viernes, 8 de febrero de 2013

AyB 006 - 27 Octubre 2005
Últimas Noticias | Jueves 27 de Octubre de 2005


REPENSAR LA VIVIENDA FAMILIAS TIENEN QUE IMPULSAR SUS PROPIOS PROYECTOS

Población debe organizarse para poder tener techo


La Constitución Bolivariana consagra determinantemente la participación de la población en todos los asuntos de la vida pública nacional. ¿Cómo hacer para articular la organización de la población al desarrollo de la vivienda?
La importancia de la participación de la población en la política habitacional ha sido reconocida. Desde los años 90 se incorporaron las Organizaciones Comunitarias de Vivienda (OCV) a los programas de vivienda y, desde entonces, con distintas modalidades, la organización comunitaria es un componente más de los proyectos, pero ha estado ligada al ritmo lento de los programas, siempre como un factor que va en el puesto trasero.

Ahora se propone un proceso de organización independiente, donde la población sea la vanguardia de la política, pasando de beneficiarios pasivos a impulsores de sus proyectos.

Los programas se inician con la organización comunitaria, hay que revertir el proceso actual, los comités de tierra urbana son un buen ejemplo.

Se plantea una gran operación nacional de formación para la organización de la población, al estilo de la Misión Robinson, ahora para la vivienda.

Esta gran campaña se coordinaría y tendría el apoyo técnico (procedimientos, manuales, cartillas) desde el ámbito nacional, pero su operación debe ser en el ámbito municipal.

Como primer paso, los municipios deben proceder a elaborar sus censos municipales de vivienda y las familias necesitadas de vivienda agruparse en comités para promover sus proyectos.

Como planteamos la semana pasada, la organización de la población debe estar acompañada de tres acciones paralelas: la producción del urbanismo, la producción de la vivienda y el financiamiento.

En lugar de organizarnos para invadir, organicémonos para impulsar nuestros proyectos de vivienda.

¡Seamos protagonistas de una gran Misión Vivienda!



Casas rurales: un adefesio


Hace años, décadas, en Venezuela existía un campesinado que llegaba a tener un peso demográfico, si no productivo, considerable.

Enfermos, pobres, atribulados e ignorantes, nuestros campesinos malvivían acosados por todos los males del mundo, los físicos y los de los humanos que los explotaban. Tenían sus chozas, sus chipos y terratenientes.

Pero llegó el momento en que el doctor Gabaldón, bondadoso e ilustrado, aplicó un método sanitario de reducción al mínimo de las enfermedades tropicales. Junto con el DDT se puso en práctica un amplio plan de erradicación de la malaria que también incluía varias otras importantes medidas de mejoramiento de las condiciones de vida del campesino.

En primer plano, su vivienda tradicional. Fuera ranchos y chozas, cultivo natural de los vectores maléficos. Fuera techos de paja y tabiques de bahareque.

Se formuló entonces un programa de viviendas 'rurales' que en los últimos sesenta años le ha proporcionado a miles de campesinos, techos de asbesto o de metal corrugado, pisos de cemento, paredes de bloques y retretes civilizados.

Nada que objetar, en principio.

Un excelente programa de sanidad, de cultura, de civilización.

Pero como en toda empresa humana -y no sólo humana, que también los dioses hacen lo suyo- tal proyecto tuvo sus bemoles, sus aspectos negativos que acompañaron a los positivos.

De un programa valioso nació una tosca abreviatura.

La tipología de la vivienda rural nunca fue el resultado de un estudio inteligente y sensible, midiendo con comprensión y respeto tradiciones culturales, funcionalidad ambiental y productiva, así como otras alternativas arquitectónicas y constructivas. Nacida al calor de la improvisación y del apuro, se instaló en el diseño de la vivienda para los campesinos -y luego, para agravar aún más las cosas, para los indígenas de Bolívar o de Amazonasun esquema absolutamente elemental, mediocre e ineficiente que ha repetido sus errores garrafales por sabanas y montañas de toda Venezuela.

De la riqueza auténtica de la churuata, del atta, de la waipa, del shabono, de los rancheríos wayú, de las viviendas palafíticas añú o warao, de las casas de torta de Paraguaná y del ancestral rancho campesino, pobre pero honrado, se hizo borrón y cuenta nueva, y el Estado produjo y sigue produciendo -para vergüenza de la arquitectura nacional- un adefesio bochornoso.

Entiéndase bien: no apelamos por un regreso a nada.

Tampoco es asunto de conservar tradiciones. Es simplemente un asunto de estudio, respeto, sentimiento, ingenio e imaginación.

Y de algo de talento.

Si fuera posible.

Nada se sabe



El ministro Figueroa abandonó su mutismo inicial y ahora da numerosas declaraciones públicas.

En una de ellas (ÚN 16/10/05) dijo: “Cuando preguntas por la ejecución física, no tienes el reporte. Es posible que alguna se haya pagado completa y nadie sabe si se hizo o no”, o si se comenzó o fue invadida, o si fue destruida. Es decir, que nada se sabe. Tampoco se sabe que detrás de la falta de información se esconde la corrupción, la ineficacia, la incompetencia.

El ministro podría y debería cambiar esta ignorancia por la verdad de los hechos.

Tampoco se sabe, puesto que nunca se las menciona, que cada año en Venezuela se forman unas 120 mil nuevas familias que aspiran tener casa propia.

Por eso da risa la referencia a los 6 mil damnificados que tendrán hogar en diciembre o a los 21 mil créditos y subsidios que se han otorgado durante el año.

En verdad no da risa, porque se trata de una tremenda tragedia humana. El ministro declaró (29/09/05) que hay que utilizar “las capacidades de las gobernaciones y alcaldías como una herramienta para llegar a los estratos más bajos y ejecutar políticas con las comunidades y el sector privado”. Pero pareciera que nadie sabe cómo llevar esa idea a la práctica.



 



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