sábado, 9 de febrero de 2013

AyB 012 - 08 Diciembre 2005
Últimas Noticias | Jueves 08 de Diciembre de 2005

¿Cómo así?


La reciente visita de Rogelio Salmona, maestro de arquitectos y protagonista de primera magnitud, a pesar de su admirable modestia, en la arquitectura de Colombia y de América, es buena ocasión para reflexionar, una vez más, sobre las diferencias entre la cultura de nuestro país y la de nuestros vecinos, los más cercanos y los más entrañables.

Colombia, recordémoslo, es un país atravesado por todas las furias de la violencia y de la pobreza. Desde hace más de cuarenta años una guerra civil sangrienta arrasa esperanzas e ideales. Todas las perversiones de las mafias de la droga, los escenarios, dramas y chantajes de la mala política y los de la corrupción, envenenan la atmósfera colombiana. Absolutamente todos los estamentos sociales están afectados, desde las raíces de su misma existencia, en su comportamiento individual y colectivo, lesionados hasta límites que no se sabe si interpretar como locuras o como bufonadas crueles y surrealistas.

Sin embargo, y así lo demostraba la acción perseverante del gran arquitecto que es Salmona, quien habló y mostró su obra en la Facultad de Arquitectura de la Central, Colombia tiene también otra cara, luminosa, civilizada, iluminada por la razón y el buen gusto, cargada con una dosis sorprendente de cultura. Porque al mismo tiempo que mueren niños inocentes en las refriegas de los delincuentes, se construyen bibliotecas públicas que envidiarían los suecos. Estalla la dinamita y se ordena el tráfico de la capital.

Bibliotecas, parques, nuevos sistemas de transporte, plazas y aceras, árboles por miles.

Mientras corre la sangre y los desplazados vacían los campos y llenan los resquicios de las ciudades, los colombianos siguen construyendo admirablemente, pintando, jugando fútbol, escribiendo libros, haciendo y escuchando música. Y ganando premios internacionales.

Como los de Salmona.

Como la arquitectura preciosa que él sabe hacer, profundamente humana, bien construida, atenta a las virtudes de la ciudad, para enaltecerlas como en un poema de serenidad y de alegría. Y la pregunta entonces se hace indispensable: ¿cómo es posible? Se matan y construyen bibliotecas. ¿Cómo así? ¿Y nosotros? ¿Por qué no?
Nosotros que nadamos en dólares petroleros y hacemos una revolución, sí, pero absoluta y programáticamente pacífica, ¿cómo no logramos hacer realidad tantas opciones, tantas oportunidades, tantas ocasiones de construir un mundo nuestro mejor? Podríamos buscar y hallar razones.

Razones y excusas. Pero las diferencias están allí y no van a desaparecer. Pero enfocando directamente al punto de la arquitectura y de la infraestructura, viviendas y museos, bibliotecas, escuelas y teatros, fábricas, puentes y ciudades, todo el espacio público construido merece ser tratado de otra manera, distinta a la indiferencia y el descuido con los cuales, tradicionalmente, la arquitectura pública ha sido dejada en manos de la incapacidad y la incultura.

Salvando, obviamente, las excepciones, nunca en Venezuela hemos sido capaces de situar a la arquitectura y a la ciudad en el sitio privilegiado que debe corresponderles, si queremos que el mundo construido sea un instrumento de felicidad y no de angustia y sufrimiento.

Colombia: un ejemplo. Para que aprendamos. Y para que sigamos recordando e insistiendo en que no hay posibilidad de crear un país civilizado (y más si es justo y libre, como pretendemos que sea) sino debajo de un techo, esto es, de una obra construida, bien hecha y hermosa. •


Trabajo, salud, vivienda
¿En ese orden?

El arquitecto Mariano Golberg nos escribe desde Israel.

Considera oportuna y conveniente, interesante y positiva la presencia crítica semanal de esta página. Manifiesta sus dudas, sin embargo, en cuanto a su eficacia. Y sospecha que no pasamos de ser 'una voz en el desierto'. ¿Qué contestar? Estamos plenamente conscientes de lo difícil que en el marco de los traumas creadores por los que estamos pasando como país y sociedad, esta modesta página, este papel, pueda alcanzar con suficiente rapidez, otro papel, el de incidir en las acciones públicas y privadas que conforman el hábitat.

Pero no hay que desmayar en el esfuerzo. De esto estamos convencidos. Hoy como ayer y como mañana. Agrega Mariano otras consideraciones que exigirían más espacio. Es necesario, afirma, levantar la economía primero. La producción de viviendas luego viene sola.

Depende. Pensamos nosotros.

Los ejemplos que nos da Europa, Alemania después de la II Guerra Mundial, se refieren a contextos difícilmente comparables con los nuestros.

En todo caso una reflexión que se las trae y que compromete seriamente a pensar.

¿Un edificio es una escultura?

Con imágenes virtuales se afirma el talento del diseñador
Caracas. La información acerca de las impresionantes estructuras que ha proyectado y construido el español Santiago Calatrava, ha sido muy abundante. Con razón su fama ha recorrido el mundo.

Ahora, con su exposición en el Museo Metropolitano de Nueva York, y el comienzo de su estación del Metro en la misma ciudad, justo en el sitio donde más duele el recuerdo, el 'ground zero' de Manhattan, allí donde quedan las ruinas de las torres gemelas, el genial ingeniero-arquitecto ha terminado un recorrido que desde la madre patria lo ha llevado hasta el reconocimiento definitivo, la consagración que el imperio suele otorgar a regañadientes.

Y el material expuesto es realmente impactante. Una misma elegancia maravillosa para puentes y museos, rascacielos y esculturas de granito.

Con imágenes virtuales, maquetas perfectas y objetos reales en movimiento, se confirma el excepcional talento de este diseñador. Igual trata una escultura de mármol de Carrara que una torre de apartamentos, y de la misma manera resuelve los problemas estéticos como los que surgen de la resistencia de los materiales y de la ley de la gravedad.

Y este es el punto. Arquitectura y estructura, perfectamente unidas, son a la vez un edificio trabajado como una escultura.


 

Esto es, también al revés: objetos esculturales trabajados como arquitecturas o estructuras.

Que valen millardos de dólares, entre otras cosas. ¡Admirable!
Pero desde nuestras penurias del subdesarrollo, las distancias son inmensas. Y no es un problema de envidia. Es un asunto de realismo. De reconocernos en nuestra realidad. De allí deben partir críticas, teorías y prácticas del diseño. •

 

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