martes, 9 de abril de 2013

AyB 218 - 22 Abril 2010

AyB 218 - 22 Abril 2010

Alejandro López y Alfredo Roffé
acerasybrocales@gmail.com


PERMISO PARA PROPONER

La mayor parte de la población venezolana, digamos 60 %, vive en barrios. Este porcentaje crece cada año. Los barrios se originan en las grandes ciudades. No hay barrios en las áreas rurales ni en las pequeñas ciudades. La característica fundamental de los barrios es que se forman como conglomerados de viviendas construidas por las personas que las van a habitar, en los mejores terrenos que pueden conseguir sin pagar nada o pagando una pequeña cantidad a algún promotor popular que organiza un parcelamiento precario en terrenos que puede ocupar sin pagar nada. Cuando la familia constructora toma propiedad de la parcela levanta una vivienda precaria, con materiales de mínima calidad y sin servicios infraestructurales: ni agua, ni electricidad, ni acceso o con muy difícil acceso, etc. En los conglomerados las vías de acceso son mínimas e inadecuadas, no hay previsión de áreas para equipamiento como escuelas o ningún otro.

Poco a poco las viviendas se van mejorando y ampliando hacia los lados o hacia arriba, exagerando un poco puede decirse que no queda ni un metro libre de terreno. No importa que el riesgo ante posibles sismos sea cada vez mayor con la altura y la densidad. Llega el agua aunque sea cada 15 días, la electricidad se consigue con relativa facilidad. El estado construye alguna que otra cloaca y alguna que otra calle o vereda o escalera. Pasa más tiempo y todo sigue mejorando, creciendo, densificándose, pero siempre con un gran déficit de equipamientos para la colectividad, con un tremendo riesgo ante los sismos, y en no pocas oportunidades riesgos porque se han utilizado terrenos inundables o que pueden deslizarse. Cada conglomerado, cada barrio, cumple este ciclo.

Por eso hay barrios consolidados, estables, o en diverso grado de crecimiento. La gente, las personas viven mal. Los niños y los viejos peor todavía. Esto en Venezuela es una necesidad universalmente reconocida. Desde hace 60 años se intentan soluciones que nunca llegan a nada. ¿Por qué? La construcción de los equipamientos colectivos sólo puede hacerse en terrenos libres. No se puede construir una escuela sobre unas viviendas, ni se puede construir o ampliar una calle sobre las viviendas. Por lo tanto hay que demoler viviendas para liberar terrenos para construir los equipamientos que permiten a la población alcanzar un nivel aceptable de vida. Las viviendas no pueden demolerse con la gente adentro pero ninguna familia quiere mudarse y con mucha razón. No quieren entrar en el camino infernal de conseguir otra vivienda. Tampoco quieren perder por nada los vínculos de solidaridad con otras familias del barrio. Vínculos fuertes y reales que ayudan a sobrevivir en circunstancias hostiles. Cualquier proyecto público o privado fracasa ante esta resistencia titánica. Todos los proyectos han fracasado y fracasarán mientras no se adopte otra política inteligente y humanística.

Hay que hacer un proyecto racional y creativo de cómo debe transformarse el barrio, identificando las necesidades reales. Establecer las áreas  que deben demolerse y censar las viviendas que deben ser demolidas. Por decir algo 370 en un barrio de 1.680. Luego con un fino trabajo de sociometría y acción social establecer grupos de familias entre las que hay lazos de solidaridad y complementariedad más fuertes. Digamos 8 grupos de 35 y 3 grupos de 30. Hay que disponer entonces de 8 grupos de 35 casas y 3 grupos de 30 casas preferentemente en una urbanización nueva, o en varias, con todos sus servicios, en condominios horizontales o hasta mixtos o verticales y continuar con la acción social para convencer a esas 370 familias de que acepten mudarse. Una vez desocupadas las 370 casas y sus respectivas parcelas en el barrio en habilitación hay que continuar con la labor social para que las familias que todavía queden en viviendas que hay que demoler según el proyecto, acepten mudarse a las viviendas desocupadas que dejaron las primeras 370 familias. Estamos así casi al final. Sólo queda demoler, liberar terrenos y construir los equipamientos colectivos y de servicios. Final feliz. Todos contentos. Mejor calidad de vida para todos. Es un proceso largo y difícil, pero seguro y con una perspectiva optimista y estimulante.

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