domingo, 17 de marzo de 2013

AyB 127 - 13 Marzo 2008

Ultimas Noticias | Jueves 13 de Marzo de 2008


Henrique Hernández Alejandro López Alfredo Roffé

acerasybrocales@gmail.com


¿Nuevas ciudades? ¿Dónde, cómo, cuándo?


¿Cuál será el procedimiento democrático para convencer a los organismos que toman decisiones en el gobierno revolucionario, para que se aproveche la capacidad y la experiencia profesionales que existen disponibles en diferentes niveles en el cuerpo de la cultura del país? Es bien cierto que tantas décadas de derroche petrolero han producido, paradójicamente, una cultura profesional excelente pero muy pequeña, como una película superficial flotando por encima de una gran masa sin acceso a la educación.

También es cierto que buena parte de esa cultura profesional ha permanecido enganchada en las oscuridades y en las deformaciones ideológicas exógenas de una oposición política reaccionaria. Pero, de todos modos, hay sólidos profesionales de la arquitectura y del urbanismo, y no es posible ni aceptable que se deseche en masa y sin reflexión la ayuda inestimable que, sobre todo los más jóvenes, pueden aportar a los proyectos de infraestructura, vivienda y hábitat que está realizando el Estado, y que en cambio se apele al conocimiento y experiencia de profesionales y de empresas que vienen de afuera.

¡Ojo! No se trata de una afirmación de xenofobia. No se trata tampoco de una tonta afirmación de nacionalismo fuera de lugar. Es que por un lado hay un conocimiento y una buena experiencia acumulada en el país, y por el otro es que bielorrusos, chinos, iraníes, brasileños, etc., si bien pueden tener muy buenas intenciones y sólidos conocimientos especializados, están todos condicionados por contextos completamente diferentes a los nuestros, desde el punto de vista tipológico, cultural, geográfico y económico.

La escasa información que esporádicamente se entrevé en periódicos o en televisión permite apreciar grandes disparates, graves errores o defectos de conceptos, y una gran falta de imaginación, como resultado de ello.

Es por lo tanto inconcebible que, por ejemplo, en el caso de los proyectos de las nuevas ciudades que dentro del mayor misterio (¡como siempre, las enormes fallas comunicacionales!) se están ubicando en diferentes partes del país, no haya sino una mínima participación de arquitectos y urbanistas venezolanos. ¿Cómo es posible, cómo alguien puede imaginarse que no se recurra a lo que hay aquí, deseando participar, con ideas frescas, con imaginación y con información al día, con el cuento de que "en Venezuela no hay suficiente experticia (sic)", tal como ha sido afirmado explícita y públicamente por una viceministra de un importante ministerio? Únicamente el desconocimiento y la falta de contacto con los medios profesionales específicos es lo que explica tamaña aberración.

Información universalizada, concursos abiertos, discusión democrática, apertura a las ideas, disposición para la experimentación, inclusión y no exclusión, esto es lo que se necesita urgentemente si queremos que la vía hacia el socialismo del siglo XXI tenga éxito.

Tanto en las nuevas ciudades y en los programas de vivienda, como en todo lo que toca a la construcción de un nuevo país.

Indispensable planificar de verdad verdad


Es difícil pensar en un país que se orienta hacia una estructura socialista de nuevo tipo, esto es, democrática y participativa, y que no disponga, entre sus herramientas de organización y de producción, de un buen organismo de planificación.

En efecto, es inconcebible que se pueda avanzar hacia el socialismo simplemente dejando que las cosas las resuelva el famoso mercado. De ahí que resulta sorprendente saber que en la realidad de todos los días, desde el punto de vista de la composición jerárquica del Estado venezolano, el Ministerio del Poder Popular para la Planificación es simplemente un organismo de estudios, consultas y propuestas. Los demás Ministerios pueden o no escuchar lo que se recomienda en Planificación, pueden o no aplicar sus recetas, pueden o no seguir las grandes líneas que conforman la política económica, productiva y territorial y que surgen de los análisis que se realizan en ese Ministerio. Una herramienta política fundamental para estructurar paulatinamente un país distinto, más eficiente en el plano productivo y más justo socialmente, no se aprovecha ni se usa como sería necesario. Estamos, pues, frente a un fenómeno altamente preocupante.

Las guías existen, las líneas se proponen, pero bájense de esa nube: desde Pdvsa hasta las gobernaciones y las alcaldías es el reino de la autonomía, donde prevalecen el caos, la superposición de iniciativas, los conflictos de intereses de todo tipo, corporativos, económicos, políticos; el despilfarro, la irracionalidad, el desconocimiento, el desprecio hasta del sentido común.

Tal vez estemos esperando demasiado de un país que siempre ha estado durmiendo con semejantes enemigos. Y que a ello se había acostumbrado, hasta celebrándolo como un feliz ejemplo de capacidad de improvisación y de supervivencia tropical.

Pero ya no podemos seguir por ahí. Ésta es una senda demasiado peligrosa. Excesivamente agotadora para el país.

Por ese lado vamos fácilmente al barranco.

Ojo: planificar implica seriedad de estudio y de análisis, pero, y sobre todo, significa también capacidad de aplicación coherente de las decisiones.

Deben usarse las dos piernas: consulta democrática y disciplina de ejecución.

Si hablamos de socialismo del siglo XXI hay que comenzar por ahí.



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