Infraestructura, por fin
La lucha política deja espacio para la reorganización del territorio
El tiempo avanza y las acciones
humanas evolucionan.
Así también la política y las prioridades que de
ellas derivan. En este año, luego de siete años de profundo cambio político, la
infraestructura física del país se ha colocado donde le corresponde: en el
primer plano de las necesidades.
Y eso es lógico. Porque ninguna nueva
estructura social, ninguna reorganización de los actores socioeconómicos,
ninguna reforma legal y jurídica, puede trabajar bien sin su oportuna
correspondencia en su estructura física.
Toda transformación social
implica un espacio físico correspondiente y, en la medida de lo posible,
coherente.
Nuevas instalaciones productivas, educacionales y para la
salud; nueva vialidad, nuevos sistemas de transporte, urbanizaciones populares y
espacios públicos. Todo ello es indispensable, y viendo las cosas con la
decantación del tiempo, se deduce fácilmente que el principal obstáculo que la
revolución bolivariana ha tenido durante estos últimos años para enfrentar el
necesario reacomodo del espacio urbano y de las infraestructuras de servicio ha
sido la extremada presencia de la enconada y feroz lucha política. Pelear con
una oposición frenética y arrastrando a la vez el peso de un Estado disfuncional
como el que hemos heredado, han sido las principales razones para que no haya
habido mucho espacio para acometer los problemas y las carencias de
infraestructura.
No es errado pensar que como consecuencia se haya tenido
que ocupar en serio de ellos, tan tarde. Hay otras razones y causas también,
desde luego. La mediocridad, la desidia, la ignorancia, el sabotaje.
Pero
a ellas ya nos hemos referido en estas páginas muchas veces. No vamos a
repetirlas otra vez. Queremos más bien señalar esta buena noticia: el gobierno
de la revolución parece haber captado plenamente la importancia de enfrentar
ahora, más rápidamente que nunca, la reorganización y planificación física del
territorio, de las ciudades, de la vivienda, del campo, de la vialidad, y de su
potenciación en función de una transformación radical a mediano y largo plazos.
Celebramos, por lo tanto, los planes y programas que pudiesen llenar al país de
viviendas, de servicios de salud y de educación, de fábricas, de trenes y de
metros, de autopistas, puentes y viaductos.
Repetimos lo dicho: con estos
planes, si los realizamos bien y a tiempo, y con un mínimo de pérdidas por
corrupción e ineficiencia, dentro de cinco o diez años este país será
irreconocible.
Nuestros hijos y nuestros nietos pensarán de nosotros como
nosotros pensamos de la república de hace 80 o 100 años, arcaica y
primitiva.
Hay que contar con que esta reconquista del papel prioritario
de la infraestructura no se debe simplemente a que, como algunos dicen
socarronamente, se trata de un año electoral, o que el presupuesto petrolero es
ahora mucho más abundante.
Eso sería pura cuarta república.
No,
éste, estamos seguros de ello, es el comienzo de un plan definitivo. Porque no
es posible concebir una nueva e igualitaria estructura sociopolítica, como la
que pretendemos para Venezuela, sin una nueva e igualitaria inversión en su
estructura física.
La transformación más grande de la
historia. Y no queremos terminar con esta constatación de una buena
perspectiva del futuro del país -y como estamos hablando de un tema que permite
comparacionessin mencionar unos hechos que están ocurriendo en otra parte del
mundo, en China, donde se está dando la transformación más masiva, más radical y
más rápida de tod as las que han ocurrido hasta ahora en la historia de la
civilización humana. Así mismo como suena.
Pues bien, y en referencia a
lo que se decía de la importancia de la infraestructura y de la imposibilidad de
que la cultura y la producción se den simplemente a la intemperie, el Partido
Comunista de China acaba de construir en Shanghai una gigantesca sede para la
formación de cuadros políticos y administrativos. Debajo de una inmensa “mesa”
metálica de color rojo se ubican salones, auditorios y salas de conferencias y
de seminarios. El conjunto, que incluye una torre de oficinas de 17 pisos,
instalaciones deportivas y 980 viviendas para profesores y estudiantes, mide
nada menos que 42 hectáreas y más de un kilómetro de largo. ¿A qué viene todo
esto?
Pues a que nos permite, en primer lugar, apreciar importantes
acontecimientos contemporáneos.
Sus dimensiones obviamente corresponden a
un país tan inmenso y tan poblado como China. Y, por supuesto, no se trata de
celebrar obras por ser ellas monumentales y gigantescas, ni de ejemplos a
imitar.
Sino de vislumbrar el peso y la importancia que los países
emergentes de la pobreza y de un trauma tan profundo como ha sido y sigue siendo
el proceso revolucionario chino, le atribuyen al asunto de la arquitectura y del
urbanismo, y con qué decisión, audacia y generosidad lo enfrentan.
Vale
la pena la reflexión.
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Viviendas y clima
La arquitecta Axa Rojas, de La Universidad del Zulia
(LUZ), nos comenta acerca de unas viviendas a construir por Pequiven en El Tablazo.
Ella le comunicó a unas personas de la directiva que el policloruro de vinilo
(PVC) no es un material adecuado para conformar los cerramientos de una vivienda
en el estado Zulia, porque funciona como encofrado perdido y se van a llenar los
muros de concreto.
Esto es, paredes de piedra.
Nuestro gradiente
térmico es muy reducido por el gran manto de nubes que se forman por la
constante evaporación producto de la radiación en el lago de Maracaibo y en los
ríos y lagunas de nuestro ecosistema.
Pues bien, el presidente Chávez fue
a inaugurar una planta (en el Zulia), visitó la vivienda, le pareció que había
altas temperaturas en su interior y así lo expresó en Cámara. Una amiga mía, en
Cámara también, pidió la palabra y le habló al Presidente de lo que yo había
dicho al respecto y él pidió que me contactaran.
Nadie lo hizo. Lo que
resultó de eso fue que a mi amiga la botaron. Después de 5 meses, más o menos,
volvió a entrar porque habló con todo el mundo, hasta con el ministro
Ramírez.
Le pagaron los salarios caídos y está trabajando en otro cargo
como asesora. Le dijeron que tenía que ser respetuosa y guardar fidelidad a sus
jefes.
Pero el cuento termina en que las casas las van a construir. Se
trata de un consorcio canadiense establecido en Colombia y no sé cómo es lo
demás, me di por vencida y ya... Ésa es una mala experiencia. Espero que nos
tomen más en cuenta a los arquitectos de nuestro país, a quienes estamos
comprometidos con el ambiente y con la calidad de vida en el marco de la
sostenibilidad de la tierra”.
Conclusión: hay que saber escuchar la voz
de quienes piensan y sienten al país, ampliar la inclusión de quienes
contribuirían a su desarrollo. Pero, por el contrario, demasiadas personas
competentes, honestas y comprometidas son torpemente excluidas sin razones de
peso, perdiéndose así valiosos aportes a un proceso de cambios que debe
acelerarse, profundizarse y hacerse con criterios sólidos, eficiencia,
honestidad y mística.
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