Alejandro López y Alfredo Roffé
acerasybrocales@gmail.com
TRISTES ESTADÍSTICAS
La proyección del INE de la población de Venezuela para 2010
es de 28.833.845 habitantes. En el penúltimo Censo, el de 1990, éramos
19.734.723. En 20 años crecimos 9.100.000 y unas 455.000 personas por año.
Entre 1990 y 2000 se construyeron con permisos, cálculos, etc. es decir
formalmente unas 660.00 viviendas, y entre 2001 y 2010 a unas 500.000 viviendas
aproximadamente. Nadie sabe cuantas son en verdad. Más o menos 1.160.000
viviendas en 20 años. La gente por su cuenta, el llamado sector informal,
construyó en los barrios unas 2.100.000 viviendas, casi el doble.
Si estas tendencias se mantienen, bajando bastante la tasa
de natalidad, dentro de 20 años la población será de 37.400.000 y se habrán
construido 2.900.000 viviendas, de ellas 900.000 formalmente y 2.000.000 en
nuevos barrios. En 1990 se estimaba que 10 millones de venezolanos, el 50 % de
la población, vivía en barrios.
En 2030 vivirán en barrios 23 millones de personas y en
zonas formales 14 millones. Nótese que en las zonas formales están incluidas
las viviendas y urbanizaciones construidas por el gobierno. Los barrios son
barrios: mucha dificultad de acceso, muy poca agua potable, poquísimas cloacas,
drenajes sólo los naturales. Casi sin escuelas, nada de campos deportivos, muy
pocos centros asistenciales y de abastecimiento, etc.,etc.,etc. La propia
sucursal del Infierno. Este tétrico panorama no incluye las grandes catástrofes
naturales.
La imagen que está construida en la mente de la vanguardia
revolucionaria es otra. Totalmente otra. Es un mundo donde la calidad de vida
ha crecido extraordinariamente, donde las necesidades materiales están
básicamente satisfechas, la sociedad es solidaria, fraternal, el espíritu y el
cuerpo se regocijan con las propias creaciones y las de su civilización. Es una
imagen estupenda, magnífica.
Pero la realidad se encarga de demostrar que las buenas
intenciones no bastan, son sólo piedras del camino a las tinieblas. Es
necesario enfrentarse con la realidad, la difícil realidad, la complejísima
realidad. Las políticas de vivienda y hábitat actuales están disociadas de la
realidad. Hay que modificarlas radicalmente y cuanto antes mejor.
Un último comentario es sobre la visión angelicalmente
ingenua del dirigente de oposición Julio Borges sobre el problema de la
vivienda, en Ultimas Noticias del 14.3.10. El único problema que ve es el del
financiamiento. Dar subsidios, bajar los intereses y ya, por arte de magia, la
cuestión se resuelve, todo el mundo puede comprar una casa. En el fondo no es
por arte de magia sino por arte del mercado. Aumentando la capacidad de pago de
la demanda el sector privado es capaz de aumentar su producción y llegar a las
metas necesarias.
Esto no es así, en la producción de la vivienda y del
hábitat influyen infinidad de factores técnicos, económicos, políticos,
sociales y culturales que van mucho más allá de manipular una ingeniería
financiera de mala muerte. Es una proposición de una superficialidad
sorprendente.
¿QUE PASARÍA?
Si cada barrio y
urbanización popular tuviera la asistencia de un equipo de arquitectos e
ingenieros con la finalidad de evaluar la situación existente de accesibilidad,
servicios, equipamientos y capacidad de respuestas ante amenazas sísmicas y
deslaves de cada sector y de sus habitantes.
Si fueran
eliminados todos los “burros” o “policías acostados”, todos toditos, y fueran
sustituidos por una eficiente administración de tráfico y elementos
inteligentes de diseño urbano que contribuyen con la reducción de velocidad.
Si todos los que
viajamos por tierra por el país somos atendidos con amabilidad, solidaridad y
apoyo por los funcionarios en las alcabalas y no matraqueados como se está
generalizando.
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