domingo, 24 de febrero de 2013

AyB 051 - 14 Septiembre 2006

Ultimas Noticias | Jueves 14 de Septiembre de 2006


No me planifiquen nada, para eso está el mercado


Hasta los años sesenta del siglo XX, siguiendo una larga tradición cultural, era un verdadero dogma la necesidad de planificar el desarrollo del país y en especial las ciudades. En las décadas siguientes esa verdad monolítica se desmoronó, hasta llegar al punto de considerar planificación como una mala palabra.
Era la consecuencia lógica de la ideología de la globalización y del neoliberalismo. Hoy, afortunadamente, las cosas han vuelto a tener otro sentido. Las lecciones han sido muy duras y muchos los errores acumulados, en un campo y en el otro.
Así que hoy, al calor de los cambios que se suceden velozmente en América Latina y especialmente en nuestro país, planificar las ciudades ha regresado a ser una acción imprescindible, mucho más cuando es el Estado el encargado de las acciones determinantes, económicas y de infraestructura. Todo esto parece estar claro. Sin embargo, los protagonismos y la crispación política desvían a las alcaldías de su rol de planificadores de la ciudad. Como secuela de los años del rechazo de la planificación, ha quedado la idea de que es suficiente, en el caso de las ciudades, diseñar y construir algunas grandes y significativas intervenciones (¿es el enfoque de la Alcaldía Metropolitana?). Como hitos urbanos simbólicos, ellos se encargarán de generar a su alrededor unas estelas u ondas de expansión que elevarán la calidad de vida de los ciudadanos. En resumen: con unos cuantos monumentos y plazas podremos orientar el desarrollo de las ciudades. Una ideología del urbanismo claramente reduccionista que, bajo el manto del realismo y del pragmatismo, revela una desconfianza profunda en que el mundo se pueda cambiar. Las cosas son como son, hagamos únicamente lo que parezca realista. Y los arquitectos y urbanistas, inclusive los de talante democrático, en el fondo siguen afectados por las grandes decepciones políticas de los años ochenta y noventa. Pero ya es hora de que volvamos a discutir los memorables componentes de la racionalidad social progresista que hoy sí podemos y debemos recuperar y lanzarlos hacia el futuro.

Considerando

Que el problema de las ciudades y de la vivienda es muy grave y se ha empeorado por la insólita, irresponsable y bochornosa peleadera de alcaldes mayores y menores. Que las ciudades siguen sucias, trancadas de carros, cerros cayéndose y produciendo damnificados, aceras, calles y plazas buhonerizadas, oscuras e inseguras. Que la vivienda, después de siete intentos, navega sin timón ni plan de navegación, está (des)regulada por una ley deficiente e ignorada, le sobran organismos y promesas, más otros factores repetidos hasta la coronilla por
Aceras y Brocales

Que el soberano desesperanzado invade casas, terrenos, edificios, plazas, parques, riberas del Guaire; bloquea calles, autopistas, organismos, gobernaciones, alcaldías, y hasta ha llegado a Miraflores. Que el proceso de cambios exige sentido común, eficiencia, honestidad, rapidez, inteligencia y decisiones fundamentadas y audaces para acelerar el desarrollo y la calidad de vida urbana, resolver sus problemas y facilitar formas para obtener vivienda adecuada.
Acuerda

Art. 1. El máximo responsable y coordinador del sector es el ministro para la Vivienda y el Hábitat, y debe: Saber de vivienda, ser inteligente y no mentirle al Presidente. Formular la política en un mes y un plan de acción en dos. Ver la vivienda como desarrollo de ciudades e industrialización de la construcción, en lugar de número de viviendas por año. Promover a las comunidades como motor de la política habitacional. Cuando hable, usar los verbos en pasado (terminamos, hicimos, construimos, evitamos). Y los verbos en futuro, cuando piense. Evitar que la vivienda sea un tema manipulado electoralmente. Si no cumple con todo lo anterior, renunciar al tercer mes.
Art. 2. Los organismos nacionales que 'hacen vivienda' (como 12) dejarán de ser constructores y pasarán a pensar, planificar, coordinar y apoyar a gobernaciones, alcaldías y comunidades, en la ejecución de las viviendas. Y se reducirán a cuatro: Uno para ocuparse del desarrollo de las ciudades: construcción del urbanismo e integración de los barrios a la ciudad. Otro para la producción de viviendas (¡ojo!, producción es más que construcción). Otro para coordinar y apoyar la organización comunitaria. Y otro para administrar los biyuyos, no robárselos ni permitirlo, y entregarlos fácilmente para financiar las viviendas y los urbanismos.
Art. 3. En los nuevos desarrollos, el Ministerio construirá las redes principales de acueductos, drenajes, cloacas, energía, vialidad, escuelas, centros de salud, parques, canchas, etc. Las gobernaciones, alcaldías y comunidades construirán las urbanizaciones y las viviendas. En los barrios y áreas deterioradas de las ciudades, el Ministerio planificará, coordinará y financiará a las gobernaciones y alcaldías para construir la vialidad, los servicios y equipamientos. La comunidad construirá las redes internas de servicios y el mejoramiento de sus viviendas.
Art. 4. El Ministerio para la Vivienda creará, y mantendrá fino, un plan nacional de asistencia técnico-financiera a comunidades y a pequeños y medianos productores y constructores, el cual será manejado por las alcaldías.
Parágrafo Único: Para apoyar a las comunidades, especialmente en los barrios, se designará, por sectores, a un arquitecto y a un ingeniero.
Art. 5. Todo invasor de terreno, casa o edificio perderá ipso facto el derecho a vivienda y pasará a la cola de la lista de adjudicación.
Art. 6. Todo alcalde, mayor o menor, que ignore sus responsabilidades y competencias, mezcle torpeza, ignorancia, intolerancia, insensatez y ridiculez, será revocado (moralmente) y esperado en la bajadita de la crítica constructiva.
Art. 7. Los imprevistos en este decreto: el transporte público, reglamentar y ordenar a los buhoneros, recoger la basura, barrer, lavar y alumbrar aceras, calles y plazas, destapar drenajes, etc. son competencia de los alcaldes, así como los parámetros para evaluarlos (y (b)votarlos).
En Caracas, a las dos semanas del bochorno mayor y menor.


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