domingo, 24 de febrero de 2013

AyB 053 - 28 Septiembre 2006

Ultimas Noticias | Jueves 28 de Septiembre de 2006



Un diseño indispensable

El diseño industrial nació en América Latina en los años sesenta. La política de sustitución de importaciones, que estuvo brevemente en auge en aquella época, prometía el surgimiento de una industria local y con ella la difusión de productos que podían y debían ser los nuevos sujetos de un diseño industrial comprometido con un sentido social y público.
En los países como Argentina y sobre todo Brasil, muchas cosas interesantes se hicieron. Más tarde en Chile, con las esperanzas que despertó Allende, hubo ocasión de ensayar iniciativas generosas.
La ola neoliberal que vino luego, con sus privatizaciones y con su invasión de productos de los países 'desarrollados', arrasó con esperanzas y expectativas y acabó dejando la impresión de que el diseño industrial equivale sólo a diseño cosmético, superficial, ligado estrechamente al mercado y al servicio del consumismo, en cualquiera de sus facetas.
Recordemos que en su origen es tarea metodológica del diseño industrial intervenir en el proceso de producción con un claro interés tecnológico. En cambio, el diseño industrial concebido y puesto en práctica como decoración de agencias de bancos, diseño de etiquetas o de envases de detergentes no es sino una desviación de su verdadera función. Inclusive el tan debatido 'buen diseño' no llega a responder cabalmente a los cometidos originales de un procedimiento de diseño que debe tocar toda la cadena de producción, desde su comienzo en la fábrica hasta el producto final y su circulación de consumo.
Ahora bien, los cambios políticos que se están dando en Venezuela, y que pretenden colocar en la lista de prioridades el robustecimiento de la industria nacional, vuelven a plantear la necesidad de reconsiderar el papel del diseño industrial en el país. Pasar de la etiqueta bien diseñada estética mente a la cosechadora agrícola o al instrumental médico, bien eficientes, éste es el reto que debe plantearse.
El Ministerio de Ciencia y Tecnología hace algún tiempo hizo unos ensayos y abrió unos programas prometedores. Frente a la perspectiva de una nueva industria nacional química y metalmecánica, a la informática o a la industria del aluminio, es necesario que el Estado asuma la responsabilidad de la formación de técnicos y de diseñadores competentes, a la altura del desarrollo tecnológico contemporáneo y con la necesaria conciencia política de la responsabilidad social que implica la concepción de un sano diseño industrial. Otra tarea que debe ser colocada en los programas de refundación de la república.


La tierra urbana


La polémica sobre la necesidad de tierra para la vivienda en la ciudad replantea la vieja discusión sobre el manejo de las tierras urbanas, tema que ha estado presente desde la fundación de nuestras ciudades.
Ya en las Leyes de Indias, desde tiempos de la colonia, se plantean líneas muy claras que reglamentaban las tierras de las ciudades, en especial sobre la propiedad para garantizar su sana expansión. Para contribuir al tema, resumimos parte del trabajo del Dr. Leopoldo Martínez Olavarría y de Alberto Urdaneta, Las políticas de tierras urbanas en Venezuela (1989):

"Partimos del concepto de que la tierra, como materia prima, es indispensable para el desarrollo urbano, como lo son igualmente el agua o el ambiente y, por tanto, como espacio imprescindible del hábitat, no debe ser objeto de manipulación, de segregación, de monopolio, de enriquecimiento en beneficio de pocos y en perjuicio de muchos. Por ello debe establecerse que el suelo urbano debe tender a ser considerado como un bien de dominio público"... La concepción de defensa de la propiedad privada de la tierra, a ultranza y sin límites, es lo que se aprecia en el contexto sociopolítico venezolano. Ahora bien, en todos los modelos políticos donde se respeta dicha propiedad privada existen severas limitaciones a la misma en función a garantizar los intereses colectivos de la comunidad, por encima de los individuales o de grupo.
Este principio fundamental en toda política debería ser el norte orientador para los Concejos Municipales y todos aquellos organismos que tienen que ver con la cuestión urbana, pero parece que con frecuencia se deja de lado y en su lugar privan intereses personales o de grupos con el aval implícito o explícito del Estado. Así, todos los mecanismos valorizantes, de organización de las ciudades, de dotación de servicios, etc., de que dispone el Estado, a sus diferentes niveles, no son usados en beneficio de la comunidad.
La causa de la 'valoración de la tierra' se debe solamente a la acción del Estado en función del desarrollo urbano. En otras palabras, esas variaciones o valorizaciones sobre el precio base de la tierra urbanizada no responden a ninguna inversión o propuesta del urbanizador. Por el contrario, dependen de las decisiones oficiales adoptadas o realizadas por el Estado... La incorporación de un suelo de uso agrícola a un uso urbano, situación que produce automáticamente un salto en el valor del suelo...
'Todos estos mecanismos valorizantes de la tierra, que penden de decisiones que están en manos del Estado, sólo favore cen a unos pocos y lo más grave, aparte del enriquecimiento desmedido de esos pocos, producen como consecuencia la segregación de una gran cantidad de la población que, dada su limitada capacidad de compra, se encuentra incapacitada de acceder al suelo de nuestras ciudades' ...¡sólo les queda la invasión de terrenos marginales! Dentro del esquema actual, los propietarios de la tierra condicionan el acontecer en nuestras ciudades: hacia dónde crecer, cómo crecer, dónde se localizan las clases sociales, cómo se segrega y condena a gran parte de la población... cómo se producen las densidades reales de la población, cómo se dificulta la integración.
'Para el correcto desarrollo de las poblaciones con más de 20 mil habitantes sería necesario disponer, para el año 2000, de unas 60 mil hectáreas de tierra... sería totalmente improcedente que el manejo de esa inmensa superficie pudiera lograrse y aprovecharse dentro del criterio de la libre oferta y la demanda, ya que los límites que pudiera alcanzar la especulación incontrolada harían prohibitiva cualquier programación habitacional que se propusiera. En consecuencia, será necesario adoptar un decidido criterio de tierra con valor controlado o de reserva de propiedad... '
'De no tomarse ahora medidas como las señaladas, se continuará agravando la situación en nuestras ciudades, la segregación será cada vez mayor, la sociedad cada vez más dividida, la paz social más precaria, la calidad de vida más deteriorada y las condiciones de vida menos propicias para la satisfacción de las necesidades vitales del hombre y para la producción'. En su momento estos planteamientos fueron desoídos. Hoy son cada vez más actuales.


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