335 alcaldes pueden cambiar nuestras ciudades
Pequeñas y simples iniciativas humanizarían el espacio urbano
Las ciudades, en su mayoría, y en la
mayor extensión de sus áreas ocupadas, vienen deteriorándose progresivamente y
en forma alarmante. Las causas de ello son múltiples, pero obviamente son el
reflejo de la visión y grado de desarrollo cultural, político, económico y
físico de los que han dominado la conducción y el liderazgo político, económico,
intelectual, entre otros, del país y desde hace mucho tiempo quizás
siglos.
Revertir este proceso de deterioro creciente de las ciudades
venezolanas, requiere una audaz decisión política del alto gobierno y de todos
los resortes que mueve.
También requiere de una política intrépida,
atrevida, aplomada, valiente, de una planificación rigurosa y flexible, de una
instancia institucional responsable, técnica y con profesionales honestos y con
mística.
Pero esto toma tiempo, recursos y voluntades ¿Qué se puede hacer
mientras tanto?
Por un lado estimular que se inicie con pasos firmes una
reorientación pública, especialmente del alto gobierno, sobre la importancia y
necesidad impostergable de una nueva visión del desarrollo urbano de las
ciudades y que empiecen a actuar al respecto. Pero por otro lado, con
inteligencia, los alcaldes, en gran parte responsables de aspectos diarios del
funcionamiento de las ciudades, pueden tomar algunas decisiones que cambiarían
el rostro de las poblaciones, grandes o chiquitas, que están bajo sus administraciones.
Imaginen si los 336 alcaldes deciden iniciar varios
programas como los siete siguientes.
1.
Arborización de avenidas, calles, plazas y parques.
2. Barrido sostenido (todos los días) y limpieza de los
espacios públicos urbanos.
3. Colocar en fachadas
o en postes especiales los nombres y la nomenclatura de todas las calles,
avenidas, plazas, parques, hitos urbanos, urbanizaciones, barrios, sectores,
etc.
4. Colocar papeleras y recipientes para la basura
de los transeúntes a todo lo largo de aceras y espacios públicos, y por supuesto
mantenerlos limpios y vacios.
5. Marcar con
pintura, todos y en todas partes, los canales de circulación del tránsito, los
pasos de peatones, los sitios permitidos y prohibidos para estacionar en
avenidas y calles, las paradas de transporte público, etc. según los códigos
nacionales e internacionales.
6. Desmalezar y
mantener (permanentemente) los jardines y zonas verdes públicas.
7. Estimular y garantizar que todos los espacios y terrenos,
públicos o privados, en cualquier sitio de la ciudad estén limpios, con
cerramientos cuando sea necesario.
Todo ello, no es la solución, pero
¡como ayudaría a empezar a mejorar la calidad de vida urbana!.
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¿Dónde están los reales?
En la campaña electoral de 1978 el lema
preferido de Herrera Campins era ¿dónde están los reales? con el cual denunciaba
la corrupción y la incompetencia del régimen de CAP.
Es doloroso que en
el 2006, en medio de un proceso revolucionario que se mueve firmemente hacia la
construcción de la hermosa utopía diseñada en la Constitución de 1999, se oiga
de nuevo, insistentemente, la misma pregunta. ¿Dónde están los reales? vociferan
los iracundos damnificados que asedian al Conavi y bloquean el tránsito en el
Este, después de desfilar pacientemente por los vericuetos de los operativos
ministeriales.
¿Dónde están los reales? se pregunta entre bostezo y
bostezo la Asamblea Nacional que se inquieta por los miles de millardos que le
han entregado al Ministerio de la Vivienda y el Hábitat.
¿Dónde están los
reales? pregunta asombrado cualquier incauto que ve la noticia donde se dice que
se cumplió la promesa de entregar 41 viviendas en Las Nereidas, Guatire, con una
inversión de 9 millardos (UN, 23.4.06), es decir un costo neto de 220 millones
cada una.
¡El m2. de construcción a 3,4 millones! Es un costo tan alto
que de ser un error de imprenta y deberían aclararlo.
¿Dónde está el
Ministro? Es el clamor popular. Se sabe que la vivienda tiene menos demanda que
la seguridad, pero la vivienda es un elemento indispensable para una sociedad
revolucionaria sana, alegre, creativa.
El Gobierno cuenta con inmensos
recursos financieras y cuadros políticos talentosos e informados. La última
pregunta entonces ¿por qué el sector vivienda y hábitat sobrevive
permanentemente en terapia intensiva?
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¿Es posible una ciudad sin buhoneros?
Claro que es posible. ¿Cuántos
buhoneros hay en las calles y plazas de Estocolmo? ¿Cuántos en las de las
ciudades suizas?
¡Ah! Pero estamos hablando de otras condiciones. En las
cuales, por razones históricas complejas, hay un nivel de pobreza infinitamente
menor que el nuestro. Con esto nos estamos refiriendo a las causas más profundas
y reales que originan y sostienen al comercio informal y a todos sus derivados y
compromisos. Si hay pobreza, hay buhoneros. Así de simple.
No hay que
hacerse ilusiones, por lo tanto. Realismo, por favor.
Y recordemos que la
pobreza no es tan solo un problema económico. Lo que tendremos que hacer,
mientras tanto avanza el proceso de reducción de la pobreza y de todos sus
acompañantes culturales, es limitar los inconvenientes que le causan al
colectivo urbano, con un grueso trabajo de educación y de búsqueda de soluciones
provisionales.
Lo demás es autoritarismo y represión simplistas o, en el
polo opuesto, proyectos municipales, monumentales y poco realistas.
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¿Por qué Chuao sí y El Valle no?
La Fundación para la Cultura Urbana y
la Cátedra Permanente de Imágenes Urbana de la Universidad Metropolitana,
presentaron el pasado sábado 22, un taller sobre el tema Los proyectos de
intervención urbana y la participación ciudadana. La experiencia de
Chuao. Con la participación de arquitectos y urbanistas de conocida
inteligencia y cultura, se presentó el Plan Especial de Ordenamiento Urbanos de
Chuao. Una iniciativa que vale la pena por lo que significa en sus dimensiones
culturales y políticas.
Una alcaldía de resonantes condiciones de
oposición, se preocupa por reordenar su territorio, o por lo menos, una parte de
ello. Encarga a un grupo de profesionales de redactar el plan. Y lo presenta
públicamente para su discusión. Un mecanismo democrático aparentemente
intachable. Decimos aparentemente, porque no se conocen, hasta ahora, otros
recorridos paralelos que aseguren, por otras vías, una verdadera participación
de los vecinos. Pero lo que queremos señalar, más allá del tema específico, es
la pregunta de por cuál razón una experiencia semejante es posible que se
produzca en ese contexto de la ciudad, el de Chuao, y no, por ejemplo, en Catia
o en El Valle.
Respuestas a la pregunta implican, por supuesto, un serio
autocuestionamiento político.
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