Ultimas Noticias | Jueves 08 de Enero de 2009 | |
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El Sambil: una lección, un retoDe lo ocurrido con el Sambil de Caracas hay que extraer una gran lección para todos, ciudadanos, usuarios y Gobierno. No se trata tan sólo de los problemas éticos que se desprenden de su historia urbana: quién y cuándo otorgó los permisos, si hubo o no corrupción para su otorgamiento; si, en otras palabras, para que pudiera realizarse tamaño disparate hubo el tradicional "bajamiento" de la mula. No se trata tan sólo de las averiguaciones correspondientes a la legalidad administrativa en los cambios de uso, en la densidad de construcción o cosas por el estilo, por cierto muy importantes. No se trata tan sólo de las responsabilidades que tuvieron en ese tremendo insulto a la ciudad y visibilísimo desaguisado nuestros alcaldes bolivarianos Barreto y Bernal. El asunto está en que veamos en el Sambil en cuestión el ejemplo contundente de cómo en la cruda realidad se manejan los asuntos de la ciudad; de cómo a nuestras espaldas esto es, a espaldas de todos los ciudadanos de a pie la ciudad crece, se "desarrolla", aumenta su injusticia orgánica e institucional, se inflan todos los días sus problemas, el deterioro caótico de su calidad de vida, sin que en ningún momento sean oídas nuestras razones, las de todos sus habitantes, condenados a sufrir en carne propia, todos los días del año, los desastres que otros, con mucho poder, con el poder del dinero, nos obligan a tragar sin chistar. Así es como siempre ha sido y así, lamentablemente, es como sigue siendo. El destino de la ciudad no está todavía en manos de sus habitantes y de sus representantes, democráticamente electos para que respondan por los intereses de la mayoría. Démonos cuenta que ni siquiera en las grandes ciudades capitalistas del mundo desarrollado sería aceptado un fenómeno tan agresivo y arrollador como el de los centros comerciales, que se ubican por la libre donde más les conviene a sus dueños, sin que les importe un comino el destino de la ciudad en su conjunto. Ni en París o Londres serían aceptados. Es libre el acomodo de los intereses de los dueños de la tierra y del capital en todos los aspectos que tocan a la ciudad. Ésta se construye o se destruye según los intereses del capital, no según los intereses de la gran mayoría de sus habitantes. Éstos no son sino sus posibles consumistas, compradores en potencia; bajo ese lente es que somos vistos. Poco importa para la lógica inmobiliaria si los ciudadanos serán beneficiados en los términos reales y cotidianos de sus vidas. Nos llenamos la boca con palabras sagradas: "socialismo", "justicia social", "inclusión", y está muy bien que así se haga porque ellas corresponden a ideales que valen mucho y que durante siglos han sido desprestigiados o tergiversados. Pero no hemos logrado todavía ni siquiera tocar la realidad de esta ciudad capitalista, esta doble ciudad, la de los ricos y la de los pobres, donde reina tan campante el mecanismo destructor del interés inmobiliario. Ya es hora de que se pase de las palabras a los hechos. Ya es hora de que se monten otros mecanismos, los de los poderes institucionales y democráticos que estén en condiciones verdaderas de planificar las ciudades, de perseguir coherentemente, de acuerdo con las grandes líneas de la construcción del socialismo, la organización de una realidad urbana moderna, libre de las decisiones y las trabas que nos han impuesto eternamente los grandes intereses del capital parasitario. Ya es hora de que la revolución comience a tomar las riendas y a demostrar en la práctica qué significa preocuparse por los intereses de todos, en especial por los intereses de quienes nunca han sido dueños de nada y menos de la felicidad de vivir en una ciudad justa, hermosa y digna para todos. Es un reto al cual la revolución bolivariana debe dar una respuesta inmediata. Y puede hacerlo porque en las recientes elecciones, en la parte de Caracas, la Alcaldía de Libertador, que concentra las tres cuartas partes de la población de la ciudad, ha ganado un alcalde que reúne todas las condiciones para esperar de él una gestión inteligente, audaz y honesta; justamente lo que nos hacía falta. Ejemplos del subdesarrolloTodos los días, se ven con naturalidad hechos urbanos que hasta se llega a estar convencido de que son necesarios y parte de nuestra realidad. Son simples cotidianidades a las cuales nos acostumbramos y aceptamos como normal en nuestra forma y calidad de vida. Es insólito, pero así es. Son evidencias de la incapacidad e ineficiencia de administradores y tomadores de decisiones, pero nos resignamos a su existencia. Pero ¿a qué nos referimos? A pequeños detalles que demuestran con contundencia nuestra incapacidad. Veamos sólo algunos sencillos ejemplos. El primero, los "burros". Éstos son unos artificios físicos que tienen varios nombres, que van desde uno muy técnico (reductores de velocidad) hasta el del imaginario y humor popular (policías acostados); pero también quienes los identifican como absurdos, pero en el subconsciente, los llaman "muros". Los burócratas más ignorantes y desabridos los llaman "obstáculos en la vía". En fin, la carencia de criterios, de estrategias, para administrar el tráfico urbano e interurbano se llena con decisiones absurdas. Se colocan los burros en calles, avenidas, hasta en curvas, en sitios incomprensibles, en las carreteras nacionales. Así, se cree, se evitan accidentes, se protegen escuelas. Así se sustituye al patrullaje, la vigilancia, el mantenimiento del control del tráfico, etc. Ante la incapacidad y el desconocimiento, se decide el absurdo y la molestia colectiva sin resolver lo que se desea. Un segundo ejemplo, los contenedores de basura. Frente a la no recolección oportuna y constante de los desechos, se llenan primero los barrios, hoy hasta los sectores de ingresos altos de unos artefactos cada vez más sofisticados para depositar desechos. Ahora están planteando unos con dispositivos mecánicos para ubicarlos semienterrados. Por supuesto, los contenedores de basura, al no haber recolección, se convierten en estupendos muestrarios de la locura consumista y de la pésima gestión de alcaldes, gobernadores y ministerio responsable de la política en ese tema. Hay otro ejemplo: los operativos. Si carecemos de políticas, estrategias, planes, programas; de mantenimiento, constancia, supervisión, control, evaluación, entonces, los sustituimos por los operativos. Medidas coyunturales, provisionales, recurrentes, con efectos aparentes, pero siempre el problema por resolver subsiste o crece. Al inventar un operativo, nos engañamos hasta la próxima vez. Falta el ejemplo cumbre. La pequeñez política e intelectual se disimula con insólita audacia. Se coloca la cara del funcionario en vallas, patrullas, ambulancias, buses, etc. La imagen aparece en los bienes del colectivo para esconder la ineptitud estructural, abultada, de una gestión regional o municipal. Son nimios ejemplos, pero reveladores. El camino que seguimos es alentador, pero estos detalles indican grandes errores, profundas ausencias, peligrosas carencias. El avance político se medirá por el desarrollo cultural, en su acepción más amplia, de sus vanguardias y de su pueblo. Revisémonos.
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