miércoles, 17 de abril de 2013

AyB 258 - 03 Febrero 2011

AyB 258 - 03 Febrero 2011









EL DEFICIT NO EXISTE

 

Podría parecer un disparate, una necedad. Ilustres académicos, notables políticos, grandes voceros y voceríos hablan todo el tiempo del déficit de vivienda. Los más desaforados hablan de un déficit de 3.000.000, los planificadores gubernamentales hablan de 1.650.000 y hasta el Instituto de Estadística se pronuncia por 750.000. La confusión es a veces motivada por oscuros intereses económicos o políticos que procuran pescar en río revuelto pero normalmente por falta de reflexión, por comodidad, falta de exigencia. Porque nos dejamos envolver por un uso del lenguaje que nos lleva a perversas conclusiones sobre lo que hay que hacer. Toda esta algarabía, en la que a veces inclusive hemos participado, sólo sirve para deformar la realidad, crear un manto de pesada niebla sobre la verdad de los hechos, oscurecer y deformar el pensamiento. Trataremos de demostrarlo.
 El déficit en términos estrictos es la carencia de algo que se considera necesario. Si tengo que pagarle al carnicero 675 Bs. y sólo tengo 175 Bs., tengo un déficit, una carencia, de 500 Bs., 500 Bs. que no existen. Si un político dice que hay un déficit de 2.000.000 de viviendas está mintiendo, está deformando la realidad, porque sugiere que no existen. No es verdad, lo que no existe son 2.000.000 familias que carezcan de vivienda, que vivan a la intemperie, expuestas al sol, la lluvia, el viento, el frío, los animales, los delincuentes. Lo que es más o menos cierto es que hay unas 750.000 familias que habitan viviendas, que sí existen, construidas con materiales casi desechables. Pero lo que se quiere decir, falsedades, es que hay que construir 2.000.000 de viviendas nuevas para eliminar el déficit. Tremendo negocio para los constructores privados, tremendo motivo para atacar al gobierno que no las hace.
Hay que sacudirse. Pensar con lucidez. Abandonar el instante congelado y abordar la duración, la vida en el tiempo. El razonamiento no es ni tan complicado. Antes que nada definir con precisión el objeto del problema, cuál es la carencia precisa, el déficit con nombre y apellido y luego ver cuáles son sus características, cómo y por qué esas carencias cambian en el tiempo y que es lo que hay que hacer realmente para eliminarlas. Lo que se desea es que las viviendas sean resistentes a los embates de la naturaleza y de la delincuencia, que protejan contra las inclemencias del medio ambiente y aprovechen sus bondades; que sean suficientemente amplias para que no haya hacinamiento ni promiscuidad, que dispongan de los servicios públicos (agua, cloacas, electricidad, gas) y de los equipamientos colectivos (de vialidad, educación salud, recreación, cultura, administración). Cualquier elemento de estos puede faltar: el agua potable, la escuela, la estructura resistente. Tendremos entonces un déficit. Pero con nombre y apellido: un déficit de abastecimiento diario de agua para tantas viviendas, un déficit de tantas escuelas de 800 alumnos, un déficit de estructuras, construcciones resistentes, en tantas viviendas. Y para cada déficit buscar la manera de eliminar la carencia.
Tomemos el tema de los materiales, que es el que origina la mayor confusión. Si hay 100 ranchos construidos con materiales desechables se dice que hay un déficit de 100 viviendas y que hay que construir 100 viviendas. No. Lo que hay que hacer es sustituir los materiales desechables por materiales sólidos, seguros. (La excepción es si los ranchos están en terrenos de alto riesgo, que deben ser demolidos y se deben construir otras 100 viviendas). La acción que hay que tomar es mejorar los materiales y las estructuras. Y esto lo hace la gente misma, no el gobierno. Según los Censos en 1981 el déficit era de 492.000 ranchos, en 1990 bajó a 459.000 ranchos y en 2011 subió a 490.000 ranchos. ¿Eran siempre los mismos ranchos? Por supuesto que no. Entre 1981 y 1990 los que existían en 1981 se transformaron en casas y se fueron formando los que aparecen para 1990. Igual entre 1990 y 2001. En un período entre 3 y 5 años la gente transformó su rancho en una casa perfectamente habitable.
Una lección. Si no se formaran nuevos ranchos, viviendas de materiales desechables, los que existen en 2011 desaparecerían en un máximo de 5 años, porque sus habitantes las transformarían. La lección es que si se producen suficientes nuevas viviendas con materiales apropiados para que cada familia que se forma, no se producirían nuevos ranchos y desaparecerían los ranchos. Los vociferantes no podrían hablar de déficit de vivienda.
Segunda lección. Claro que persisten las carencias en los servicios públicos y los equipamientos colectivos. Hay que dotar de agua potable continua a todas las viviendas. Hay que recolectar todas las aguas servidas. Tiene que haber suficientes escuelas para todos los niños, suficientes campos deportivos, diversificados, para todos los grupos de edades de toda la población. Y esta es una tarea que los habitantes, las familias, es imposible que puedan cumplir, en el estado actual y por muchos años de la organización social. Esta sí que es la tarea del gobierno.
Tercera lección. No es necesario que el gobierno y las empresas privadas construyan todas las nuevas viviendas necesarias para todas las nuevas familias que se van formando. Como lo demuestran los hechos, muchísimas familias pueden construir progresivamente sus propias viviendas. El gobierno tendría que urbanizar muchos terrenos, dotarlos de los servicios públicos y de los equipamientos colectivos necesarios y proporcionar parcelas donde las familias puedan construir progresivamente sus viviendas, mejor aún si se les da asistencia técnica y una buena logística de suministro de materiales.
Tal vez así alcancen los reales para resolver los problemas futuros de la vivienda en Venezuela. Eso sí, eliminando la corrupción. También le queda al gobierno la enorme tarea de habilitar los barrios existentes para esta fecha.

FUERTE TIUNA

Construir 40.000 viviendas en esos terrenos es quizás la operación urbana realizada en Caracas de mayor envergadura después de Caricuao. Es tan seria esa decisión, que no puede estar en manos sólo de arquitectos, ni sólo de políticos, ni sólo de constructores, ni sólo de financistas. Es una nueva ciudad, casi como Coro, Ciudad Ojeda, Valera, La Victoria o El Tigre, que exige un enfoque y una planificación del más alto nivel. El impacto de 200 mil personas en ese relativo angosto y poco espacio estrangulado por montañas, un río y una ya insuficiente autopista, generará tal cantidad de viajes y requerimientos de educación, salud, comida, recreación, deporte, agua, cloacas, energías y pare de contar, que a lo argentino: no es poca cosa. Incluso aunque se ejecute en varios años. Caracas tiene limitaciones severas en esos equipamientos para los habitantes actuales ¿Cómo será para esta nueva concentración? ¿Cuál plan de expansión urbana sustenta la construcción de tal cantidad de edificios y en la forma como se observó en las maquetas expuestas? Es demasiado relevante ese desarrollo, por lo que sería insólito y arriesgado que se analizara como una simple aglomeración de apartamentos y casas. La vivienda es un asunto muy serio para que ella en si misma sea el objetivo.

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