lunes, 25 de febrero de 2013

AyB 073 - 15 Febrero 2007

Ultimas Noticias | Jueves 15 de Febrero de 2007



A la construcción se la come la corrupción

Henrique Hernández / Alejandro López /Juan Pedro Posani / Alfredo Roffé
acerasybrocales@gmail.com

Los enemigos de un proceso revolucionario son externos e internos. Sus pesos y rangos dependen de muchas circunstancias. En el caso de Venezuela y su 'proceso', es muy importante colocar la corrupción entre los más amenazadores enemigos internos.

Es este un asunto de gran responsabilidad para quienes queremos -y somos la gran mayoría de la población- que este país, laboratorio para el mundo, pueda acercarse a la utopía y hacerla real. Todos sabemos que la corrupción es un monstruo de mil cabezas que penetra, corroe y destruye la producción, la economía y la moral. Demasiado la conocemos: vive con nosotros desde hace siglos... Pero sí es urgente señalar que hoy ha echado raíces profundísimas en la construcción de la infraestructura y de todas sus caras.

El Estado está haciendo allí gigantescas inversiones, a todos les consta. Pero, desde las oportunidades y proposiciones de proyectos y sus prioridades, hasta la realización de los innumerables programas constructivos, ahí está la corrupción: el "cuanto hay pa’ eso" se ha impuesto descaradamente.

Todos quienes tienen que ver con la construcción saben que esta es una amarga realidad. El increíble 20%, los regalos obligados (la camionetota), los chantajes, etc, son pan de todos los días. Donde aparecen los sindicatos, los muertos asesinados y el sicariato marcan una estela vergonzosa de sangre.

Arquitectos, ingenieros, constructores y fuerza obrera, están atrapados en círculos viciosos, sometidos a todo tipo de extorsiones y chantajes. La desmoralización es grave, y grave el peligro que se cierne sobre el país sano que quiere progreso y paz.

En todo caso, si de ir hacia el socialismo se habla, este enemigo público número uno, acompañado por la ineficiencia y la incompetencia más vulgar, constituye un adversario formidable. Derrotarlo en todos los niveles, desde la matraca pedestre hasta las alturas multimillonarias de los contratos de autopistas, tiene urgencia estratégica. El alto gobierno y el pueblo politizado lo saben. Falta actuar.

 

Territorio geométrico


Dos de los motores enunciados por el Presidente tienen que ver con el debate urbano.

"La nueva geometría del poder. El reordenamiento socialista de la geopolítica de la nación" y la "Explosión del poder comunal: ¡Democracia protagónica, revolucionaria y socialista".

Recordemos una consigna muy presente en el gobierno revolucionario: "Todo el poder para el pueblo". Como el concepto de poder aparece constantemente, definiremos qué entendemos por poder para que queden claras estas reflexiones.

La competencia y capacidad de decidir no es poder. El poder es la competencia y la capacidad de ejecutar, de llevar a la dura realidad, a la dura práctica, una decisión. Un ejemplo muy claro es que en la GO Nº 5.393 del 22/10/99 se publicó un Decreto con rango y fuerza de ley sobre simplificación de trámites administrativos.

El Presidente tenía el poder de decidir que las cosas se hicieran como dice el decreto.

Pero este decreto nunca se ejecutó, nunca se llevaron a la práctica sus artículos. El Presidente, en este caso, no tenía el poder real, el que permite que la realidad concreta se modifique, y su decisión fue una manifestación de un deseo utópico, muy loable. El poder real estaba y está repartido entre los miles de burócratas opuestos por inercia al propósito del decreto.

Por su parte, el concepto pueblo es sugerente y hermosísimo pero no es operativo.

Entendemos por pueblo un número de personas, como la población de un país, o de un municipio, o la de un consejo comunal o un condominio o una casa. Pero entre esas personas hay una diversidad, y es muy raro que todas las del país, del municipio o de la casa estén de acuerdo sobre cuestiones de importancia para ellas. Sobre todo sobre qué decidir y más aún que ejecutar, qué hacer.

El municipio Pedro León Torres (Lara) tiene 120.000 habitantes urbanos y una población rural de 60.000 personas.

En teoría habría un mínimo de 60 consejos comunales urbanos y un máximo de 600 consejos comunales rurales. Si en la nueva geometría del poder el municipio desaparece como tal, sus competencias pasarían a los consejos comunales.

Qué pasaría en Torres con la competencia constitucional de los municipios. El Artículo 177, Numeral 6, se refiere al Servicio de agua potable, electricidad y gas doméstico; alcantarillado, canalización y disposición de aguas servidas; cementerios y servicios funerarios. ¿Cómo se organizaría el mantenimiento y utilización de los cementerios? En Carora habrían 52 consejos comunales, en La Pastora 2, en Río Tocuyo 2, y en Quebrada Arriba otros 2. En Los Planes del Guayabo con sus 23 familias habría un consejo comunal. En Los Planes, a unos 25 km del centro poblado más cercano, es posible que todo siga igual o que se llegue a un acuerdo sencillo entre los dos consejos comunales. Pero en Carora se complica. ¿Se crearía un comité de trabajo en una asamblea de 12.000 familias? ¿O bien en la elección sólo participarían los voceros de los 54 consejos comunales? ¿Se formaría una federación de consejos comunales con una presidencia y una directiva que asuma este tipo de actividad? ¿Quién tomaría las decisiones que deberían orientar la actividad? ¿Quién tiene el poder real para ejercerla? ¿De dónde reciben los recursos? ¿A quién le rinden cuenta? ¿Quién ejerce la contraloría social? Con competencias menos apacibles que los cementerios la cuestión se complica.

Cada consejo podría organizar la recolección de desechos en su territorio. ¿Pero quién se ocupa de la recolección final y el transporte a los vertederos? ¿Y quién se ocupa del mantenimiento de los vertederos? ¿Cómo se maneja el flujo de recursos y el control? ¿Y las policías locales? Cuando las actividades se ejecutan en territorios que son mayores que los de los consejos comunales, surge el problema de las agrupaciones de consejos para atenderlas y el poder de decisión y el poder de ejecución comienzan a separarse. El poder real, el poder de ejecución, deja de ser ejercido por las comunidades y pasa a sus representantes. La participación desaparece y aparece la representación. Este es el gran reto que hay que enfrentar y resolver para que estos dos grandes motores funcionen.



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