Ultimas Noticias | Jueves 25 de Enero de 2007 | |
SE APLAUDE LLAMADO DEL MINISTRO
FARRUCO SESTO Crítica y debateEs la primera vez en año y medio que algún funcionario de cierto nivel dice algo sobre alguna de nuestras páginas semanales y además añade, "vamos a debatir". Eso hay que aplaudirlo. En un período en el que el debate entre el gobierno y la oposición es igual a la guerra a muerte y el debate interno en las filas revolucionarias es apenas un murmullo, la invitación de Farruco es muy importante. El socialismo del siglo XXI y la ciudad en el socialismo del Siglo XXI, por ejemplo, son dos cuestiones de urgencia capital, que deben ser temas de obligatorio y rico debate. En nuestras páginas se alternan reconocimientos elogiosos a la obra del gobierno con críticas a su actuación. Las críticas son numerosas, pero el muy pobre desempeño del sector público en vivienda y hábitat no da para más. Pero son críticas constructivas. Es decir casi siempre van acompañadas de planteamientos, sugerencias, ideas, proposiciones que pueden ser útiles para mejorar los resultados de la gestión pública en vivienda y desarrollo urbano y hasta son material de discusión para el debate del socialismo del Siglo XXI. Son muchas las veces en que hemos comparados los notables resultados en otros sectores como salud y educación con los escasos resultados en vivienda y desarrollo urbano. En sentido estricto Aceras y Brocales siempre ha estado presentando debate sobre políticas, programas y acciones. Si alguna vez se menciona a alguien es porque está indisolublemente conectado con alguna política, algún programa o alguna acción. En verdad, la ausencia de respuestas es lo que hay que lamentar. Hay dos grandes temas comentados con frecuencia en nuestra página. La ineficiencia y la corrupción, los dos grandes problemas constantemente señalados por el presidente Chávez y que a la larga, si no se resuelven, van a producir crisis y conflictos graves. También en vivienda y desarrollo urbano son muy evidentes. La corrupción no es sólo el robo, es también el despilfarro, la negligencia que perjudica a todo el país y a toda su población. También la falta de efectividad y de eficiencia. Y también lo es la información confusa y poco creíble. Debatir abiertamente las causas y los posibles remedios es lo que hemos tratado de hacer todo este tiempo. Tal vez hemos podido excedernos en algunos casos, pero no se nos puede decir que cuando criticamos descalificamos. Para el futuro de la discusión pública en el socialismo del siglo XXI es importante no equivocarse en esto. VIVIENDA CONVERSACIÓN IMAGINARIAEl diálogo como confrontación de ideasLa autoconstrucción: Nuestros dialogantes imaginarios son Campanilla, profesión utopista y Robinson Crusoe, profesión náufrago. -Rob: La población pobre siempre ha resuelto sus problemas de vivienda con la autoconstrucción. Qué más pruebas: todos los ranchos de los barrios han sido el resultado de los esfuerzos personales de sus habitantes. Lo que debe hacer el Estado es proporcionar la tierra urbanizada, y los servicios. Todos lo demás viene solo, si se programa un buen sistema de financiamiento y de acopio de materiales. -Camp: Eso es un mito. La gente hace un tremendo esfuerzo personal, y ello significa horas de duro trabajo en los fines de semana, o después del trabajo, en lugar de algunas horas legítimas de ocio. O, cuando puede, encargan a un albañil o a un maestro que se dedica a ese negocio, para que le construyan cuatro miserables paredes. A medida que mejora la situación económica, vendrán los pisos de cerámica, los frisos, etc. Todo eso es dinero invertido directamente por el pueblo. El Estado, que tiene la obligación de proporcionar la vivienda (dice la Constitución: la vivienda es un derecho, como la salud o la educación) se aprovecha de la coyuntura y se lava las manos. -Rob: Es verdad que esas son condiciones reales en que se desarrolla la autoconstrucción. Pero recurrir a ello se justifica como una solución intermedia y razonable, porque el Estado no puede construir directamente todas las viviendas necesarias. Es una forma de política realista y pragmática y hasta más democrática: cada quien según sus gustos. -Camp: Lo tuyo es pura demagogia. Estás renunciando al saber del diseño. Estás diciendo: los arquitectos son frívolos -reviviendo una vieja conseja- mejor los ignoramos: ¡viva el espontaneismo y la arquitectura sin arquitectos! Por otra parte, el pueblo campesino que llegó a las ciudades, ha perdido sus tradiciones tecnológicas y tipológicas, ya no sabe como construir bien en un entorno determinado. Las tradiciones populares se pierden y no se ha adquirido y desarrollado un nuevo saber ajustado a las condiciones urbanas. -Rob: Pensar que el Estado pueda calcular el famoso déficit de viviendas, diseñar las urbanizaciones, las casas, los servicios necesarios y construir todo eso directamente, es una utopía que no se corresponde con las condiciones económicas reales. En lugar de dejar en manos del Estado la totalidad de la tarea de construir la ciudad necesaria, se les entrega el dinero necesario (financiamiento) a las personas o a las comunidades para que ellas mismas gestionen su solución. -Camp: Entonces el Estado debe ocuparse directamente de la educación y de la salud, pero no debería intervenir directamente en la construcción de la vivienda. ¡Absurdo! Podemos perfectamente imaginar, el desarrollo y la aplicación de experiencias y sólido saber profesional, controlados y criticados permanentemente, desde abajo, por el conocimiento y los intereses auténticos del pueblo. Los posibles fenómenos burocráticos, se controlan desde abajo mediante la participación popular y democrática. Te insisto: la autoconstrucción como panacea, tan sólo puede admitirse como solución mientras no se pase - en condiciones económicas diferentes pero perfectamente posibles, dado el crecimiento de la economía - a la planificación, diseño y construcción directa por parte del Estado. -Rob: Lo tuyo es pura demagogia utópica e irrealizable. Camp: Y lo tuyo es pragmatismo oportunista. Los dialogantes se fueron a tomar una cerveza. Hasta aquí, entonces, por esta vez. ¿Pero, nadie más quiere participar?
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