lunes, 25 de febrero de 2013

AyB 066 - 28 Diciembre 2006

Ultimas Noticias | Jueves 28 de Diciembre de 2006



Hacer las cosas bien


Fin de año. Comienzo de una nueva era. Buenos propósitos para lo que viene y lo que nos espera. Como es tradicional en este tránsito de fechas, conviene reflexionar sobre el tiempo transcurrido y trazar planes para el período de tiempo que ya tendrá otro número: 2007.

Pero en este caso algo más, mucho más, hace que las reflexiones tradicionales adquieran necesariamente otra importancia y otra proyección. El nuestro es un caso histórico, un punto, como se dice, de inflexión. Un gran salto y un enorme riesgo nos esperan. En Venezuela, esto es, en este pequeño punto del planeta, nos hemos atrevido, por causas y razones que ya los historiadores y los analistas políticos tendrán ocasión de estudiar abundantemente, a plantear una forma de vida distinta, más avanzada y justa. ¡Nos hemos atrevido! Cuando ya el mundo 'desarrollado' daba por perdido todo intento de mejoría radical, cuando se pensaba que ya no había espacio para locuras o utopías, viene este pequeño país y se atreve a decir: nosotros vamos a ensayar otra cosa. No será asunto de portaviones y artefactos para matar. Ni de política internacional podrida de mentiras y odios. No, simplemente vamos a intentar organizarnos para vivir en paz y mejor, rescatando ese lema admirable de igualdad, libertad, fraternidad. Nada menos y nada más.

Fíjense si el mundo, con su tremenda civilización, está bien atrasado, que viajamos a la Luna y a Marte y todavía resolvemos (¡!) las cosas matándonos. Pero, bueno, volviendo al tema: ¡queremos comenzar una nueva era! Es por ello que tenemos que atrevernos y comprometernos a hacer las cosas bien. Y eso significa, en el campo de ideas y de problemas que ocupa esta página, que hacer las cosas bien es no pelar una acera, no equivocarse en una escuela, no tropezar en un hospital, no meter la pata en un aeropuerto o un ferrocarril. Un poste, una cerca, una plaza, una guardería, cualquier cosa que construyamos debe tener el sello de estar bien diseñado.

Debe reflejar en su aspecto una planificación racional que lo justifica y una emoción que le da su nueva estética.

Reconstruir un país como el nuestro es también inventarlo de nuevo, desde cero. (O como si fuera desde cero.) Ahora es cuando hacer las cosas bien significa recordar el llamado de la revolución estudiantil del `68: seamos razonables, pidamos lo imposible. Un aire fresco y atrevido debe recorrer todos los programas de construcción: viviendas, puentes, vías de comunicación, sistemas de transporte, escuelas, universidades, nuevas poblaciones, todo ladrillo que se ponga debe responder a la demanda, a la exigencia, de calidad y de eficiencia. Y también de novedad. No por la novedad en sí, sino porque lo que se intenta es realmente nuevo.

Y como no se inventa nada sin equivocarse en el camino, bienvenidos los errores. Pero los errores deben ser por atrevimiento y no por mediocridad. La eficiencia, en el caso de Venezuela, no estriba en que seamos lo más parecidos posible al primer mundo. Hay atajos, hay otras veredas, lo contrario a lo que dice la canción, que nos puede llevar a construir lo que otros no pudieron.

Atención: el mundo nos observa. Nos ve con sorpresa y de reojo. Con escepticismo. ¿Cómo va a ser posible? ¿En ese 'paisito' que considerábamos una estación de gasolina? ¿El socialismo del siglo XXI? El público europeo que visitaba el pabellón venezolano en la Bienal de Venecia, asentaba en sus comentarios la grata sorpresa de hallar inesperadamente deseos y voluntad de futuro y de encontrar a un pueblo que desafía en paz y democracia a la costra de injusticia que recubre al mundo.

Es también por ello que si somos responsables debemos construir bien, con osadía, con calidad, pensando en grande, pero también sin olvidar lo pequeño, lo que está al alcance de la mano, del pie o de la voz.

La salvación de este extraordinario experimento en que nos hemos metido, esto de construir un mundo mejor desde nuestra pequeña parcela de vida y de tiempo, exige que hagamos todas las cosas bien.

Un estadio para la demagogia


El nuevo estadio de Maturín merece algunas palabras y que nos detengamos un poco a pensar. Costo: 150 mil millones (¡!), capacidad: 52 mil personas y 120 suites VIP. Según detalla nuestro director (Últimas Noticias, 24-12-06), en Monagas el fútbol con escasa afición, apenas reúne algo así como a 2mil 500 personas, en los pocos juegos locales. Es natural que surja un chorro de preguntas: ¿Quién diablo decidió su construcción? ¿Cuándo se estableció que un estadio desproporcionado es más prioritario que viviendas, salud y educación? ¿Qué guiso hay detrás de eso? Y si no lo hay (¡milagro!) ¡qué demagogia desbocada o ambiciones monumentales! El episodio del estadio monaguense obliga a repensar en serio el papel de las gobernaciones y municipalidades. Corriendo el riesgo de que se nos diga que estamos en contra de legítimos derechos democráticos ligados a la descentralización, hay que afirmar, con toda energía, que entre las modificaciones que se deben introducir en la Constitución, hay que tomar muy en cuenta cómo hacer para que los programas locales -como por ejemplo decidir qué es prioritario- deben estar en manos del pueblo organizado, y no en las de unos cuantos burócratas. Y por supuesto estamos hablando del gran remedio que pueden ser los Consejos Comunales.

Si en el caso del malhadado estadio de Maturín, no hubo demagogia ni oportunismo seudo-político, sino buena fe y honestidad, se trató entonces de ignorancia e ingenuidad. Si en cambio...ya nos entendemos, entonces es un asunto de investigaciones y de jueces. De todas formas, es preciso que no se repitan nunca más costosos errores como éste.




© Copyright 2006.
Cadena Capriles C.A.
Todos los Derechos Reservados

No hay comentarios:

Publicar un comentario