martes, 9 de abril de 2013

AyB 219 - 29 Abril 2010

AyB 219 - 29 Abril 2010

Alejandro López / Alfredo Roffé
acerasybrocales@gmail.com

¿Qué diablos pasa con La Carlota?


Con la propuesta de un gran parque en La Carlota está pasando algo que se ha convertido en un procedimiento demasiado frecuente. Se toma una decisión, es decir, el Presidente de la República, máxima autoridad de la nación, elegido de manera absolutamente democrática (hay que recordárselo todo el tiempo al oposicionismo, que no siga con la misma tonta cantaleta, que se mire en el espejo de las llamadas democracias occidentales y compare) toma una decisión, pasa el tiempo…, y no se ejecuta nada de lo decidido. A veces ocurre inclusive algo opuesto a las intenciones de los decretos correspondientes.

Es el caso de La Carlota: tanto alboroto aquí y allá, en las filas del gobierno revolucionario y en la oposición. Todos aparentemente de acuerdo -insólito pero cierto- en que es excelente desde todo punto de vista, la conversión de la base aérea en un parque unido al Parque del Este, manteniendo a la vez las condiciones para situaciones de emergencia, que en Caracas no son infrecuentes… y después de años, no ha pasado nada. Por el contrario, los chismes corren, que si están construyendo oficinas, laboratorios y viviendas, que si los chinos de noche…etc.

Doble error. Uno, no proceder a concretar en la práctica una decisión de enorme valor urbano, ecológico y político. Y dos, no informar pública y democráticamente, las razones de la demora, fomentando así toda una selva de dudas, temores y acusaciones.

No hay excusas posibles. El parque de La Carlota es una categórica necesidad para Caracas. De hacerse este año, sería una magnífica celebración del Bicentenario. La decisión ha sido tomada y expresada públicamente por el Presidente.

Y entonces ¿qué diablo pasa? ¿Habrá que creer que hay gato encerrado? ¿Un gato boliburgués?


Es un hecho indiscutible: ha aumentado y sigue aumentando la temperatura en nuestros centros habitados. No vamos a repetir lo que todos saben y miden por experiencia. Las causas son conocidas de sobra: urbanización sin planificación ni control produce mayor calor. Pero ahora se agrega otro factor importante y determinante: el cambio climático. El cambio para peor, que nos encasquetan los muy civilizados países “industrializados y desarrollados”. Gracias a ellos, y a los países “emergentes” que los imitan ciegamente, el calor va a seguir subiendo. Las estadísticas hablan claro, y el gobierno las tiene. En Caracas, por ejemplo, la temperatura en las últimas décadas ha subido más de cuatro grados. Y VA A SEGUIR SUBIENDO sin ninguna duda. Los especialistas han indicado algunos remedios. Entre ellos, el de aprovechar las extraordinarias condiciones del trópico, para llenar de verde, árboles y arbustos, a todas las ciudades, corrigiendo el “efecto cemento” y a la vez procurando renovar, civilizar y embellecer, calles, avenidas, plazas, balcones, techos y fachadas.

En China han hecho la experiencia en uno de los llamados “hornos” urbanos, ciudades de millones de habitantes, como es normal en aquel monstruo de país. Sembrando árboles simultáneamente, por decreto, cada seis metros en todas las direcciones posibles, en todos los espacios libres, una capa vegetal universal y homogénea ha rebajado notablemente la temperatura. Una medida sencilla y relativamente fácil de aplicar, sobre todo si se cuenta con la colaboración de la población. El socialismo que buscamos debería facilitarnos las cosas en esto también.

¿Por qué no decretar, este año, una medida semejante para Caracas, Maracaibo, Valencia, Barquisimeto, Ciudad Guayana, en los grandes, medianos y pequeños núcleos urbanos: verde total, un techo de sombra para todos, volver más amables nuestras ciudades tan hostiles e ineficientes? El compañero Alí Rodríguez debe saber muy bien lo que ello podría significar: frente a la crisis energética, reducir el calor ambiental significa reducir el gasto energético global. Una ecuación perfecta. ¿Qué esperamos para diseñar un plan gigantesco, que abarque todo el país, una cruzada a favor de la sombra bienhechora para nuestras calles y nuestros edificios? ¿Cuánto puede costar? Si a ello agregamos unas medidas muy deseables para que nuestros arquitectos entiendan por fin, la necesidad de proteger del calor nuestras moradas, en lugar de lucirse con necias fachadas acristaladas, ya podríamos hablar de un efecto altamente positivo para el país.

Podría ser otra excelente idea para celebrar el Bicentenario. ¡Venezuela verde!


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