Merecemos arquitectura y urbanismo de calidad
Recordemos algo: sin la construcción
del espacio, esto es, sin el producto de ese oficio que los arquitectos llamamos
arquitectura, realizado con especialistas o sin ellos, no hay vida
posible.
La especie humana, después de miles de años de evolución, no
está en condiciones de vivir sin la protección artificial de espacios
construidos por y para ella misma.
Dicho esto, que es un asunto
completamente obvio, conviene preguntarse por cuál razón el proceso político
actual no le ha otorgado al diseño, a la arquitectura, al urbanismo, esto es, a
componentes que son esenciales de la calidad de vida urbana, el papel que le
corresponde en la construcción de una sociedad distinta. El famoso y tan deseado
otro mundo posible será también un mundo construido. Tendrá que serlo
necesariamente.
¿Por qué entonces tan poca atención por parte de los
actores políticos con poder a la participación de los arquitectos y de los
urbanistas? ¿De dónde viene ese desprecio? Tal vez las responsabilidades
deban ser compartidas.
Los profesionales de la arquitectura y del
urbanismo no han sabido demostrar suficientemente su utilidad. No han avanzado
proposiciones, no han sabido hacerse escuchar.
No han encontrado los
medios para establecer una verdadera sintonía con el carácter popular de este
proceso. Queda sin embargo, el hecho de que la arquitectura hasta ahora no es
una vertiente significativa de la política pública. Hay indicios, es verdad, de
que las cosas pueden cambiar. En estas mismas páginas comentamos casos
contradictorios, unos positivos y otros negativos. Demostración de lo complejo
del asunto. Y de la necesidad de seguir insistiendo en participar.
Y en
hacerse oír. |
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Ciudades poco judiciales
En otras oportunidades
mencionamos el que parece, en principio, un excelente plan de equipamiento de la
Dirección Ejecutiva de la Magistratura, el de realizar Ciudades Judiciales
Principales y Municipales en todo el territorio nacional.
Si eso puede
servir para democratizar los servicios de la justicia, no puede haber sino apoyo
y aplausos. Pero resulta también que esas 'ciudades' que van a ser construidas
según un modelo estándar (aviso en ÚN 03/02/06),
ubicadas en las capitales de los estados y en los municipios, van a ser
necesariamenteun modelo de arquitectura.
Es decir, estamos hablando de
diseño, de proyectos, de todo lo que implica justamente la arquitectura. Y nos
van a perdonar nuestros lectores que no son arquitectos, pero aquí tenemos que
usar algo de un lenguaje que es específico de los arquitectos.
Porque así
como los médicos se entienden entre sí con su terminología, de la misma manera,
quienes somos profesionales del diseño también usamos un lenguaje que se ha
desarrollado históricamente para las condiciones específicas de la
arquitectura.
Y también nos van a perdonar las autoridades de la
Dirección Ejecutiva de la Magistratura: si los proyectos son como los que
aparecen en la información de la publicidad, estamos frente a unos errores
garrafales.
Ya se lo habíamos advertido en la página del jueves 30/11/05.
Por favor, respeten las tradiciones de calidad de la arquitectura pública
venezolana.
Los proyectos que se están elaborando (ojo, a juzgar por lo
que se ve), carecen totalmente de sentido del momento histórico y de la calidad
expresiva que debe corresponder a la decisión de darle una nueva cara urbana y
arquitectónica, esto es, una nueva forma visible, a los espacios que van a
albergar a la nueva justicia democrática de Venezuela.
No se trata de
poca cosa: el pueblo venezolano va a establecer la relación entre esos
volúmenes, esos espacios, y el nuevo carácter de una justicia que ahora debe ser
cada vez más abierta, transparente, accesible, y responsable
democráticamente.
Tal vez precisamos más y mejor información. La
solicitaremos.
Pero por lo que es posible captar, no se ha entendido bien
la trascendencia de lo que significa, realizar en lo físico de lo construido un
plan excelente como el que está planteado, especialmente el municipal, al cual
debe corresponder obligatoriamente una excelente arquitectura. Y es que,
lamentablemente, nos hallamos, como ya es habitual en Venezuela, frente a la
ignorancia (no hay otra palabra) del peso y consecuencias funcionales y
simbólicas de las obras de arquitectura.
Con ellas se hace ciudad, y
también se hace sentido ciudadano. Con ellas también se hace política. Tal vez
las autoridades de la Dirección de la Magistratura tengan tiempo todavía para
reflexionar y abrir concursos nacionales o seleccionar mejor a sus arquitectos.
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Lectores escriben
¿Puentes nacionales?
El ingeniero Ricardo Otaola nos señala
que a pesar de la conveniencia desde el punto de vista de la planificación
territorial, del segundo puente sobre el Orinoco, es una lástima que la obra sea
de una empresa extranjera, en este caso brasileña.
Es más, nos dice,
“cítenme una sola ‘Buena Noticia’ de contratos otorgados a empresas 100%
venezolanas y que no sean del Estado. Todas las ‘Buenas Noticias’ de hoy en día,
son negocios con empresas extranjeras y entes extranjeros”.
Ciertamente,
es una invitación a una reflexión interesante.
Porque, a pesar de la
evidente y comprensible exageración, la observación esmuy pertinente.
Cabe
preguntarse ¿Dónde está la industria nacional de la construcción? Más aún,
¿Dónde están los ingenieros, técnicos y diseñadores venezolanos que han dado
prueba en el pasado de saber construir de manera ejemplar? ¿Por cuál razón,
empresas y profesionales que hace años tuvieron una actuación singular no
aparecen ya en pantalla? Son preguntas cruciales para las cuales tenemos, por
supuesto, algunas hipótesis.
Como, por ejemplo, al rompe, las hay pero no
las contratan por oposicionistas; se han ido con sus capitales al extranjero;
las ofertas de las empresas extranjeras son más atractivas; se priorizan los
convenios de integración.
Preferimos sin embargo dejar el desarrollo de
las respuestas para una discusión pública de mayor participación. Los temas de
la situación histórica de la industria de la construcción, por un lado, y el de
la responsabilidad política en la selección de contratistas, empresarios y
profesionales, por el otro, son bien importantes y merecen ser sincerados en una
discusión democrática, a la cual invitamos a nuestros lectores.
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