domingo, 7 de abril de 2013

AyB 210 - 18 Febrero 2010

AyB 210 - 18 Febrero 2010


Aceras y Brocales jueves 18 feb 2010
A López y A Roffé

Dos detonantes



 Hay acciones impactantes que desencadenan procesos. En un programa de barrio, por ejemplo, es diferente pintar las viviendas a suministrar a sus habitantes capacitación, asistencia técnica y recursos. En el primer caso, se maquilla la realidad, pero la pobreza y la vulnerabilidad permanecen. En el segundo, al confiar en la gente, se dispara un proceso de cambio radical movido por la capacidad y creatividad popular. Dos de esas acciones podrían tener insospechados éxitos para producir nuevas viviendas y atenuar la vulnerabilidad sísmica en los barrios.

Primero, urbanizar masivamente. Habilitar tierras en las regiones prioritarias de desarrollo, como la faja del Orinoco, mediante grandes parcelamientos bien diseñados, nunca en "orden cerrado". En los cuales se ofrezcan parcelas, y con asistencia técnica y financiamiento, las familias construyan sus viviendas progresivamente. En un inicio, por ejemplo, 2 habitaciones con cocina y baño. Luego, gradualmente ampliaciones según necesidades y cambios familiares. Obvio, los parcelamientos tendrán agua, luz, vialidad, transporte, gas, y por supuestísimo, simoncito, ambulatorio, mercado, parque, espacios comunitarios, culturales y deportivos y pequeños centros de producción. Así podría desatarse un inédito y creativo proceso de construcción popular según expectativas, deseos, necesidades y capacidades. Con esta estrategia se atiende a muchas más familias y en menor tiempo. Los programas convencionales gastan enormes recursos y tiempo, las viviendas son caras y sacrifican calidad, servicios y equipamientos.

Segundo, reforzar la vivienda en los barrios. Un extendido programa que asegure la estructura de las viviendas y estabilice los terrenos, adecuándolos para resistir sismos. En este programa, igual que en el anterior, el gobierno asume las obras complejas: estabilizar suelos, vialidad y equipamientos y la gente con asistencia técnica y recursos, el refuerzo estructural y los servicios. Originemos aluviones populares en lugar de maquillaje efectista.

Volver a la racionalidad

Ahora que el tren de la realidad nos está arrollando, que se apagan los bombillos, es tiempo de volver a la racionalidad. Buena parte del enorme despilfarro de energía que nos amenaza con estar cortándonos la vida, proviene de nuestra irracionalidad, de nuestra manera absurda de manejarnos en el territorio, de nuestra irrefrenable manía de imitar culturas ajenas. Se nos olvidó lo que significa un alero, lo beneficioso de un patio, el inestimable valor de un corredor abierto a las brisas, la satisfacción de la ventilación transversal. En el trópico, bajo el calor de esta estrella cercana que llamamos Sol, hay formas tradicionales, ajustadas durante siglos por la sabiduría popular y culta (más por la popular que por la otra), de orientar una vivienda, de proteger una ventana de la lluvia sin taponar la brisa, de construir, en resumen, según ciertas leyes del sentido común. No hace falta reclamar los consejos de los grandes arquitectos del mundo occidental: más conviene regresar a la base de lo orgánico y de la vida natural. Es la ventaja que tenemos en el trópico: con muy poco podemos tener una buena vida. Porque afortunadamente todavía tenemos un paisaje maravilloso, un mar y unos ríos estupendos, una vegetación mágica, un clima aprovechable todo el año. Y también, por supuesto, algunos picos meteorológicos y geológicos que pueden asustar, terremotos y ciclones, por ejemplo. Pero para ellos, también tendríamos que saber cómo comportarnos. Circunstancias excepcionales, en todo caso. Es en la vida rutinaria donde fallamos estrepitosa y lamentablemente. Maracaibo, por ejemplo, no estaría en apuros de electricidad si se hubiese dado cuenta a tiempo de que entre el facilismo del aire acondicionado a todo meter y la facilidad de la buena orientación, el buen uso de los materiales y el uso inteligente del diseño, hay una gran diferencia energética. Pero lo mismo vale para todas nuestras ciudades, para todos (o casi) nuestros arquitectos, y para buena parte, hay que decirlo también, de nuestro pueblo, que durante generaciones, ha sido víctima del mismo proceso de aculturización negativa. Ahora pagamos las consecuencias.

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