Misión árbol ¡qué fracaso!
Seguramente docenas de gobernadores y
centenares de alcaldes deben estar plantando miles y miles de árboles en todas
las calles y avenidas de Venezuela, con ese afán que los distingue, con esa
preocupación sincera y desinteresada por el bienestar de las comunidades y por
su calidad de vida. Anhelando sombra y oxígeno nuestros representantes legítimos
seguramente deben estar aplicando, con la conciencia cívica que los caracteriza,
el amplio plan de reforestación rural y urbana que el presidente Chávez ha
reclamado con el nombre milagroso de Misión Árbol.
¿Qué no es así? ¿Qué
no ha ocurrido tal cosa? ¿Que asintieron con la cabeza, aplaudieron como
siempre, y luego no hicieron absolutamente nada? ¿Qué nuestras ciudades y
nuestros pueblos siguen siendo el peladero que nuestros ojos bien conocen?
Ciertamente era demasiado esperar. La desidia y la falta de iniciativa,
combinada con la ignorancia supina y la ausencia de conciencia política -que de
eso se trata en el fondo, de no entender la trascendencia y valor de darle
sombra, aire puro y belleza a los ciudadanos tropicales- ha hecho que el llamado
inteligente de Chávez haya caído, como en demasiadas otras cosas, en saco
roto.
¿Qué hacer? ¿Seguir en la quejadera? Pues no, para eso está el
poder popular. Que los Consejos Comunales asuman, en esto como en todo lo demás,
su papel de proponer y controlar. ¡Ciudades verdes y alegres! Que las calles y
las plazas se llenen de árboles. ¡Como es justo en un plan de organizar el país
para el socialismo del siglo XXI!
En busca del tiempo perdido
Tal vez jamás hubo como ahora tanto apoyo político y
económico al sector urbano y de la vivienda. Y quizás nunca se han presentado
tantas oportunidades. Pero la conducción ha fallado, a pesar de las iniciativas
aisladas de Baldó y Montes. Para recuperar el tiempo perdido, nada mejor que la
velocidad de Milka Duno. Es necesaria una avalancha estratégica en el sector
¿Cómo? Desde el Gobierno Nacional, con la participación del variado elenco
vinculado al sector, proponemos algunas acciones.
¿Qué necesitamos,
cuánto y en dónde? Hay que identificar y cuantificar necesidades de tierra,
viviendas, servicios y equipamientos en todo el país.
Adquirir o
expropiar tierra. Anticipadamente y con base en un inventario de terrenos aptos
para urbanizar. Según ciudades, ejes y regiones prioritarias de hoy y las
previstas y deseadas.
Elaborar un plan nacional de construcción. Que
defina en períodos cercanos a 5 años, tipos de obras y volúmenes por región,
garantizando a industriales y constructores, sean comunitarios o privados, una
demanda estable para su producción y capacidad de construir.
Racionalizar
la industria. Diseñar y aplicar un programa nacional de estímulos a la
construcción de la vivienda popular, para estandarizar y lograr la
intercambiabilidad de materiales, componentes y sistemas constructivos,
enfatizando los que racionalizan los procesos y facilitan la participación
comunitaria.
Asistencia técnica comunitaria. Diseñar y poner en
funcionamiento unos 100 centros municipales de asistencia técnica integral, en
una primera fase, para apoyar a los productores y constructores comunitarios y
pequeños empresarios.
Programa nacional en barrios. Para apoyar la
ejecución prioritaria de accesos, vialidad, equipamientos y reforzar las
estructuras de las viviendas, a través de alcaldías y
comunidades.
Mejoramiento profesional. Para todo el talento humano
vinculado con el sector: funcionarios, profesionales, técnicos y
obreros.
Radical transformación institucional. Indispensable pero
inexplicablemente diferida.
Hay más, pero sólo con éstas se iniciaría un
rico, creativo y entusiasta proceso integral y a plazos, que estimularía a todos
los actores de la cuestión urbana y de la vivienda. En lugar de continuar con el
terco y palmario enfoque de que el problema es construir viviendas,
desconociendo su naturaleza e implicaciones. ¡Adelante pues! a cometer errores,
corregibles, pero por el camino correcto, con mística, honestidad, talento y con
la gente.
Angustiada ficción macabra
El 26 de mayo pasado la prensa publica como una
noticia que el Instituto de Vivienda de Miranda entregó 8 sustituciones de
viviendas por ranchos en el Sector Las Marías.
¡Ocho!.
En Ojo de
Agua, el Min. Vivienda desalojó unas 100 familias damnificadas y las llevó a
casas que el Ministerio ¡compró! en los Valles del Tuy. En el barrio quedaron
unas 300 familias por reubicar. Las cifras de producción del Estado, las que
circulan, son alarmantes por su insignificancia. ¿Hay otra información escondida
sobre los grandes planes de vivienda y hábitat? De acuerdo al derecho
constitucional, de nuevo solicitamos al Ministerio de Vivienda la copia del
informe que presentó el Ministro en la Asamblea Nacional.
La
transparencia de la información es obligatoria para los organismos del
Estado.
Dando un salto al futuro, supongamos un terremoto en Caracas, de
mediana intensidad como el de 1967. Las estimaciones son de unos miles y miles
de muertos y de un millón o más de damnificados.
La alta densidad de
construcción en los barrios, sin ningún tipo de previsión antisísmica, hacen
perfectamente posibles estas cifras ¿Cómo enfrentaría el Gobierno una catástrofe
de esta magnitud? Ocupando 1 m2 por persona esta masa humana rebosaría el área
de La Carlota ¿Cómo se van a abastecer de agua y algunos comestibles? ¿Cómo van
a satisfacer sus necesidades fisiológicas? Por su concentración sería una
terrible experiencia sin comparación con nada, ni siquiera con el tsunami
asiático que se extendió por miles y miles de kilómetros. Una desesperada
multitud de ese tamaño sería inmanejable. El caos y los saqueos que se
produjeron en 1989 no serían nada comparados con esta terrificante
posibilidad.
Estamos confiados en que no se producirá ningún terremoto.
Que Dios y todos los Santos colaboren es lo que todos deseamos. Que pasen muchas
décadas de tranquilidad.
Pero algún día sucederá ¿No puede el Gobierno
tomar iniciativas de urgencia e implementar un gran plan de mejoras
estructurales en los barrios? Existen varios proyectos, manuales, cartillas de
uso masivo pero que requieren asistencia técnica y financiera y voluntad
política para aplicarlos ¿No existen esta voluntad y la posibilidad de
asistencia? No es posible creerlo.
Pero de ser así no queda más remedio
que encender las velas y tener una docena de cápsulas de cianuro a mano para
despedirnos amigablemente de este
mundo.
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