lunes, 25 de marzo de 2013

AyB 145 - 24 Julio 2008

Ultimas Noticias | Jueves 24 de Julio de 2008


 
Henrique Hernández Alejandro López Alfredo Roffé
acerasybrocales@gmail.com


"Invadir" los barrios

La pobreza estructural con sus secuelas de amplios sectores, y su exclusión, son intrínsecas al modo de desarrollo que aún perdura.

Por eso hay que atacarla desde sus entrañas con acciones audaces e impactantes. Nos referimos a nuestros barrios. Hay que invadirlos. Invadirlos de respeto, de valoración de sus cualidades, de inclusión, participación y decisión en sus propios asuntos, de democracia plena. Pero también de accesibilidad y movilidad (ambas de primerito), de salud, educación, abastecimiento, recreación y ocio creativo.

Cómo hacerlo es la clave. Obviamente sin maquillaje, ni promesas, ni operativos, ni acciones reactivas. Pero sí con el mayor de los atrevimientos. En los barrios (en su mayoría), nos guste o no, seamos revolucionarios o no, los procesos sociales son complejos y contrastantes.

Por un lado, hay degradación humana, pero por el otro valores de solidaridad y desprendimiento. Se dan condiciones extremas que ponen a prueba las más bellas cualidades humanas y hasta las vencen. Los barrios son la muestra visible del fracaso de un país. De su desarrollo.

De sus valores.

Pero, ¿cómo afrontarlos? Hay una experiencia caraqueña que debemos rescatar y transferir a las realidades de hoy. La urbanización El Silencio (1945) en el centro de la ciudad. Lo importante allí fue la decisión política, la planificación, la selección de los mejores profesionales y la audaz ejecución en corto plazo, de una compleja transformación física y humana. Hoy no puede ser igual. La topografía, la participación de la gente, entre otros aspectos, son distintos a ese caso. Pero son válidos la decisión política, la planificación, los mejores y el coraje.

En Caracas hay dos grandes zonas de barrios: los municipios Libertador y Sucre. ¡Allí hay que priorizar la acción pública! Existen diagnósticos, planes y proyectos para muchos de esos barrios. Hay que actualizarlos y ponerlos en marcha con prioridades y sin maquillaje. La accesibilidad en primer lugar (calles, escaleras, puentes), junto con los servicios, equipamientos y, reubicando (en el mismo sector) a las familias afectadas por la intervención. La vivienda en sí es otra fase, también importante pero con la participación de sus habitantes con asesoría técnica y apoyo financiero.

Un ejemplo, en San Agustín del Sur se inició la construcción del Metrocable, el cual es una extraordinaria oportunidad para rescatar áreas para espacios públicos y construir una gran biblioteca, maternales y preescolares, infocentros, canchas, bulevares y hasta piscina y juegos de agua. Esto sería un sencillo ejemplo del qué y cómo hacer.

Pero hay algo importantísimo que hay que inocular en muchos: las obras en los barrios deben ser de la más alta calidad del país. "El problema de los pobres no se resuelve con ideas pobres", dijo alguien alguna vez en algún lugar. El kinder, el modulito de Barrio Adentro, el Metrocable o la biblioteca, deben ser de la máxima calidad de diseño, de ubicación, de construcción, de materiales, de muebles y muy bien mantenidos.

Así sería innecesario decir qué es socialismo, lo explicaría la sonrisa de un niño brincando en un juego de agua en Hornos de Cal y luego, al entrar en la biblioteca de San Agustín, empapa la computadora con su ropa chorreando una nueva vida.

Eso es invadir los barrios.

Vivienda de los barrios: se enfrentan dos teorías


Dos maneras de enfrentar el problema: ¿se contraponen o se complementan?

Los barrios de nuestras ciudades -contienen la mitad o más de la población urbana- han sido construidos al calor y al valor de la improvisación. Improvisación necesaria, con sus añadidos de riesgos, de accesos imposibles y falta de servicios, pero también de años invertidos por los pobladores para asentar su hábitat, sus relaciones, sus amistades, sus problemas, sus soluciones, sus vivencias de vida y de muerte.

Para ellos se defienden dos soluciones aparentemente contradictorias.

La primera tiene una larga historia, constelada de fracasos. Comienza con Pérez Jiménez y su "erradicación del rancho". Y llega hasta hoy con el "programa de casas por ranchos". En el fondo se basa en la incomprensión del fenómeno de la vivienda improvisada a partir de invasiones; considera al rancho símbolo de la miseria y defiende una visión redentora-bienechorista y también racionalista del problema de la vivienda popular. Proclama una política de bienestar público sustentada en el ingreso rentista petrolero que se supone da para todo, o casi. Su consigna generosa es eliminar el rancho y sustituirlo por una "vivienda digna". Para ello en la historia del país ha habido diferentes versiones, desde el superbloque hasta la casita de PVC.

La segunda se sostiene en una larga experiencia de investigación y en un gran esfuerzo de acercamiento y de comprensión de lo que ha sido y es el fenómeno del rancho y de la conformación urbana de los barrios. Su práctica es el análisis minucioso de las condiciones concretas de cada caso y la intervención casi micrométrica, articulada con operaciones quirúrgicas que no destrozan ni destruyen un tejido urbano lleno de problemas pero también cargado de vida. Su consigna es el respeto por una realidad indiscutible, el rechazo a la erradicación y la insistencia en la necesidad de atender más al problema de la carencia de servicios que al de la vivienda individual.

Ahora que tenemos un arquitecto en el Ministerio de Vivienda y Hábitat, es prioritario que se abra de inmediato un debate sobre las dos teorías y sus correspondientes prácticas históricas. Para una política de la vivienda que sea coherente con los postulados de una orientación socialista, por lo tanto profundamente democrática, es necesario que se expongan las ideas y que se confronten con respeto y documentación, sin acudir a eslogans emocionales del tipo "discutir es perder el tiempo" o "nosotros ya tenemos la solución".

En nuestra humilde opinión, no hay una oposición real entre las dos maneras de plantear el asunto. Con la perspectiva de diseñar una política de avanzada con resultados visibles a corto plazo, ambas teorías pueden combinarse, caso por caso, ciudad por ciudad, región por región. Ambas poseen ventajas y ofrecen extraordinarias oportunidades. Hasta ahora lo que ha faltado, entre otras muchas cosas, es la voluntad y la cultura política y profesional para enfrentar los problemas de la vivienda dentro de un marco coherente e integral. Y no hablemos aquí de lo que se refiere a las nuevas urbanizaciones, las nuevas ciudades, etc. Temas adicionales y candentes sobre los cuales volveremos.


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