Ultimas Noticias | Jueves 06 de Julio de 2006 | |
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Misión Vivienda, pero en el trópico
La inversión prevista es realmente gigantesca y se va a concretar mediante muy variados mecanismos financieros, legales, administrativos y gerenciales, que van desde la ayuda a la autoconstrucción hasta la participación de los bancos y la inversión privada. Cómo, cuándo y dónde se ha concretado todo ello en estos años de cambios, ha sido y sigue siendo causa de grandes debates, acompañados igualmente por numerosas manifestaciones y acontecimientos de calle muy publicitados. Esta página, en particular, no ha escatimado su participación con críticas muy severas dirigidas esencialmente a la forma como se han decidido las prioridades y a los errores evidentes de información. Pero no nos limitamos a los hechos más contundentes relacionados con las cantidades. Tocamos también con particular atención los aspectos que se refieren a la calidad de vida que ofrecen esas viviendas, que a su vez depende de la calidad del diseño. Quisiéramos hoy, una vez más, insistir en ello. Arquitectura con sabor a mango y sin rollos. Los estudiantes de la facultad de arquitectura de Mérida así calificaron la arquitectura que habría que realizar en un país como el nuestro. Venezuela se merece una arquitectura que genere alegría, simpatía y sensación de crecimiento y futuro. Una arquitectura de viviendas que provoque vivir en ellas, tener hijos y sembrar de flores un jardín o un balcón. Viviendas cerca de la cuales se halle el médico y la escuela, el abasto, la cancha deportiva y la biblioteca. Conjuntos de viviendas que no queden en el fin del mundo y que tengan fácil acceso desde el trabajo. Viviendas finalmente, que no sean simple cartabones, anónimos y desabridos aunque tengan techo de dos aguas y piso de cerámica, sin un árbol ni una plaza, repeticiones burocráticas de funcionarios sin espíritu creativo. Llamar a las cosas por su nombre. Los nuevos conjuntos que se están construyendo, en su mayoría no tienen vida. Que resuelven en lo inmediato necesidades dramáticas de vivienda, nadie lo discute. Pero están mal concebidas, mal ubicadas, mal priorizadas. Son sumatorias de metros cuadrados de viviendas mal diseñadas, pero nada tienen que ver con el 'hábitat'. Y si no logramos poner las realizaciones urbanas, arquitectónicas y de diseño a la misma altura de los generosos proyectos políticos, habremos fracasado. Nos habremos dado de frente contra una pared, la de nuestra incapacidad. Y no tendremos excusas. ¿Qué pasó? Hasta mediados de los setenta había en Venezuela un buen número de arquitectos y urbanistas con un altísimo sentido de servicio público. El caso de Carlos Raúl Villanueva es paradigmático. Con su inmenso talento siempre trabajó dentro del sector público. Sus obras para empresas del sector privado son escasísimas. El Banco Obrero era un postgrado en arquitectura y urbanismo al que deseaban entrar muchos jóvenes profesionales. La liquidación de las instituciones públicas a partir de esa época, junto con el neoliberalismo disparado desde 1980 terminó de destruir las posibilidades de realizar un trabajo creativo para el Estado. Algunos profesionales pasaron al ejercicio privado: proyectos para los bancos, los centros comerciales, viviendas de lujo, hoteles, toda clase de edificios rentables. Otros se dedicaron a la docencia y a la investigación. Otros a cualquier cosa. Pero la producción de urbanizaciones y edificaciones públicas dentro del Estado quedó sólo para los espíritus muy grandes o muy pobres. Por ejemplo, las urbanizaciones construidas por Fundabarrios durante Caldera II son los más horrendo y desastroso que se pueda concebir. En 1998 se produce un cambio radical en la vida del país. Pero la calidad y la cantidad de urbanizaciones y viviendas populares realizadas por el Estado en los últimos años no ha mejorado. Cualquiera que sea la explicación hay que constatar los hechos. Es una situación que debe ser superada a la brevedad posible: poner la calidad de las construcciones a la par de los cambios políticos. Ese mundo nuevo al que aspiramos, sólo podemos construirlo nosotros, nadie nos lo va a construir. Más aún, frente a este mundo, cruel, arbitrario, y absurdo en su total irracionalidad, este país puede jugar un papel de vaticinio y de promesas sin parangón histórico. Debemos dejar el escepticismo y entender, asumir el reto y de poner en tensión todas nuestras capacidades. Chávez, hace unos días, con una de esas intuiciones que nadie sabe de donde las saca, llamó la atención sobre el desperdicio de energía y de falta de explotación de las ventajas que ofrece nuestro clima. No lo dijo expresamente pero lo dejó en el aire: a los arquitectos y a los constructores se les ha olvidado donde viven. Les han dado la espalda al trópico porque tienen la mente puesta en otro clima sembrando hectáreas de hileras de cajas cerradas como prisiones, sin siquiera enterarse de las condiciones de este trópico que nos ha regalado la naturaleza. Lo dicho: una arquitectura sin rollos y con sabor a mango, es lo que precisamos. ¡Bienvenido, compañero presidente a las mesas de dibujo y a las computadoras de los arquitectos! ¡Dígaselo bien fuerte!: diseñen viviendas para hacer felices a la gente y no simplemente para cubrir una cuota de producción, porque, ¡mentira! ¡ni verdadero sentido político tiene eso!
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