sábado, 9 de febrero de 2013

AyB 013 - 15 Diciembre 2005
Últimas Noticias | Jueves 15 de Diciembre de 2005


El tráfico se come nuestra vida y cuesta un dineral


Atormenta a los ciudadanos que tienen carro y a los que usan el transporte público. Desplazarse para ir al trabajo, circular por la ciudad para cualquier diligencia, nos irrita, nos pone malhumorados, le cuesta un dineral a los entes públicos y al bolsillo de los ciudadanos, aumenta severamente los riesgos de salud para todos, y sustrae un tiempo irrecuperable a nuestra vida.

El tráfico se ha vuelto un trauma. Las causas más visibles:
el aumento demográfico general, el aumento poblacional urbano y suburbano, y el aumento excepcional del número de vehículos. Agreguemos a ello las trancas y embotellamientos provocados por los trabajos del Metro y otras circunstancias menores.

Coloquemos todo en el marco de la falta de planificación de los usos urbanos, de la superposición de los horarios de trabajo, de la terrible e injusta distribución territorial, y el resultado será la enorme distorsión e ineficacia del transporte y de los sistemas de comunicación urbanos.

Se habla, para Caracas, de estadísticas gravísimas: en una vialidad urbana que acepta 300 mil carros han entrado por lo menos 900 mil. Por lo tanto: abrir más vías, asfaltar otras porciones del valle, eliminar aceras y cortar árboles, para tener entonces, por un tiempo, un poco más de espacio para el vehículo, máximo símbolo de la libertad individual. Pero entonces, escondidos dentro de él, tendremos que guarecernos de la creciente y amenazante contaminación ambiental.

Y habremos destruido un poco más estas pobres ciudades nuestras. Los especialistas en tráfico saben muy bien que tan sólo aumentar los kilómetros cuadrados de calles y de autopistas destinadas al tráfico automotor, es un remedio temporal que al cabo de un tiempo no hace sino aumentar la crisis urbana.

Para que el tráfico pase a ser una condición normal y civilizada de transporte y deje der ser un problema angustioso, no caben sino algunas soluciones que ya están planteadas.

Antes que nada: planificación de los usos de la ciudad. Luego, agigantar al máximo la implantación coherente de todos los sistemas y redes de transporte público. Y en tercer lugar, un sistema decente de control del tráfico. Ojo: en el Gobierno hay viva conciencia política de ello. Hay programadas, o en realización, algunas soluciones totalmente pertinentes.

Lo demuestra el hecho excepcional de los Metros de Maracaibo y Barquisimeto, el Trolleybus de Mérida, el tren de los Valles del Tuy, el Metro de Los Teques y la nueva línea del Metro de la Capital. Esto con relación a los dispositivos de transporte.

Pero con relación a la planificación urbana, es otro cantar.

Para una ciudad que ha estado desde Guzmán Blanco hasta ahora, a completa disposición de los intereses comerciales e inmobiliarios, sin autoridad pública frente al mercado ¿qué otra cosa podemos esperar?


Los pocos intentos de organizarla han sido frenados por la inercia de la burocracia y se han ahogado en un mar de iniciativas contradictorias. Queda claro que el colapso del tráfico debe ser encarado con prioridad, continuidad y clara volundad política a todos los niveles administrativos.

Y un tema que lo afecta directamente es la necesaria planificación urbana y territorial. Para ello hay que devolverse de la decepciòn y la falta de confianza hacia los viejos métodos de planificación y, quiérase o no, abrirse hacia nuevos caminos de participación democrática.

La planificación no ha muerto. Así como la historia, su experiencia humana no se ha acabado. Ojalá, tremenda oportunidad, podamos demostrarlo concretamente, y ya, al calor de este proceso.


Hay que planificar los espacios públicos y mejorar los servicios de transporte


Lo que dicen los lectores

El lector Guillermo Guédez afirma que en lugar de promover 'soluciones facilistas' como la autoconstrucción de viviendas, por parte de las comunidades -sin capacidad de hacerlas- hay que reactivar la construcción en gran escala, engranaje económico que genera empleo, produce más viviendas y mejora la calidad de vida.

En respuesta, la llamada autoconstrucción tiene en Venezuela una larga y amplia experiencia, pero lamentablemente sin la debida evaluación.

Pero, posee una condición extraordinaria, tampoco evaluada, que es el entusiasmo y la esperanza de la comunidad al ser actora principal de esa forma de producción.

Por otro lado, el apoyo al desarrollo de la industria de la construcción también es un camino necesario para atender el problema de la vivienda. Ambas formas de producción no son excluyentes, por el contrario, son complementarias.

La ciudad ecológica humanista y acogedora es, responde Héctor Melo desde Aragua, una ciudad de avenidas colmadas de árboles y zonas verdes, de hombres y mujeres, caminando bajo la frescura y a la sombra, y en vehículos respirando aire puro, parques y zonas de esparcimiento con sus servicios y comodidades, museos y teatros, viviendas con jardines y vista a la calle cautivando las miradas.

En cambio, no es una ciudad con viviendas protegidas por gigantescas paredes, alcabalas por doquier, avenidas congestionadas, ciudadanos caminando o en vehículos, pero con stress y agotamiento.

Muy bien, de acuerdo, hay múltiples formas de hacerlo, pero ni siquiera podemos con la basura, con un sistema masivo de transporte público de autobuses urbanos, a pesar de la cantidad de funcionarios y profesionales venezolanos que han viajado a Bogotá, en Colombia y a Curitiba, en Brasil, mas no han asimilado la experiencia, sólo para mencioanr dos problemas claves y dos ciudades que han logrado una mejor calidad de vida, que Caracas, por ejemplo, en esos aspectos.


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