TIPS BICENTENARIOS
El camino de la decisión. En la Gaceta Oficial Nº 39.643 se
publicó el Decreto que crea el Órgano Superior del Sistema de Vivienda dirigido
por el Presidente de la
República y del cual forman parte el Vicepresidente Territorial
y siete ministerios: Vivienda, Ciencia, Tecnología e Industrias Intermedias,
Industrias Básicas, Ambiente, Comunas, Interior y Justicia y Defensa. Hay una
imagen difundida de la administración pública según la cual cualquier
funcionario para decidir algo tiene que pedirle permiso al Jefe de Sección, el
Jefe de Sección al Jefe de Departamento, éste se lo pide al Director Sectorial,
a su vez éste al Director General, el Director General pide la venia del
Viceministro, el Viceministro la del Ministro y el Ministro al Presidente de la República. Cuando
el Presidente decide, se inicia el camino de regreso.
Diferencias. El esquema jerárquico que
funciona en el ámbito militar exige una ciega obediencia a la instancia
superior y es un esquema que en ese ámbito funciona muy bien. Lo malo es que no
funciona tan bien en el ámbito civil de la administración pública, donde la obediencia
no es automática, superviven las voluntades individuales y se requiere un
proceso y una dinámica de discusión de alternativas, de persuasión, de
negociación, de razonamiento colectivo y participativo. Por supuesto que no se
trata de la anarquía donde la opinión de cada uno tiene el mismo peso. En cada
nivel tiene que haber una capacidad de decisión colectivamente aceptada.
La gerencia oportuna. En los procesos
productivos, como el de la industria de la construcción, intervienen un
considerable número de disciplinas y actores y no se puede aplicar una gerencia
militar, donde el superior decide. Ni una gerencia colectiva donde todo el
mundo opina. Ni un régimen completamente vertical ni un régimen completamente
horizontal. Por su naturaleza la construcción presenta un gran número de
imprevistos que es necesario resolver sobre la marcha. La planificación de las
obras tiene que ser estricta pero muy flexible y los nudos hay que resolverlos
de inmediato. En este campo no funciona ni la gerencia militar ni la gerencia
colectiva. La gerencia oportuna y certera en la industria de la construcción es
vital. Pareciera que es uno de los vértices que faltaron en la concepción
presidencial.
Como urbanizar. Por el Decreto Presidencial
8.041 (15-02-11) se estableció el control del Gobierno sobre 2.703 hectáreas en
Caracas, Vargas, Miranda, Aragua, Lara, Zulia y Anzoátegui. A 60 viviendas por
hectárea servirían para 162.180 viviendas. Un gran paso por diversas razones.
En la práctica son muy pocas. Para las 1.800.000 viviendas de 2013 a 2018
serían necesarias 30.000 hectáreas, pero indican el camino. Para utilizar la
tierra hay que urbanizarla. Esto implica estudios topográficos y de suelo,
pre-certificación de agua y electricidad, pre-estudio de impacto ambiental y
social, proyecto de urbanismo, contratación y ejecución de obras. Un largo
proceso difícil de comprimir, por eso hay que adquirir la tierra con mucha
anticipación. La ventaja es que el proceso constructivo no queda al azar de las
iniciativas particulares. En nuestras ciudades hay muchas zonas que están
previstas para desarrollos residenciales formales pero estos son discontinuos,
surgen un pedacito aquí o allá, en un terrible desorden y sin equipamientos, al
azar del mercado capitalista. Por otra parte están los barrios que aparecen
como insospechados volcanes en donde la vigilancia y la represión lo permiten.
El otro componente son las urbanizaciones del gobierno que rara vez se ubican
según criterios adecuados de desarrollo urbano. Si hay una autoridad que va
urbanizando los terrenos adyacentes a las ciudades y asigna grandes lotes a
diversos grupos y organizaciones para que desarrollen las viviendas y
equipamientos se lograría optimizar el transporte, los servicios y las
inversiones con grandísimos beneficios sociales y económicos.
Los grandes misterios. El de las cabillas,
mallas y perfiles metálicos para la construcción. Otro, más tenebroso todavía,
es el del cemento. Según autoridades ministeriales se necesitan 9,35 toneladas,
en promedio, para construir una vivienda. Las 150.000 viviendas de 2011
necesitarían 1.402.500 toneladas de cemento. Entonces pareciera que el Ministro
tiene toda la razón al afirmar que hay cemento de sobra. Según el Banco Central,
citado por Ultimas Noticias, en 2008 se produjeron ocho millones de toneladas y
en 2009 siete millones. En 2005 se producían 8,18 millones de los cuales se
exportaban 3,80 millones y en el país se consumían 4,18 millones. Sin embargo
todos los constructores dicen que no se consigue cemento en el país. Se sabe
que entre el precio regulado y el precio de venta real del cemento hay
diferencias inmensas que se disimulan bajo el manto de costos de manejo y de
transporte. También se dice que hay poderosísimas mafias que compran en las
plantas del gobierno al precio regulado y venden mucho más caros con ganancia
multimillonarias. Pero ni siquiera así se entiende que pasa. Pareciera que se
desaparecen millones de toneladas para que haya escasez en el país. ¿Se
exportan? Nada se sabe. Pero casi todos los constructores justifican sus
retrasos con la cantinela “¡No hay cemento!”. El Plan Bicentenario de Vivienda
guinda de un hilo si este problema no se resuelve.
Preguntas al voleo. Sería conveniente intentar
explicar algunos hechos cotidianos. Ejemplos: ¿Por qué son imparables las
invasiones de terrenos, edificios y urbanizaciones? ¿Por qué comunidades como
la UD 5 de Caricuao (Ccs) rechaza el uso de un terreno para vivienda y exige
que se construya la Universidad Simón Rodríguez? ¿Por qué es raro o inexistente
que el sector público emprenda proyectos de renovación urbana como El Silencio?
¿Por qué es tan frecuente que se inicien planes, programas, proyectos, obras, y
al poco tiempo se paralizan indefinidamente?
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