Alejandro López y Alfredo Roffé
acerasybrocales@gmail.com
LA VIVIENDA ES COMO EL CEPILLO DE DIENTES
Perplejidad pura
al leer las ideas sobre la propiedad que tiene el político Julio Borges quiebra
lanzas para que “tú puedas ser dueño… una sociedad donde todos seamos
propietarios: de la tierra, de nuestra casa, de las empresas públicas, del
petróleo… creo en la propiedad para ti…” (ÚN 04-04-10). Resalta la
individualización absoluta de la propiedad, olvidando, quizás supinamente,
otras modalidades de propiedad. Todo parece indicar que el trasfondo de su
posición es contradecir el enfoque actual del gobierno revolucionario. Esto
parece evidente cuando escribe: ”… se ha proclamado marxista y está llevando un
ataque feroz contra la propiedad… Chávez cree en una Venezuela donde ni tú ni
nadie es dueño de nada. Sólo el Gobierno. Su visión es eliminar la propiedad…
cree en la propiedad para él…” (?). Apartando la lucha política en que se
mueve, sería conveniente que Borges revisara sus ideas. Por ejemplo, sabrá lo
que implica atomizar la propiedad de la vivienda en las zonas de barrios donde
los espacios de una vivienda se “montan” sobre los de otra. Pero más importante
aún, sabrá lo que significa habilitar barrios, reubicar familias, crear áreas
comunes, parques, módulos de Barrio Adentro, casas comunales, hacer vías de
acceso y un largo etc., con infinidad de propietarios, cada uno velando por lo
suyo y no por lo colectivo. La idea de atomizar la propiedad, en la ciudad,
atenta contra el reordenamiento urbano que requiere integración de lotes para
los equipamientos, servicios y viviendas colectivas. Se debería asesorar mejor
y razonar lo que plantea. Pero bueno, al menos tiene propuestas, aunque sean un
disparate, porque la carencia de ellas por los políticos oposicionistas es
inaudita. Disparate porque pensar que la propiedad debe ser sólo individual en
todas sus posibilidades es confundir la tierra, la vivienda, la fábrica o el
petróleo, con un cepillo de dientes.
Deben coexistir la propiedad familiar y |
Tinieblas
Cuando se escriba la historia natural y moral de la
revolución bolivariana, sus redactores tropezarán con tantas dificultades como
las tuvieron los vetustos historiadores de Indias, los célebres Mártir de
Anglería, Fernández de Oviedo y tantos otros. Tendrán que hurgar en un mar de
anécdotas, calumnias, recuerdos, chismes, opiniones, versiones, relatos,
cuentos y sueños para tratar de encontrar los hechos verdaderos. Porque no se
conservará información verdadera, oportuna y objetiva sobre el período.
En nuestro tiempo su representación histórica
tiende a crear una imagen fantasmagórica, alucinante, caleidoscópica,
espectral. Pero en Venezuela esta característica es dominante, obsesiva,
invasora. Un ejemplo maravilloso lo encontramos en nuestro campo: la vivienda,
el desarrollo urbano, el hábitat.
Es y será imposible establecer series estadísticas
históricas de cuántas casas y cuántos apartamentos se construyeron, cuántas
hectáreas fueron arrasadas por las invasiones, cuántos edificios nobles y
normales para la educación y la salud se hicieron y cuántos desaparecieron en
el abandono y la mugre.
Cuántas familias lograron mejorar sus viviendas. Cómo eran
las edificaciones, con qué prácticas se construía, cómo interactuaban con el
calor y la lluvia.
En fin, cómo era el ambiente construido y cómo era
la vida en ese ambiente. Sólo será posible disponer del falso mundo ofrecido
por los medios de comunicación que antes describimos. Días atrás, según
informaciones de la Cámara de la Construcción, en septiembre la empresa privada
tenía 98.246 viviendas en construcción, pero en diciembre sólo había 81.000. No
fue que se terminaron 17.246, sino que desaparecieron.
En 2010 dicen que la plata disponible garantiza que
se realicen 70.000 soluciones de las cuales 26.000 serían del sector público.
¿Son nuevas o las que estaban en construcción? ¿Incluyen las que se iniciaron
en 2002? Nadie lo sabe ni lo sabrá nunca. Las cifras de las memorias
ministeriales nadie puede comprobarlas. Se creen o no se creen. Todavía retumba
la frase de un ex ministro: "Se harán tantas casas como se puedan
hacer". Y a ti, contralor social, ¿qué te importa?
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