Ultimas Noticias | Jueves 10 de Abril de 2008 | |
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Seguimos con La CarlotaLa Carlota sigue siendo un tema de gran interés. Mucho más ahora que el Presidente ha mandado a paralizar las obras comenzadas, ha vuelto a ratificar que su destino es un parque y que la decisión definitiva acerca de qué tipo de parque debe ser el producto de una consulta popular. Pero todo ello también evidencia un verdadero caos en la administración urbana, la falta de planificación en lo que toca a la ciudad de Caracas y en general de todas las ciudades del país, o la contemporánea superposición de muchas iniciativas sin coherencia. Primera conclusión: los centros urbanos precisan entes de planificación con capacidad de estudio y de decisión. Y, por supuesto, Caracas en primer lugar. Luego hay que descubrir o inventar los mecanismos de participación popular que conduzcan a las decisiones definitivas. No se trata de algo completamente nuevo, pues en la democracia formal de algunos países industrializados hay experiencia de ello, e inclusive en nuestro medio, los cambios de zonificación deberían hacerse con la aprobación de los habitantes o por lo menos de sus representantes. Pero aquí tenemos un reto, el de desarrollarlos hasta niveles de democracia participativa. Así pues, en el caso de La Carlota tendremos una maravillosa oportunidad para ensayar y perfeccionar los mejores métodos de participación popular urbana. Y la comisión que orienta y dirige el ministro Sesto va a tener justamente la responsabilidad ejemplar de definir de qué manera se tomarán decisiones acerca del destino de La Carlota. El siguiente punto en discusión es el asunto de la definición del programa de uso, que está determinado por dos cuestiones fundamentales: qué es o qué puede ser un parque, y quiénes proponen alternativas y cómo. En relación con el primer punto, bueno es recordar que estamos hablando de un parque. Y, a menos que queramos distorsionar el castellano, un parque es un parque y no un estacionamiento, una fábrica o un conjunto de viviendas. Pero también es totalmente cierto que hay muchos tipos de parques: los hay recreativos, temáticos, deportivos, culturales, arqueológicos, ecológicos, y paren de contar... además de todas las posibles combinaciones entre las distintas tipologías. Desde la del parque de gramita y mariposas (clásica definición despectiva de los adictos al monóxido de carbono) hasta los casinos multimillonarios rodeados de rosas, infinitas combinaciones son posibles. La semana pasada, por ejemplo, se presentó en esta página una proposición entre otras, para discutir. Queda por saber qué es lo que realmente los habitantes de toda Caracas (de esta Caracas que no es ni Nueva York ni París, recordémoslo) necesitan y desean –y que no tienen– si se habla de espacios públicos abiertos. La selección y decisión democráticas deben efectuarse sobre proposiciones concretas que alguien debe emitir. Una entidad responsable hace una propuesta y el colectivo, los habitantes de la ciudad, la aprueba o la rechaza. En una segunda etapa, una vez definido el programa general, se pasará a diseñar en detalle, arquitectura y paisajismo. No parece que haya otra alternativa más funcional. La fórmula tradicional es que los representantes electos en los concejos municipales sean quienes decidan. Es evidente que ya ello no es suficiente, cuando hoy hablamos de poder popular, pues la democracia que queremos es una más participativa. Pero hay que insistir que no es factible un proceso de decisión popular bien informada sino sobre la existencia de una proposición bien definida: queremos un parque tradicional (muy legítimo), únicamente de espacios verdes, árboles, grama, flores, agua, etc., o un parque (igualmente legítimo) en el cual, además de lo anterior, hay también instalaciones, por ejemplo, para la cultura, la información y las convenciones, o para la música, los museos y el entretenimiento activo. Ello debe concretarse en un programa. Y sobre ello se tomarán las decisiones. Lo que sí no puede haber es viviendas. Cien centros culturales comunales para CaracasNadie niega la utilidad de los centros comunales, pero nadie hace nada para construirlos. Mientras tanto campea el licor, la vagancia, el dominó y las cartas, el tiempo ocioso que siempre busca cómo emplearse en las más vacías prácticas. ¿Por qué no cien centros culturales comunales para Caracas? Uno para cada 20 mil personas jóvenes y mayores, cercanos a sus viviendas. No es un índice óptimo, pero es posible física y económicamente construir cien centros en Caracas. ¿Por qué la revolución socialista no se ha interesado en resolver problemas de este tipo que elevarían muchísimo la calidad de vida de los caraqueños? Además de constituirse en centros de construcción del socialismo, pueden tener muchísimos usos complementarios. El programa arquitectónico es simple: un auditorio, unos locales de tamaños variados para ser utilizados en forma rotativa por grupos de teatro, corales, batallones, grupos de estudio, grupos vecinales con cualquier tipo de objetivos, y algunos de uso permanente para una radio o un periódico local, un centro asistencial de primeros auxilios, bibliotecas, infocentros, exposiciones, etc. ¿Qué se requiere? La inversión sería perfectamente factible. Estaría en el orden de 10 millones de bolívares fuertes por campo, incluyendo expropiaciones y construcciones, un millardo de bolívares fuertes en total. La ejecución, con resultados progresivos podría tardar dos años; 500 millones por año. Con un centro para cada 10 consejos comunales, sería fácil para éstos organizar el mantenimiento y el uso. Las expropiaciones serían poco complicadas, porque hay numerosas manzanas "blandas" en Caracas. Habría que crear una autoridad única, manejada por profesionales honestos y de alto nivel gerencial y técnico, con sentido creativo e imaginativo de la programación. Sin embargo, hace falta voluntad política para emprender gigantescas iniciativas ambientales para apoyar y motivar transformaciones sociales de gran alcance. La población actual y futura de Caracas estará por siempre agradecida. Caracas y el socialismo del siglo XXI merecen una obra así. Conjuntamente con los cien campos deportivos que hemos propuesto en otra ocasión, esta obra tendría un impacto colosal, nunca visto en ninguna otra ciudad.
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