Ultimas Noticias | Jueves 19 de Febrero de 2009 | |
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Sancho, con la intolerancia hemos topadoEl 5 de febrero en la nota Palos de Ciego señalamos algunas incoherencias en las cifras oficiales de viviendas terminadas entre 2006-2008, y resaltamos la necesaria y exigente planificación propia del socialismo.Pero eso no le gustó a unos altos funcionarios, quienes a través del semanario del Ministerio de Vivienda (titulado El82) respondieron con descalificaciones, injurias, falsedades y referencias tendenciosas tales como: "...La verdad es que me provoca decirles cuatro cosas... resentimiento extraño en el alma... autoridad importante en vivienda en la Cuarta... poca honestidad intelectual... la soberbia les está carcomiendo el alma... dueños de la verdad... injusto y estúpido... Aceras y Albañales... ¿...escriben alegremente desde las entrañas sin buscar sustento a sus afirmaciones... su soberbia los lleva a negar irresponsablemente la realidad?... estos señores que no suelen estar informados... Las páginas de estos señores son la más cruda negación del debate... Las páginas de Aceras y Brocales por sus omisiones quedarán para la historia del WC". Huelgan comentarios. Además dicen estar dispuestos a conversar públicamente. Insólita reacción desde el campo revolucionario. Cabe preguntar: ¿Por qué un ministro y su vice usan un medio oficial, financiado con recursos públicos, para expresar sus opiniones personales y descargas contra personas? ¿Por qué usan nuestro dinero, el del pueblo, para semejante bajeza? ¿Por qué no buscan otro medio para opinar sino la cómoda e indecente salida de mal usar los bienes públicos? ¿Por qué no debaten lo que escribimos en lugar de descalificar? ¿Por qué la intolerancia ante la crítica constructiva? ¿Qué pasa con las tres R que impulsa Chávez? ¿Por qué nunca, pero nunca, han refutado o apoyado, con argumentos, nuestros enfoques, propuestas y críticas realizadas durante 173 semanas? ¿Por qué no se responde a esta página -elegantemente calificada "Aceras y Albañales" (gracias, cuánta amabilidad y decencia)- con datos, información, experiencias y realizaciones que prueben que estamos equivocados? ¿Por qué dirigen sus agresiones a quienes están del lado revolucionario con ideas y aportes propios? ¿Por qué no informan ni opinan, por ejemplo, sobre la industrialización de la vivienda popular, la producción comunitaria de vivienda, la urbanización masiva de tierras, la eficiencia del diseño de conjuntos de vivienda y su vinculación con la ciudad, la justificación de la Ciudad de los Indios y demás desarrollos alejados de servicios y centros de empleo? ¿Por qué no suman esfuerzos, ideas y enfoques alternativos en lugar de repetir experiencias fracasadas? Ministro, viceministro, quienes ejercen un cargo público en esta revolución, son también dirigentes políticos. Como tales deben tener formación política y capacidad de orientación. Dentro de ella es preciso que esté, bien aceitada, la habilidad para separar simpatías y antipatías personales, pequeñas diatribas de la vida, ojerizas ocasionales, heridas epidérmicas, de las grandes líneas de la actividad política y de la gestión pública (colectiva, no personalista). Un asunto típicamente ideológico. Difícil de resolver en la acción diaria. Pero no por ello menos importante. Claro, todo esto se complica si a ello se mezclan las condiciones tradicionales del oportunismo, del desespero por hacer carrera y de todos los tumores malignos que acompañan a las miserias humanas encumbradas en el poder. Así que no vamos a discutir ofensas. Cuando los compañeros que nos llaman públicamente en causa aprendan a discutir con altura, ideas y argumentos en lugar del insulto, la procacidad y la malcriadez, los escucharemos y con mucho gusto e interés participaremos en todas las mesas redondas, seminarios, conferencias que se les ocurran. Mientras tanto seguiremos con más ahínco que nunca transmitiendo nuestra visión, con sustentos, para enriquecer el debate sobre la ciudad y la vivienda. Lo sentimos. ¡Ahora a trabajar!Se pone en primer plano una lucha política cuyo rasgo más importante es la construcción del país sobre bases revolucionarias. Con terquedad, con empeño perseverante y sin distracciones habrá que ir superando todos los impedimentos y los obstáculos que siglos de reacción oscurantista han sembrado la realidad social. Hasta ahora, en la historia de la especie humana, fíjese bien, no se ha intentado y logrado organizar una sociedad que sea justa, solidaria y participativa con medios pacíficos y democráticos ¡Menuda tarea que la historia ha reservado para Venezuela! Una labor gigantesca y dificilísima, pero nadie aseguró que sería un paseo. Y para esta labor de construcción una línea es fundamental: derrotar la ineficiencia, la corrupción y la ignorancia. Las grandes metas están definidas y son parte ya del imaginario colectivo. Son los principios contenidos en la Constitución que están presentes, nos atrevemos a afirmarlo, hasta en los sentimientos confusos de quienes se consideran de la oposición. Cómo llegar al socialismo del siglo XXI y qué características tendrá, eso es otro cantar; hay allí un largo trecho por recorrer, complejo y sembrado de definiciones ideológicas, intereses opuestos y dificultades materiales. Pero hay un terreno, un campo de trabajo inmediato, cuyo peso es enorme y al cual debemos dedicar toda nuestra atención. Es el de la realidad cotidiana, el de las angustias y problemas, grandes y pequeños, de todos los días. Es en ese campo en el cual debemos tener éxito so pena de fracasar en las otras metas, más elevadas, de organizar una sociedad de nuevo tipo, más allá del capitalismo explotador, fraudulento y asesino. Es el de la realidad "menuda" de todos los días, si es lícito calificar así lo que le duele directamente a la madre de cinco hijos que vive en un rancho, al enfermo sin atención debida, al desempleado con educación universitaria, al niño que mendiga en la calle, a todos quienes deben librar una batalla dura e infinita por la vida. Y es el campo concreto de la ciudad, de sus condiciones de organización de los servicios, de la vivienda, del transporte público, de la infraestructura de la salud y de la educación, de las oportunidades de descanso y de diversión, en los parques y en las plazas, en la calidad de vida que ella debe ofrecer a todos los ciudadanos por igual. Es en ese campo donde debemos triunfar. Hasta ahora no lo hemos sabido hacer suficientemente bien. Y es allí, como decíamos, donde hay que ganar la batalla en la lucha por la calidad, por la excelencia en todo lo que se haga, por la eficiencia y contra la corrupción que envenena a toda la sociedad. No es poca cosa, pero allí es donde debe radicar nuestro compromiso de revolucionarios, ahora que los resultados del referéndum abren nuevas y excepcionales perspectivas.
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