miércoles, 20 de febrero de 2013

AyB 045 - 03 Agosto 2006
Ultimas Noticias | Jueves 03 de Agosto de 2006


Terminar lo empezado, recuperar lo abandonado




La ciudad está sembrada de ruinas modernas. Obras, muchas de ellas muy valiosas para el buen funcionamiento de la ciudad y de sus servicios. Irónico y paradójico. Es como si el Estado y los particulares hubiesen estado compitiendo a ver quién es más capaz de emprender obras y luego dejarlas abandonadas. Situación bien singular que tiene su significado. Porque o no sabemos programar o no nos cuesta nada dejar sin terminar y sin uso, obras que han costado trabajo, esfuerzo, ingenio y dinero. Dinero de todos en el caso de las obras públicas. Pero lo mismo pasa también con las obras de iniciativa privada. ¿Cuántos proyectos privados se han comenzado, a veces con bombos y platillos, y se han quedado en el mero proyecto? Con las obras públicas, los casos son sumamente notorios. El que lo es más, el Helicoide. Pero también hay edificios de oficinas, ministerios, instalaciones industriales, viviendas, de todo.
Por ejemplo, el edificio de Fede, en la Av. Libertador. Estamos hablando de Caracas, pero no hay ciudad del país que no presente el mismo paisaje de construcciones comenzadas y abandonadas. Y que ello sea frecuente cuando son los pobres que construyen, se entiende y se justifica. A la zaga del azar, ellos no cuentan, por definición, con ingresos estables y posibilidad de programar sus gastos con precisión. Cuentan en cambio con los entusiasmos recurrentes y cambiantes de quienes, desde el descampado de la pobreza, están a la caza de la oportunidad. Comienzan cuando pueden, interrumpen cuando la vida se les pone al revés, continúan cuando la suerte los ayuda.
Pero con los inversionistas, banqueros, sociedades anónimas, etc., es otro cantar. Ahí es donde se constata, por enésima vez, la debilidad estructural de nuestro capitalismo subdesarrollado. Con pocas excepciones, carece de una auténtica disciplina de empresarios, es vulnerable, temeroso, improductivo, sujeto demasiado a los vaivenes del mercado más próximo.
Y con el Estado, la cosa es muchísimo más grave. Durante décadas se comenzaron obras sin programación presupuestaria con previsión de varios años. Los gobiernos posteriores no se interesaban en las obras de los gobiernos anteriores. Siempre había razones electorales, defectos ocultos descubiertos tardíamente, recursos que faltan y oportunismo corrupto, para comenzar y abandonar. Y lo abandonado, para no terminarlo. La Galería de Arte Nacional, el Teatro del Oeste, el Pabellón de Sevilla, el Ministerio de Justicia, el Helicoide ya mencionado, tantas y tantas obras son testigos silenciosos de esta modalidad de gerencia pública, que sería pintoresca si no fuese un delito.
Cabe, ahora, señalar el cambio: las obras abandonadas o mal mantenidas, se comienzan a rescatar. Hay preocupación evidente por devolverle a la ciudad la calidad de uso y la dignidad urbana que se merece.
¿Que el problema de la basura no está resuelto? ¿Que los buhoneros ahogan el tránsito peatonal y distorsionan y degradan el contexto urbano? Todo eso es verdad. Los problemas, grandes y chiquitos siguen haciendo cola en espera de soluciones. Pero una cosa es cierta: en el caso de las obras abandonadas, éstas son tema de inversiones, de estudios y proyectos, de fechas de terminación. Ello no se puede negar: si pasan por la avenida Bolívar, por ejemplo, podrán constatar andamios, encofrados, armaduras de acero y vaciados de concreto, todos los días hasta tarde. A la Galería de Arte Nacional, como parte de un programa de conjunto, se le está devolviendo la vida.
Es lo que queríamos decir: están cambiando las cosas. Por este lado se acabó la desidia.

EN SANARE VENTEA EL FUTURO

Enclavada en Lara, estado de larga tradición libertaria y de organización comunitaria, Sanare revive a Argimiro Gabaldón, el llamado comandante Carache, y transita hacia una nueva etapa transformadora y popular. Una breve visita a ese extraordinario rincón impresiona por la claridad y entusiasmo con que las actuales autoridades describen el sueño del Sanare que quieren sea realidad. Sorprende gratamente la visión de desarrollo del municipio Andrés Eloy Blanco (debería ser más bien municipio Sanare). Frente a un plano de la región, se percibe con nitidez lo que Sanare y su territorio significan: sus fortalezas en agricultura (seguridad alimentaria), las reservas de agua de Yacambú y Dos Bocas, la tradición trabajadora de su gente, el potencial turístico. Una base sólida para alcanzar lo que ellos mismos denominan una 'Vida Buena', una 'punta de lanza y modelo de comunidad rural nueva, cuestionadora del patrón industrialista urbano y promotora de valores culturales, ecológicos y técnicos transformadores, de salud integral y de imaginación creativa'. Cuando existe voluntad, conocimiento, claridad e imaginación, no hay dudad de que algo bueno se vislumbra. Sanare es una oportunidad para demostrar cómo impulsar los procesos de cambios en localidades pequeñas. El camino es largo pero hay que comenzar a recorrerlo, al futuro hay que hacerlo presente.

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