa.
REACCIONES ANTE LA
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Los temas esbozados la
semana pasada, estimuló a nuestros lectores. En orden de aparición, Alberto
Urdaneta, colaborador de esta página escribió:
1 Es una página con profundas reflexiones,
sobre las cuales ojalá se pudiera abrir una discusión. Sobre el qué hacer, cómo
y cuándo hacerlo. La ciudad es la cristalización o expresión física del proceso
social con todos sus componentes llenos de valores, legados, costumbres,
ideología, visión política. La acción del hombre, transformando un medio
natural, supuestamente dentro de normas establecidas por el Estado. Muy
compleja situación cuando se piensa en cambiarla ¿Por dónde empezar? ¿Por hacer
la maqueta o realizar físicamente el molde del espacio donde pensamos que
queremos que el hombre viva adoptando conductas, comportamientos, desarrollo de
la vida, como lo que queremos que sea? ¿Transformando, mediante un largo y
severo proceso educativo ese ser social, hoy lleno de vicios, de falsos
valores, para luego darle el espacio adecuado para su vida? ¿Ir cambiando
paulatinamente cada una de las dos situaciones apuntadas hasta lograr una
congruencia? Es indudable que debemos avanzar hacia el cambio y no perder nunca
el rumbo. Me inclino por la acción conjunta, paulatina, con intenso énfasis en
la educación demostrando las ventajas del cambio, en todos los ámbitos. Por ahí
va la cosa, es apasionante.
2 Luego, el periodista José Carvajal, se
expresó así: Redonda. Buena para discutir sobre si se pueden crear nuevas
ciudades a partir de una misma realidad cultural (asumiendo de entrada que lo
social se está transformando). Me interesa mucho el tema del recuadro sobre el
encierro de las instituciones públicas, incluidos los servicios elementales de
salud y educación. Es demasiado sintomático que la tendencia, en vez de abrir
sea ¡encerrar bancos, ministerios, institutos... universidades! Está claro que
más encierro no ha derivado en menos violencia. Hay que cambiar la estrategia. Por
eso digo: una cosa es que haya menos exclusión, y otra cómo cambiar los
paradigmas culturales de habitar, consumir, movilizarse, interactuar, que
tienen expresión en la forma tangible de la ciudad.
3 Finalmente, el farmacéutico Francisco Vázquez,
dijo que: San Diego y Zuata están muy cerca. De Zuata conozco porque ahí nací.
Lo notorio de la historia más reciente de San Diego es que se repitió lo que
desde hace décadas ha ocurrido donde la explotación petrolera apareció. La
construcción de un complejo procesador, trajo consigo los ranchos y sus
etcéteras. Parece increíble que PDVSA, teniendo los antecedentes, no haya
actuado para evitarlo. A Zuata pudiera pasarle igual. Porque ese desarrollo
anárquico, lejos de lo que Ud. plantea en la columna, ha constituido una
especie de maldición petrolera. Soluciones las hay, incluso interviniendo en el
lumpen que llegó a San Diego hace años. Pero los interventores deben tener
claros los objetivos. Leerse la recopilación de Aceras y Brocales no les vendría mal. Saber cuál es la ciudad que
se desea. Hay terrenos suficientes, gente buena originaria de la región y consejos
comunales. Pero éstos deben dejar de ser esperadores de que bajen los recursos
para convertirse en espacios de construcción de ciudadanía.
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