REINVENTANDO ANTÍMANO
El viernes pasado, el presidente anunció la futura Ciudad Mamera, entre Antímano y El Junquito. Prometió un metro cable por los barrios de Carapita, ubicados al oeste de la zona industrial de La Yaguara, y la pronta terminación de la carretera Mamera-El junquito.
Si a estas acciones se le suman los tres importantes
hospitales emplazados en Montalbán y las obras adelantadas entre Antímano y
Macarao, es una de las intervenciones más grandes y audaces en la Caracas
“excluida”. Era hora de equilibrar la desigual realidad entre el este y el
oeste de la capital.
Antímano y sus adyacencias tienen un enorme
potencial para contribuir con la transformación de la ciudad. Barrios con ricos
bagajes, oferta de empleos y capacidad productiva instalada, relativa buena
accesibilidad y cercanía a Vargas y Miranda. Esto ofrece un oportuno momento para
aplicar una gestión acorde con la situación actual, mediante un plan maestro
sectorial de transformación, que coordine y garantice el éxito de esta
intervención puntual y coyuntural.
Un plan maestro, como se sabe, es precisar en
el espacio y tiempo, los lineamientos generales que regirán la gestión urbana.
Es de rápida elaboración y crea un marco normativo, dinámico y flexible, para
la actuación pública, comunitaria y privada. Lo cual permitiría tomar a tiempo
decisiones esenciales, por ejemplo, sobre la propiedad y usos del suelo, que
faciliten la ejecución y eviten la especulación y trabas interesadas.
Esta podría ser una forma de afrontar las urbes
venezolanas. Consolidar lo que se está ejecutando con lo planificado. Segundo, formular
unas premisas de desarrollo, gruesas y básicas, que abarquen integralmente la
ciudad y las regiones circundantes. Luego, elaborar expeditos planes maestros
sectoriales según una adecuada división funcional de la ciudad.
La integración de estos planes sectoriales
constituye el plan preliminar que coordina y optimiza lo que se ejecuta y lo
previsto, y sienta las bases para la transformación urbana en tiempos de
cambios acelerados y profundos.
CIUDAD MAMERA ¿UNA QUIMERA?
Además de valorar el positivo impacto que podría tener esa nueva ciudad, anunciada hace seis días, leamos algunas reflexiones. Desde su inicio, la Gran Misión Vivienda Venezuela, ha enfatizado la construcción de ciudades y conjuntos residenciales, complementados por equipamientos y servicios urbanos, y espacios productivos. La vivienda es lo central.
¿Por qué no al revés? Construir una ciudad
productiva, bien dotada de accesibilidad y transporte, de equipamientos urbanos
y productivos, así como de todos los servicios públicos básicos, y la complementamos
con viviendas. Lo productivo es prioritario.
Sería una ciudad con empleo endógeno y como
resultado, la mayoría de sus habitantes, no todos por supuesto, laborarían
cerca de sus viviendas. Además podría autoabastecerse de muchos rubros y el
excedente lo “exportaría” a Vargas, Miranda y Caracas.
Si esta ciudad productiva se poblara, como se anunció,
con comunidades vecinas, convendría aplicar propuestas innovadoras y cónsonas
con estos tiempos de cambios. Un ejemplo sería lo adelantado, por Mario Sanoja
e Iraida Vargas, sobre formas para respetar y potenciar los existentes nexos culturales
y económicos populares, lo cual influiría en el diseño y escala de la agrupación
de las viviendas, con una visión colectiva sobre la individual.
Otro ejemplo sería el transporte. Probar cómo
minimizar viajes innecesarios, cortos y largos, para trabajar, educarse,
curarse, distraerse, y trámites de infinidad de tipos. Además prever que la
mayoría de esos viajes rutinarios puedan hacerse a pie, en bicicleta y en un
sistema colectivo superficial.
Ciudad Mamera, proponemos, debe ser una
experiencia integral que refleje la sociedad que estamos templando y que sus
residentes la diseñen y construyan con el apoyo de quienes han trajinado esos
menesteres durante un buen tiempo (arquitectos, ingenieros y otros).
Debe evitarse que sea concebida y elaborada sólo
por funcionarios y profesionales, con someras consultas a las comunidades. Debe
ser una coyuntura para aplicar, autogestionariamente, una forma mejor de vida
colectiva, basada en valores, cultura, economía y naturaleza popular. Soñamos a Ciudad Mamera como un inédito centro productivo urbano sustentable y autoabastecido parcialmente, que minimizaría al máximo ideal, su dependencia de Caracas. Y no un asentamiento más. Bien servido y equipado, pero con excesiva subordinación a la ciudad madre, sobre todo en empleo.
EL MENITO MEDIO SIGLO DESPUES
1 En los años cincuenta del siglo pasado se planteó a las trasnacionales
que manejaban la industria petrolera en la Costa Oriental del Lago de
Maracaibo, la necesidad de construir un núcleo urbano para albergar la gente
asentada en la población de Lagunillas, dada la subsidencia habida como
consecuencia de la explotación petrolera.
2 Las empresas solicitaron construir, con urgencia, unas casas para
empleados y asumieron el compromiso de desarrollar un nuevo núcleo urbano,
fuera de la subsidencia, para albergar la población asentada en Lagunillas.
3 Esa ciudad viene sufriendo subsidencia o hundimiento, hasta de 15 cm.
por año, como consecuencia de la explotación petrolera. Por eso se ha
construido un muro de defensa a lo largo de la orilla del Lago. Al muro debe
aumentársele la altura con frecuencia.
4 El muro también rodea las principales instalaciones, con dos puertas
tipo esclusas, de entrada y salida. Cuenta con potentes bombas para expulsión
de las aguas de lluvia. Es el área protegida. El resto, la gran mayoría de la
gente, vive en permanente peligro a la hora de cualquier contingencia.
5 La propuesta de las trasnacionales se aceptó, con la condición de que
desarrollaran el nuevo centro urbano de El MENITO, con localización determinada
entonces. Las empresas, mediante diferentes mecanismos evasivos y determinadas
influencias, burlaron el compromiso adquirido.
6 Solo hoy, en el proceso de cambio que estamos viviendo, ha sido
posible rescatar la idea, ponerla en ejecución, inaugurándose, entregando centenares
de nuevas viviendas y avanzar la construcción de la nueva ciudad. Alberto Urdaneta.
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