El tráfico se come nuestra vida y cuesta un
dineral
Atormenta a los ciudadanos que tienen
carro y a los que usan el transporte público. Desplazarse para ir al trabajo,
circular por la ciudad para cualquier diligencia, nos irrita, nos pone
malhumorados, le cuesta un dineral a los entes públicos y al bolsillo de los
ciudadanos, aumenta severamente los riesgos de salud para todos, y sustrae un
tiempo irrecuperable a nuestra vida.
El tráfico se ha vuelto un trauma.
Las causas más visibles: el aumento demográfico general, el aumento
poblacional urbano y suburbano, y el aumento excepcional del número de
vehículos. Agreguemos a ello las trancas y embotellamientos provocados por los
trabajos del Metro y otras circunstancias menores.
Coloquemos todo en el
marco de la falta de planificación de los usos urbanos, de la superposición de
los horarios de trabajo, de la terrible e injusta distribución territorial, y el
resultado será la enorme distorsión e ineficacia del transporte y de los
sistemas de comunicación urbanos.
Se habla, para Caracas, de estadísticas
gravísimas: en una vialidad urbana que acepta 300 mil carros han entrado por lo
menos 900 mil. Por lo tanto: abrir más vías, asfaltar otras porciones del valle,
eliminar aceras y cortar árboles, para tener entonces, por un tiempo, un poco
más de espacio para el vehículo, máximo símbolo de la libertad individual. Pero
entonces, escondidos dentro de él, tendremos que guarecernos de la creciente y
amenazante contaminación ambiental.
Y habremos destruido un poco más
estas pobres ciudades nuestras. Los especialistas en tráfico saben muy bien que
tan sólo aumentar los kilómetros cuadrados de calles y de autopistas destinadas
al tráfico automotor, es un remedio temporal que al cabo de un tiempo no hace
sino aumentar la crisis urbana.
Para que el tráfico pase a ser una condición normal y civilizada de transporte y deje der ser un problema
angustioso, no caben sino algunas soluciones que ya están
planteadas.
Antes que nada: planificación de los usos de la ciudad.
Luego, agigantar al máximo la implantación coherente de todos los sistemas y
redes de transporte público. Y en tercer lugar, un sistema decente de control
del tráfico. Ojo: en el Gobierno hay viva conciencia política de ello. Hay
programadas, o en realización, algunas soluciones totalmente
pertinentes.
Lo demuestra el hecho excepcional de los Metros de Maracaibo
y Barquisimeto, el Trolleybus de Mérida, el tren de los Valles del Tuy, el Metro
de Los Teques y la nueva línea del Metro de la Capital. Esto con relación a los
dispositivos de transporte.
Pero con relación a la planificación urbana,
es otro cantar.
Para una ciudad que ha estado desde Guzmán Blanco hasta
ahora, a completa disposición de los intereses comerciales e inmobiliarios, sin
autoridad pública frente al mercado ¿qué otra cosa podemos esperar?
Los pocos
intentos de organizarla han sido frenados por la inercia de la burocracia y se
han ahogado en un mar de iniciativas contradictorias. Queda claro que el colapso
del tráfico debe ser encarado con prioridad, continuidad y clara volundad
política a todos los niveles administrativos.
Y un tema que lo afecta
directamente es la necesaria planificación urbana y territorial. Para ello hay
que devolverse de la decepciòn y la falta de confianza hacia los viejos métodos
de planificación y, quiérase o no, abrirse hacia nuevos caminos de participación
democrática.
La planificación no ha muerto. Así como la historia, su
experiencia humana no se ha acabado. Ojalá, tremenda oportunidad, podamos
demostrarlo concretamente, y ya, al calor de este proceso.
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Hay que planificar los espacios públicos y mejorar
los servicios de transporte
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Lo que dicen los lectores
El lector
Guillermo Guédez afirma que en lugar de promover 'soluciones facilistas'
como la autoconstrucción de viviendas, por parte de las comunidades -sin
capacidad de hacerlas- hay que reactivar la construcción en gran escala,
engranaje económico que genera empleo, produce más viviendas y mejora la calidad
de vida.
En respuesta, la llamada autoconstrucción tiene en Venezuela una
larga y amplia experiencia, pero lamentablemente sin la debida
evaluación.
Pero, posee una condición extraordinaria, tampoco evaluada,
que es el entusiasmo y la esperanza de la comunidad al ser actora principal de
esa forma de producción.
Por otro lado, el apoyo al desarrollo de la
industria de la construcción también es un camino necesario para atender el
problema de la vivienda. Ambas formas de producción no son excluyentes, por el
contrario, son complementarias.
La ciudad
ecológica humanista y acogedora es, responde Héctor Melo desde Aragua,
una ciudad de avenidas colmadas de árboles y zonas verdes, de hombres y mujeres,
caminando bajo la frescura y a la sombra, y en vehículos respirando aire puro,
parques y zonas de esparcimiento con sus servicios y comodidades, museos y
teatros, viviendas con jardines y vista a la calle cautivando las
miradas.
En cambio, no es una ciudad con viviendas protegidas por
gigantescas paredes, alcabalas por doquier, avenidas congestionadas, ciudadanos
caminando o en vehículos, pero con stress y agotamiento.
Muy bien, de
acuerdo, hay múltiples formas de hacerlo, pero ni siquiera podemos con la
basura, con un sistema masivo de transporte público de autobuses urbanos, a
pesar de la cantidad de funcionarios y profesionales venezolanos que han viajado
a Bogotá, en Colombia y a Curitiba, en Brasil, mas no han asimilado la
experiencia, sólo para mencioanr dos problemas claves y dos ciudades que han
logrado una mejor calidad de vida, que Caracas, por ejemplo, en esos aspectos.
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