Arquitectura como valla publicitaria
Desde hace unos cuantos años los
edificios de la capital se han convertido en simples plataformas, bases y
soportes para la publicidad de cuanto producto puédase imaginar. Fachadas y
techos son superficies, lugares privilegiados, para que todos los deseos del
consumismo se concreten en nalgas y rostros gigantescos, pelotas, globos,
personajes a tamaño natural, tazas y botellas...
La arquitectura
sustituye a las vallas. Las supera en superficie y visibilidad. Convertida en
ocasión preferida para la propaganda de ropa, colonias, bebidas, refrescos, y
cuanta cosa pueda producirse y venderse, la arquitectura se ha unido a la
invasión omnímoda y procaz de la publicidad comercial.
No hay escape
posible: desde las franelas a los rascacielos.
¡Unámonos todos en la
exaltación del comercio y del consumo! Que no quede un solo centímetro
cuadrado sin su correspondiente eslogan y su correspondiente mirada o frase,
llena de posibles pequeños o grandes paraísos...
Alguien podría afirmar
que eso está bien: que por ahí va el mundo.
Que la arquitectura, diría
RemKoolhaas, debe aceptar eso como un dictado de la historia.
Un tema
importante a discutir, y volveremos sobre ello tal vez.
Pero por el
momento levantemos la mirada a las torres de la Plaza Venezuela. ¡Qué mundo tan
maravilloso para los arquitectos! Ahora por fin se le está dando uso correcto
y contemporáneo a las fachadas y a las azoteas de los edificios que ellos
diseñaron hace unos años. Pobrecitos, no sabían entonces que en realidad el
máximo destino de la arquitectura es servir para la publicidad de la cerveza.
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Controlar al controlador
Todo parte de una gigantesca duda. Al
señor K, funcionario de la organización gubernamental Larepa, se le encomienda
la construcción de 100 viviendas.
Simplificando mucho se le presentan dos
opciones. La primera es ejecutar la obra directamente bajo la fórmula de la
administración delegada. La segunda es contratar a otra entidad para que
construya. En ambos casos se requiere dinero y se corre el riesgo de que alguien
se apropie de ese dinero, que lo use para fines distintos a los que está
destinado, que se pague más de lo debido por las obras, que éstas se hagan con
materiales de poca calidad y muchas otras posibilidades de irregularidades.
Surge la duda.
El más dudoso de todos es el Sr. K; en segundo lugar, el
contratista.
Hay que controlar al Sr.Ky al contratista. Para controlar al
contratista se nombra como inspector al Sr. J; sin embargo, se corre el riesgo
de que el Sr. J se ponga de acuerdo con el contratista para cometer una
irregularidad. Resurge la duda. hay que vigilar al Sr. J y se nombra supervisor
al Sr. H. Pero se corre el riesgo de que el Sr. H, el Sr. J y el
contratista se pongan de acuerdo, y hay que nombrar otro supervisor y se escoge
al Sr. G. Y así sucesivamente.
Para controlar al Sr. K están el jefe del
Sr. K, el jefe del jefe del Sr. K, el jefe del jefe del jefe del Sr. K, y así
sucesivamente.
A todos los jefes los vigila la Contraloría Interna, que
es vigilada por la Contraloría Externa, que es vigilada por el Congreso, y así
sucesivamente.
Aparte del control de gestión, generalmente se establece
que el Sr. K no puede comprar un saco de cemento si no tiene la aprobación de su
jefe, del jefe de su jefe, de la Controlaría y hasta del Congreso, lo que antes
se llamaba control previo.
En un alarde de antiburocratismo se eliminó el
control previo de la Contraloría, pero se estableció el control a
posteriori.
Éste serviría para cazar las irregularidades y denunciarlas
al Juzgado Primero. De allí, ante una apelación, pasa al Juzgado Segundo y así
hasta arribar varias semanas después de que el caso ha prescrito porque han
pasado los lapsos permitidos por la ley, o bien el irregular se ha mudado al
Gran Ducado de Luxemburgo. Lo que no se eliminó fue la aprobación de los jefes
del Sr. K. Eso pasa en todas partes. En Venezuela también. Hasta ahora a nadie
se le ocurre otro tipo de acción. Así, por ejemplo, ante la aprobación de 145
proyectos en los gabinetes móviles y la asignación de 865 millardos para
ejecutarlos, ya el ministro de la Defensa anunció que coordinará un equipo de 40
inspectores para evitar cualquier irregularidad.
Además de la Controlaría
de la República, la de los estados, la de los municipios, la de los jefes del
Sr.Ky de los inspectores y supervisores de los inspectores. Después de asignar
un bojote de millardos a los hospitales del área metropolitana de Caracas para
evitar una nueva crisis por despilfarro, robo y otros tipos de irregularidades,
se creó una Controlaría Social. 100 contralores sociales recibieron un Taller de
Formación y quizás ya estén controlando. Seguramente también la Controlaría
General, la del área metropolitana, la del hospital X, los jefes de los jefes de
K, y K también, siguen controlando como antes.
La vigilancia y los
controles implican retardos graves y paralización.
Si no inventamos
perecemos, dijo el gran Simón Rodríguez.
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Nota Otra vez el
Ávila (pero por el lado de acá)
Se debate cómo planificar el desarrollo del
estado Vargas y sus efectos en la conservación del Parque Nacional El Ávila. Una
discusión pública que debe continuar, incluyendo la difusión del proyecto
correspondiente.
Pero no estaban previstas, ni son aceptables, algunas
declaraciones ministeriales que cortan la nota: Vallone no comprendió que no se
puede estar anunciando nada sino hasta que esté listo (Últimas
Noticias 16-8-2005). ¿Cómo es eso? Lo democrático y la eficacia
técnica (inextricablemente unidos) estriban justamente en el mayor debate
público, cualquiera que sea la etapa de desarrollo de un proyecto.
La
realidad aparente es que hasta a los mejores ministros les cuesta asumir la
democracia participativa.
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