¿Cómo así?
La reciente visita de Rogelio Salmona,
maestro de arquitectos y protagonista de primera magnitud, a pesar de su
admirable modestia, en la arquitectura de Colombia y de América, es buena
ocasión para reflexionar, una vez más, sobre las diferencias entre la cultura de
nuestro país y la de nuestros vecinos, los más cercanos y los más
entrañables.
Colombia, recordémoslo, es un país atravesado por todas las
furias de la violencia y de la pobreza. Desde hace más de cuarenta años una
guerra civil sangrienta arrasa esperanzas e ideales. Todas las perversiones de
las mafias de la droga, los escenarios, dramas y chantajes de la mala política y
los de la corrupción, envenenan la atmósfera colombiana. Absolutamente todos los
estamentos sociales están afectados, desde las raíces de su misma existencia, en
su comportamiento individual y colectivo, lesionados hasta límites que no se
sabe si interpretar como locuras o como bufonadas crueles y
surrealistas.
Sin embargo, y así lo demostraba la acción perseverante del
gran arquitecto que es Salmona, quien habló y mostró su obra en la Facultad de
Arquitectura de la Central, Colombia tiene también otra cara, luminosa,
civilizada, iluminada por la razón y el buen gusto, cargada con una dosis
sorprendente de cultura. Porque al mismo tiempo que mueren niños inocentes en
las refriegas de los delincuentes, se construyen bibliotecas públicas que
envidiarían los suecos. Estalla la dinamita y se ordena el tráfico de la
capital.
Bibliotecas, parques, nuevos sistemas de transporte, plazas y
aceras, árboles por miles.
Mientras corre la sangre y los desplazados
vacían los campos y llenan los resquicios de las ciudades, los colombianos
siguen construyendo admirablemente, pintando, jugando fútbol, escribiendo
libros, haciendo y escuchando música. Y ganando premios
internacionales.
Como los de Salmona.
Como la arquitectura
preciosa que él sabe hacer, profundamente humana, bien construida, atenta a las
virtudes de la ciudad, para enaltecerlas como en un poema de serenidad y de
alegría. Y la pregunta entonces se hace indispensable: ¿cómo es posible? Se
matan y construyen bibliotecas. ¿Cómo así? ¿Y nosotros? ¿Por qué
no? Nosotros que nadamos en dólares petroleros y hacemos una revolución, sí,
pero absoluta y programáticamente pacífica, ¿cómo no logramos hacer realidad
tantas opciones, tantas oportunidades, tantas ocasiones de construir un mundo
nuestro mejor? Podríamos buscar y hallar razones.
Razones y excusas.
Pero las diferencias están allí y no van a desaparecer. Pero enfocando
directamente al punto de la arquitectura y de la infraestructura, viviendas y
museos, bibliotecas, escuelas y teatros, fábricas, puentes y ciudades, todo el
espacio público construido merece ser tratado de otra manera, distinta a la
indiferencia y el descuido con los cuales, tradicionalmente, la arquitectura
pública ha sido dejada en manos de la incapacidad y la
incultura.
Salvando, obviamente, las excepciones, nunca en Venezuela
hemos sido capaces de situar a la arquitectura y a la ciudad en el sitio
privilegiado que debe corresponderles, si queremos que el mundo construido sea
un instrumento de felicidad y no de angustia y sufrimiento.
Colombia: un
ejemplo. Para que aprendamos. Y para que sigamos recordando e insistiendo en que
no hay posibilidad de crear un país civilizado (y más si es justo y libre, como
pretendemos que sea) sino debajo de un techo, esto es, de una obra construida,
bien hecha y hermosa. •
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Trabajo, salud, vivienda ¿En ese orden?
El arquitecto Mariano Golberg
nos escribe desde Israel.
Considera oportuna y conveniente, interesante y
positiva la presencia crítica semanal de esta página. Manifiesta sus dudas, sin
embargo, en cuanto a su eficacia. Y sospecha que no pasamos de ser 'una voz en
el desierto'. ¿Qué contestar? Estamos plenamente conscientes de lo difícil que
en el marco de los traumas creadores por los que estamos pasando como país y
sociedad, esta modesta página, este papel, pueda alcanzar con suficiente
rapidez, otro papel, el de incidir en las acciones públicas y privadas que
conforman el hábitat.
Pero no hay que desmayar en el esfuerzo. De esto
estamos convencidos. Hoy como ayer y como mañana. Agrega Mariano otras
consideraciones que exigirían más espacio. Es necesario, afirma, levantar la
economía primero. La producción de viviendas luego viene sola.
Depende.
Pensamos nosotros.
Los ejemplos que nos da Europa, Alemania después de la
II Guerra Mundial, se refieren a contextos difícilmente comparables con los
nuestros.
En todo caso una reflexión que se las trae y que compromete
seriamente a pensar.
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¿Un edificio es una escultura?
Con imágenes
virtuales se afirma el talento del diseñador
Caracas. La
información acerca de las impresionantes estructuras que ha proyectado y
construido el español Santiago Calatrava, ha sido muy abundante. Con razón su
fama ha recorrido el mundo.
Ahora, con su exposición en el Museo
Metropolitano de Nueva York, y el comienzo de su estación del Metro en la misma
ciudad, justo en el sitio donde más duele el recuerdo, el 'ground zero' de
Manhattan, allí donde quedan las ruinas de las torres gemelas, el genial
ingeniero-arquitecto ha terminado un recorrido que desde la madre patria lo ha
llevado hasta el reconocimiento definitivo, la consagración que el imperio suele
otorgar a regañadientes.
Y el material expuesto es realmente impactante.
Una misma elegancia maravillosa para puentes y museos, rascacielos y esculturas
de granito.
Con imágenes virtuales, maquetas perfectas y objetos reales
en movimiento, se confirma el excepcional talento de este diseñador. Igual trata
una escultura de mármol de Carrara que una torre de apartamentos, y de la misma
manera resuelve los problemas estéticos como los que surgen de la resistencia de
los materiales y de la ley de la gravedad.
Y este es el
punto. Arquitectura y estructura, perfectamente unidas, son a la vez un
edificio trabajado como una escultura.
Esto es, también al revés: objetos
esculturales trabajados como arquitecturas o estructuras.
Que valen
millardos de dólares, entre otras cosas. ¡Admirable! Pero desde nuestras
penurias del subdesarrollo, las distancias son inmensas. Y no es un problema de
envidia. Es un asunto de realismo. De reconocernos en nuestra realidad. De allí
deben partir críticas, teorías y prácticas del diseño. •
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