DOS MILLONES EN SEIS AÑOS
Cuando el presidente asumió la vivienda y entre otras acciones, fijó la meta de 350 mil viviendas para los dos próximos años, expresamos su trascendencia e impacto. No sólo para el tema urbano y habitacional sino incluso, y fue nuestro énfasis, para la continuidad del proceso de cambios. La nueva meta de viviendas para 2018, multiplica las reflexiones sobre esta nueva y ambiciosa aspiración. Es tal la perplejidad ante el reto de esa meta, que recordamos el refrán: éramos muchos y parió la abuela. Debe existir el análisis para sustentar tal objetivo. Lo desconocemos. Por ello nos surge una inquietud. ¿Cómo se explica la posibilidad de construir 330 mil viviendas por año cuando el pasado muestra lo contrario? Por ejemplo, en los años 70 (Caldera I) fue tan intensa la oferta (demagógica) de construir 100 mil casitas por año, que hasta un préstamo para reparar una casa, se incluyó como una “solución habitacional” para maquillar las cifras y “cumplir” la meta. Sea cierto o no, fue el único año en que se aseguró que se había construido tal cantidad de viviendas. Desde entonces, casi 40 años, esa cifra no ha sido ni siquiera igualada. ¿Podemos hoy, iniciar un proceso de fortalecimiento y reorganización institucional, industrial, productiva y constructiva, capaz de transformar nuestra rígida e ineficiente producción urbana y de vivienda? Por supuesto que si podemos. ¿Pero lo suficientemente profunda y acelerada como para alcanzar esas metas? Esa es la cuestión. También se podría inferir que dada la magra realidad de la vivienda durante los últimos años y las trascendentales acciones y decisiones tales como: los convenios internacionales, el control de las industrias esenciales para la construcción, ciertas leyes facilitadoras de la gestión pública, el grado de desarrollo de la organización y gestión comunitaria, la posibilidad de terrenos y fuentes financieras, entre otras, permitirían fijar una meta elevada que aún sin cumplirla estrictamente exigiría un esfuerzo nacional descomunal que daría su mayor capacidad de respuesta posible ante la emergencia. Esto también es válido pero hay que hacerlo entender. Toda iniciativa para poner en máxima tensión y exigencia a la fortaleza y oportunidades en desarrollo urbano y vivienda, deben desatarse para romper la inoperante, ineficiente y limitadísima capacidad productiva pública y privada que aún prevalece y frena a este proceso de cambios fundamentales. Pero hay que medir como adelantar una gestión con esta connotación y que, al incumplir en algún grado las metas trazadas, ello sea comprendido y aprobado por las mayorías. Se requiere una sólida conciencia política. ¿La hay?
CINCO EJES PARA LA VIVIENDA
La recién creada Misión Vivienda
Venezuela, que suma a las anteriores Misiones Hábitat y Villanueva, y al actual
impulso estratégico del gobierno en esa materia, comprende cinco importantes
tareas llamadas ejes. Los cuales llegaron con algo de retraso pero son una
herramienta esencial para el esfuerzo para afrontar las necesidades de
desarrollo urbano y vivienda. Es oportuno reiterar que la vivienda debe
enfocarse como un medio para alcanzar mejor nivel de vida y entenderse como
parte del desarrollo urbano, social y productivo. Ella en sí misma no tiene
justificación, requiere empleo, equipamientos, movilidad y servicios. No lo
olvidemos. Ahora, las potencialidades de los cinco ejes en el ámbito nacional.
1 Censo de necesidades de las familias. Permite conocer por comuna o consejo comunal (para que sea útil y valioso),
las condiciones económicas y sociales familiares, destrezas, disponibilidades,
potencialidades y recursos para vivienda, necesidades de espacios,
equipamientos y servicios. Sería una radiografía de la población para
determinar sus capacidades y limitaciones. Lo cual permite programar con exactitud
los proyectos ajustados a la realidad y no a los criterios “promedios”,
absurdos, como los famosos 70 M2 o tres habitaciones y dos baños.
2 Registro o inventario de terrenos. Es un insumo esencial. Se requiere disponer de tierra apta y con las mejores
condiciones urbanas, ambientales, económicas y físicas, y distribuida en el
territorio, para la construcción de nuevas urbanizaciones y nuevas viviendas. Así
como para los planes de expansión de las ciudades y de reordenación y
densificación de las mismas. A nuestro juicio, este eje debe impulsarse con máxima
prioridad para facilitar, mediante la oportuna urbanización, un programa masivo
de parcelas para que las diversas organizaciones comunitarias emprendan la
autogestión, producción y construcción de sus viviendas con apoyo técnico y
financiero público.
3 Censo de empresas. No sólo para conocer a
las empresas productoras y constructoras, tanto públicas, privadas,
comunitarias e internacionales. Sino que sería una herramienta para un programa
nacional y público, de asistencia técnica y financiera, para desarrollar y
fortalecer la industrialización y racionalización de la vivienda popular a
través de muchas de las empresas existentes. Es decir, el desarrollo de nuevas tecnologías,
procesos, componentes, sistemas constructivos y de técnicas constructivas, todo
ello, al alcance de las comunidades para impulsar la autogestión en vivienda y
urbanismo.
4 Inventario de las fuentes de Financiamiento. En este caso, la clave estaría en determinar los diversos mecanismos de
créditos y subsidios, según las posibilidades y necesidades familiares. Así
como establecer claramente la adjudicación de los créditos, sus facilidades, su
recuperación y reinversión.
5 Inventario de los materiales de construcción. Es necesaria una precisa estimación de las necesidades demandadas por
región y por tipo de proyecto. Programar la producción, almacenamiento,
distribución y comercialización, para garantizar los insumos, oportunamente y
suficientes según las demandas. Por cierto, es necesario diversificar la
producción. Deben estimularse nuevos materiales y sistemas constructivos, la
dependencia del cemento, cabilla y bloque, es limitativa desde cualquier punto
de vista. Tenemos opciones desaprovechadas.
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