Círculo infernal
Los contrastes en vivienda. Cortesía JV Gómez Gómez |
En Venezuela esta operación implica que en un 60 % de los casos, aproximadamente, la pareja tiene que construirse su propia vivienda en el terreno que puedan ocupar. La razón es que la producción pública de nuevas viviendas es insuficiente para satisfacer la demanda de las nuevas parejas que no tienen recursos para adquirir una vivienda producida por el sector privado. Estas parejas sin recursos son aproximadamente el 85 % de la población total.
Así la gran mayoría de nuevas parejas construye ranchos, que en muchos casos van mejorando poco a poco, pero siempre todos apiñados, los barrios, sin servicios de vialidad, agua, electricidad, cloacas, drenajes, etc., sin equipamientos como escuelas, centros de salud, campos deportivos, etc. Sus habitantes están condenados a una vida sin calidad. Es una población heroica por su capacidad de supervivencia y su voluntad.
Pero sobre ellos se cierra así el círculo infernal. Más que un círculo es una espiral, porque la cantidad de personas viviendo en esas condiciones indignas es cada vez mayor. ¿Qué hace el Estado? Antes que nada fracasar en su incapacidad de encontrarle soluciones al problema de las nuevas viviendas. Luego fracasar, lastimosamente, en sus caritativas iniciativas para habilitar los barrios.
Desde los tiempos de Cruz Fernández y las primeras generaciones de arquitectos adecos hasta el CONAVI revolucionario y el MOPVI se ha tenido conciencia del problema de los barrios y se han intentado soluciones, paliativos, pañitos tibios, con magros, escasos, muy escuálidos resultados.
El problema de los barrios es que se necesita liberar terreno para construir servicios y equipamientos. Para liberar terrenos se necesita demoler viviendas. Pero hay una resistencia feroz, a muerte, de las familias a ser desalojadas, expulsadas de sus casas, de su entorno físico y social, de las redes de solidaridad que les permiten supervivir. Una resistencia perfectamente justa. Todos los programas de habilitación fracasan porque no tienen alternativas aceptables para que unas familias acepten abandonar sus hogares y trasladarse a una nueva vivienda.
Por ejemplo, el reciente metrocable de San Agustín, tuvo que ser construido en el aire, con estructuras aéreas con un mínimo de apoyo en el terreno, por no poder reubicar algunas viviendas y liberar terrenos. Lo poco que se pudo liberar fue trasladando familias a las vecinas Terrazas del Alba, en la vertiente sur del cerro. El costo se multiplicó por diez y el tiempo de ejecución por cinco. No hay un solo programa de habilitación de barrios que haya sido exitoso de manera significativa. Esto no tiene solución sino hay un cambio radical de políticas. Primero, se necesita un programa importante de nuevas viviendas, que permita el traslado de parte de los habitantes de los barrios a esas nuevas viviendas. Segundo, se requiere una logística social que permita identificar redes de solidaridad social en cada barrio y hacer un trabajo de concienciación colectiva para que los integrantes de la red, en su totalidad, acepten trasladarse a algún conjunto de nuevas viviendas.
Luego, en el barrio, otra operación de logística social permitiría reubicar algunas familias en las liberadas en el barrio, operación muy factible, y lograr así disponer de grupos de viviendas vacías adyacentes que puedan ser demolidas para la construcción de servicios y equipamientos. Es una tarea compleja, difícil, pero es la forma de romper el círculo infernal.
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