jueves, 4 de abril de 2013

AyB 201 - 05 Diciembre 2009

AyB 201 - 05 Diciembre 2009

Ultimas Noticias | Sábado 05 de Diciembre de 2009



Carreteras infames... ¿Hasta cuándo?

 
Durante décadas se nos ha repetido hasta el convencimiento de que en Venezuela, gracias a la democracia y a la educación, habíamos alcanzado un alto nivel tecnológico que nos permitía estar a la par con lo que los países industrializados construyen.

Algunas obras así lo confirman. La reconstrucción del puente de la autopista de La Guaira es una prueba.

Sin embargo, hay un sector de las obras públicas que desmiente categóricamente esta ilusión de que podemos ya competir en eficiencia y calidad con lo mejor del mundo.

Es con asombro y una profunda arrechera que uno constata la pésima forma como construimos, señalizamos y mantenemos la red de carreteras y autopistas del país.

No nos referimos tan sólo a la calidad y especificaciones del asfaltado, pésimas, sino a la manera absolutamente primitiva como se ejecuta su conformación de base, al trabajo infame de definición topográfica (para muestra un botón: las montañas rusas de la "nueva" autopista a Higuerote), a la absoluta carencia de señalización de bordes y canales según la normativa internacional y, por supuesto, al eterno castigo de los "huecos" que destruyen nuestro parque automotor (diseñado para otras condiciones más "normales") y que obligan a un manejo peligrosamente azaroso.

¿Será posible que a estas alturas de nuestra supuesta "modernidad", y con el dinero que se gasta en infraestructura, no podamos o no sepamos construir aunque sea una autopista, una sola, como manda el nivel de calidad normal en cualquier país normal en la cual se pueda manejar tranquilamente, sin andar esquivando cráteres, grietas y policías acostados; con bordes y canales pintados perfectamente con sus buenas líneas blancas; una superficie lisa e impecable diseñada para las condiciones locales; los avisos de señalización bien colocados, a la altura y posición correctas, etc.? ¿Es ello imposible? Si no es posible, entonces sería bueno ir viéndonos tal y como somos, demos la cara y no sigamos hablando pendejadas.

Y ajustemos nuestros programas de formación universitaria y técnica mientras llamamos a unos ingenieros viales franceses o alemanes para que nos digan cómo es que es la cosa.


Aceras, aceras y más aceras...

La peatonalización de la ciudad debe ser asumida con perseverancia, con continuidad, casi con exceso. Como un programa político permanente, con presupuesto creciente que permita aumentar paulatinamente la posibilidad de darles a todas nuestras ciudades -no estamos hablando por supuesto sólo de Caracas- la dimensión del paso humano.

En las aceras, como lugar físico, es donde se concreta el fenómeno de la creación de ciudadanía, no lo olvidemos nunca. Así que aumentar la cantidad de metros cuadrados dedicados a las aceras debe convertirse en un plan primordial dentro de lo que hay que hacer para reconstruir las ciudades según un plan humanista. Transporte colectivo y aceras y más aceras: una tarea inmediata para la acción del gobierno en todos sus niveles.

Cómo se preparaba un plan de vivienda


En otros tiempos, antes de que el posmodernismo y el neoliberalismo arrasaran con las instituciones que los movimientos sociales populares habían construido con enormes esfuerzos físicos e intelectuales, se manejaban métodos diversos, pero con bases comunes, para mejorar la calidad de vida de la población en el sector de vivienda y desarrollo urbano. Hablamos de desarrollo urbano porque es un concepto más limitado pero con suficiente autonomía e importancia. Hablar de hábitat y de ambiente es otra cosa, también importantísima, pero es otro sector.

Si no establecemos ciertos límites y ciertas diferencias la confusión nos devora. En aquella lejana época la base común era que se establecía una jerarquía de niveles operativos que todas las metodologías aceptaban. Había políticas, como por ejemplo establecer que todo grupo familiar necesitaba y merecía una vivienda habitable; también había planes en los que se establecían metas para períodos más o menos largos, como la de construir 500.000 viviendas habitables en 5 años.

Luego estaban los programas que desagregaban los planes y los caracterizaban, haciéndolos más concretos, como construir 20.000 viviendas habitables en 2 años en determinada ciudad. En seguida venían los proyectos, todavía más específicos y caracterizados, como por ejemplo construir 1.200 viviendas habitables en el terreno denominado con su nombre.

Por último la ejecución, la construcción, por ejemplo de 600 unidades en la zona A del susodicho terreno. Se hablaba de planificación pensando en el proceso integral. Se calificaban las viviendas de habitables porque en su estructura eran sanas, seguras, cómodas, agradables y porque, sobre todo, contaban con los servicios de infraestructura (vialidad, agua potable, cloacas, drenajes, electricidad) y los equipamientos colectivos (edificios e instalaciones para la educación, la salud, el abastecimiento, la cultura, el deporte, la religión, las relaciones sociales, etc.). Había muchísimas variedades de políticas, desde adoptar la gran industrialización hasta escoger la producción comunitaria de vivienda, y muchísima variedad de planes. Las metas podían ser también rehabilitar 2.300 barrios en 5 años. Los métodos podían ser muy distintos, desde la jerarquización total en la toma de decisiones hasta la democratización completa, llevando ese proceso a las bases participativas.

Pero, más o menos, se construía un sistema. No inventado por supuesto. Por el contrario, basado en los más penetrantes diagnósticos y en toda una filosofía de la vida. Había un inmenso respeto por la calidad de la vida. Ese respeto implicaba, además, una grandísima preocupación por el diseño. Cuando la marea del posmodernismo y el neoliberalismo perdió fuerza, se detuvo y comenzó a retroceder, las esperanzas resurgieron. Debe aparecer un nuevo mundo.

En Venezuela se dio un cambio radical en 1999. Es obvio que en las sacudidas transformadoras de los primeros tiempos todo fuera puesto en revisión, en duda, en crisis, pero también que surgieran nuevas ideas, nuevas concepciones, nuevas formas de ver y conformar la realidad. En el sector vivienda y desarrollo urbano no ha sido así. El sistema que hemos muy someramente descrito fue el sistema de la modernidad. La posmodernidad y el neoliberalismo acabaron con ese sistema. Esperábamos que surgiera un nuevo sistema, más rico, más creativo, más lanzado hacia el futuro que el sistema moderno.

Pero hasta ahora no ha sido así. El desastre posmo y neoliberal ha logrado sobrevivir al proceso revolucionario. Pero las fuerzas del socialismo son las fuerzas del progreso de la historia y terminarán por imponerse.


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