sábado, 16 de febrero de 2013

AyB 026 - 16 Marzo 2006
Últimas Noticias | Jueves 16 de Marzo de 2006


Merecemos arquitectura y urbanismo de calidad

Recordemos algo: sin la construcción del espacio, esto es, sin el producto de ese oficio que los arquitectos llamamos arquitectura, realizado con especialistas o sin ellos, no hay vida posible.

La especie humana, después de miles de años de evolución, no está en condiciones de vivir sin la protección artificial de espacios construidos por y para ella misma.

Dicho esto, que es un asunto completamente obvio, conviene preguntarse por cuál razón el proceso político actual no le ha otorgado al diseño, a la arquitectura, al urbanismo, esto es, a componentes que son esenciales de la calidad de vida urbana, el papel que le corresponde en la construcción de una sociedad distinta. El famoso y tan deseado otro mundo posible será también un mundo construido. Tendrá que serlo necesariamente.

¿Por qué entonces tan poca atención por parte de los actores políticos con poder a la participación de los arquitectos y de los urbanistas? ¿De dónde viene ese desprecio?
Tal vez las responsabilidades deban ser compartidas.

Los profesionales de la arquitectura y del urbanismo no han sabido demostrar suficientemente su utilidad. No han avanzado proposiciones, no han sabido hacerse escuchar.

No han encontrado los medios para establecer una verdadera sintonía con el carácter popular de este proceso. Queda sin embargo, el hecho de que la arquitectura hasta ahora no es una vertiente significativa de la política pública. Hay indicios, es verdad, de que las cosas pueden cambiar. En estas mismas páginas comentamos casos contradictorios, unos positivos y otros negativos. Demostración de lo complejo del asunto. Y de la necesidad de seguir insistiendo en participar.

Y en hacerse oír.

 

Ciudades poco judiciales

En otras oportunidades mencionamos el que parece, en principio, un excelente plan de equipamiento de la Dirección Ejecutiva de la Magistratura, el de realizar Ciudades Judiciales Principales y Municipales en todo el territorio nacional.

Si eso puede servir para democratizar los servicios de la justicia, no puede haber sino apoyo y aplausos. Pero resulta también que esas 'ciudades' que van a ser construidas según un modelo estándar (aviso en ÚN 03/02/06), ubicadas en las capitales de los estados y en los municipios, van a ser necesariamenteun modelo de arquitectura.

Es decir, estamos hablando de diseño, de proyectos, de todo lo que implica justamente la arquitectura. Y nos van a perdonar nuestros lectores que no son arquitectos, pero aquí tenemos que usar algo de un lenguaje que es específico de los arquitectos.

Porque así como los médicos se entienden entre sí con su terminología, de la misma manera, quienes somos profesionales del diseño también usamos un lenguaje que se ha desarrollado históricamente para las condiciones específicas de la arquitectura.

Y también nos van a perdonar las autoridades de la Dirección Ejecutiva de la Magistratura: si los proyectos son como los que aparecen en la información de la publicidad, estamos frente a unos errores garrafales.

Ya se lo habíamos advertido en la página del jueves 30/11/05. Por favor, respeten las tradiciones de calidad de la arquitectura pública venezolana.

Los proyectos que se están elaborando (ojo, a juzgar por lo que se ve), carecen totalmente de sentido del momento histórico y de la calidad expresiva que debe corresponder a la decisión de darle una nueva cara urbana y arquitectónica, esto es, una nueva forma visible, a los espacios que van a albergar a la nueva justicia democrática de Venezuela.

No se trata de poca cosa: el pueblo venezolano va a establecer la relación entre esos volúmenes, esos espacios, y el nuevo carácter de una justicia que ahora debe ser cada vez más abierta, transparente, accesible, y responsable democráticamente.

Tal vez precisamos más y mejor información. La solicitaremos.

Pero por lo que es posible captar, no se ha entendido bien la trascendencia de lo que significa, realizar en lo físico de lo construido un plan excelente como el que está planteado, especialmente el municipal, al cual debe corresponder obligatoriamente una excelente arquitectura. Y es que, lamentablemente, nos hallamos, como ya es habitual en Venezuela, frente a la ignorancia (no hay otra palabra) del peso y consecuencias funcionales y simbólicas de las obras de arquitectura.

Con ellas se hace ciudad, y también se hace sentido ciudadano. Con ellas también se hace política. Tal vez las autoridades de la Dirección de la Magistratura tengan tiempo todavía para reflexionar y abrir concursos nacionales o seleccionar mejor a sus arquitectos.


Lectores escriben

¿Puentes nacionales?

El ingeniero Ricardo Otaola nos señala que a pesar de la conveniencia desde el punto de vista de la planificación territorial, del segundo puente sobre el Orinoco, es una lástima que la obra sea de una empresa extranjera, en este caso brasileña.

Es más, nos dice, “cítenme una sola ‘Buena Noticia’ de contratos otorgados a empresas 100% venezolanas y que no sean del Estado. Todas las ‘Buenas Noticias’ de hoy en día, son negocios con empresas extranjeras y entes extranjeros”.

Ciertamente, es una invitación a una reflexión interesante.

Porque, a pesar de la evidente y comprensible exageración, la observación esmuy pertinente.

Cabe preguntarse ¿Dónde está la industria nacional de la construcción? Más aún, ¿Dónde están los ingenieros, técnicos y diseñadores venezolanos que han dado prueba en el pasado de saber construir de manera ejemplar? ¿Por cuál razón, empresas y profesionales que hace años tuvieron una actuación singular no aparecen ya en pantalla? Son preguntas cruciales para las cuales tenemos, por supuesto, algunas hipótesis.

Como, por ejemplo, al rompe, las hay pero no las contratan por oposicionistas; se han ido con sus capitales al extranjero; las ofertas de las empresas extranjeras son más atractivas; se priorizan los convenios de integración.

Preferimos sin embargo dejar el desarrollo de las respuestas para una discusión pública de mayor participación. Los temas de la situación histórica de la industria de la construcción, por un lado, y el de la responsabilidad política en la selección de contratistas, empresarios y profesionales, por el otro, son bien importantes y merecen ser sincerados en una discusión democrática, a la cual invitamos a nuestros lectores.


 
 
 

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