domingo, 10 de marzo de 2013

AyB 116 - 20 Diciembre 2007

Ultimas Noticias | Jueves 20 de Diciembre de 2007


Henrique Hernández / Alejandro López /Juan Pedro Posani / Alfredo Roffé

acerasybrocales@gmail.com


Violencia urbana y reforma


La primera derrota electoral del presidente Chávez ha sido una fuerte sacudida para el triunfalismo acrítico que ha caracterizado la mayor parte del proceso revolucionario venezolano.

¿Cómo es posible que la votación bajara de 7,3 millones en diciembre de 2006 a 4,4 millones en diciembre de 2007? Pero supongamos que los 7,3 millones fuera la cúspide de un movimiento ascendente entre 2004 y 2006 motorizado por el crecimiento de la conciencia y la ideologización revolucionaria popular, la gran dinámica de las misiones, la creciente bonanza de las finanzas públicas y el aumento inusitado del gasto. La pregunta real a la que hay que contestar es ¿cómo es posible que la votación bajara de los 5,8 millones del revocatorio de 2004 a los 4,4 millones de 2007, si la población electoral aumentó en ese período en dos millones? El 2D ha originado una abundante literatura. En la que hemos podido leer predomina en alto grado la identificación de razones político-organizativas como la causa de la caída. La falta de consolidación del Psuv, la flojera, la falta de apoyo de los gobernadores, etc. Cierto que casi siempre se nombra de pasada la corrupción y la ineficiencia, pero nada de ahondar.

Nunca se habla de causas económicas como pudieran ser la caída del poder adquisitivo del bolívar, el desabastecimiento, el descontento por el empleo informal, etc. Menos aún se habla del fracaso de programas importantes como el de la vivienda, el hábitat y la ordenación del territorio.

¡Cuando ni siquiera se mencionan problemas graves como la inseguridad! En Aceras y Brocales hemos escrito siempre sobre los problemas de la vivienda y el hábitat, haciendo críticas y llamamientos, pero también formulando propuestas y posibles soluciones.

Nunca ha habido la menor respuesta de las autoridades responsables, de ministros para abajo. Si en verdad no hay un cambio radical en el gobierno, en la aceptación de la discusión y la autocrítica, la perspectiva se irá oscureciendo.

La pérdida de 14% de la población favorable a la revolución entre 2004 y 2007 hay que considerarla con seriedad.

Un último punto es una reflexión poco habitual de por qué es importante el programa de vivienda y hábitat.

Entre enero de 2006 y septiembre de 2007 se construyeron en Venezuela unas 140 mil viviendas informales por la incapacidad del Ministerio de la Vivienda de producirlas. Estas viviendas han ocupado unas 5.000 hectáreas. Los habitantes de esas viviendas, gentes magníficas, en 3 o 4 años transforman el rancho inicial en una vivienda muy aceptable. Ese no es el problema. El problema son calles, acueductos, cloacas, electricidad, escuelas, centros de salud, culturales, de abastecimiento, deportivos y de esparcimiento que nunca llegarán o llegarán en cantidades mínimas para esas 5.000 hectáreas y sus 700 mil habitantes.

Con ellos también los problemas de inseguridad, violencia, delincuencia, narcotráfico. En Venezuela ya pasamos hace tiempo de 10 mil asesinatos anuales, sin contar los heridos.

Casi todos en zonas de barrios.

La tasa mayor de desempleo es entre los jóvenes. Ellos, por falta de alternativas, son reclutados y el número de bandas, mafias y paramilitares es cada vez mayor. Una condición que facilita extraordinariamente esta proliferación es la irregularidad del ordenamiento y la difícil accesibilidad en los barrios.

Ya no es sólo el problema de la vivienda, pequeño si se quiere, sino el de la desintegración y la guerra social. No habrá comunidad organizada que pueda enfrentar este terrible conflicto social, en gran parte generado por la incapacidad del Ministerio para la Vivienda y el Hábitat y sus satélites.

Esta es una de las grandes causas latentes del 2D. Oído al tambor. Un apocalíptico, Mike Davis, en su libro Ciudades muertas, anuncia que las guerras del futuro inmediato no serán entre países o contra terroristas sino que serán entre los habitantes de cada ciudad formal y su entorno informal.

Entre urbanizaciones y barrios. Recordar Río, Sao Paulo, México, Nairobi, Bombay. Y leer Ciudades muertas (Planet of Slums).


Dirigir la política y que construyan otros


Si en algún campo el proceso revolucionario ha fallado ha sido en responder para que las mayorías necesitadas logren sus viviendas, y en ordenar el crecimiento urbano armónico y con calidad. ¿Cuáles son las causas de este fracaso? Muchas.

En esta oportunidad nos referiremos sólo a la organización. Hoy se desconoce quién es el responsable del sector urbano. Las reestructuraciones, desde el antiguo Mindur hasta el Ministerio para la Vivienda y el Hábitat, han reforzado la dispersión de ejecutores, responsables, recursos, programas, criterios y políticas. Originando una descoordinada acción pública sin responder a un plan y a una estrategia común. Por ejemplo, hoy construye viviendas una constelación de organismos de diferentes galaxias: gobernaciones, alcaldías, ministerios, entes adscritos, empresas públicas, industrias estratégicas, organizaciones comunitarias, etc.

Es decir, un gentío construye, y aún se está muy lejos de llenar las necesidades. Es la acción desesperada de un Estado que carece de una clara y consensuada política nacional y de una eficaz estrategia para desarrollarla. ¿Qué hacer? Definir los roles de los diferentes ámbitos de gobierno (nacional, estadal y municipal) y de los actores privados y comunitarios.

El gobierno central debe asumir con firmeza las responsabilidades y competencias de máximo conductor de los procesos de desarrollo territorial, urbano y vivienda. Y coordinar y supervisar las competencias de ejecución de los gobiernos locales, privados y comunidades.

El gobierno central debe formular una política nacional, audaz e integral, en este campo, consensuada con los otros ámbitos de gobierno, comunidades y privados, y traducirla en un plan nacional.

Si aceptamos estos principios, entonces la organización necesaria en este sector sería nacional y centralizada, que dicta políticas, elabora y controla planes; define prioridades y estrategias; asigna y distribuye recursos; coordina ejecutores, programas y proyectos, y garantiza el cumplimiento de objetivos, metas y resultados. Apoyada y complementada por una organización regional y local ejecutora.

El gobierno central define, conduce y supervisa, y los gobiernos regionales y municipales, las comunidades y privados, ejecutan con las especificidades locales. Se pasaría de un Ejecutivo pésimo constructor, nada planificador y menos controlador, a un eficiente (esperamos) ductor, coordinador y supervisor del proceso.

Por último, la organización responde al rol que debe cumplir el gobierno, a sus políticas, y es parte de la estrategia.

Por ello debe ser flexible a las nuevas realidades. La clave está en definir lo que el gobierno central debe hacer, lo que no debe hacer y lo que debe compartir con otros actores.


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