domingo, 10 de marzo de 2013

AyB 109 - 01 Noviembre 2007

Ultimas Noticias | Jueves 01 de Noviembre de 2007


 
 
Henrique Hernández / Alejandro López /Juan Pedro Posani / Alfredo Roffé

acerasybrocales@gmail.com

Flores para Caracas


Si uno se pasea (es una hipótesis, como si eso fuera posible todavía) por las plazas y las avenidas de Caracas, descubre que la ciudad no goza del privilegio de adornarse con flores. Claro, la mugre, la basura... ¡cómo va a haber flores en las calles! Sin embargo, si se compara la situación con avenidas y plaza de ciudades de países hermanos, incluso mucho menos favorecidas por el destino petrolero (México, Bogotá, Lima, Quito, Buenos Aires, etc.), descubre con sorpresa flores y arbustos, vegetación cuidada y bien mantenida en todas ellas. ¿Vale la pena recordar la sensación de alegría y de bienestar, hasta de seguridad y futuro, que unas margaritas o unas rosas le producen al peatón? Pequeñeces, tal vez, pero cosas que al final pesan en el ambiente ciudadano. Y uno se pregunta entonces, con la mira puesta en las zonas verdes, bordes de aceras, redomas y centros de plazas, que a pesar de todo aún existen en Caracas, alguna vez diseñadas para permanecer adornando la ciudad, si para nuestros alcaldes es realmente tan difícil, costoso e imposible de prever presupuestariamente, unos cuantos jardineros destacados en los sitios estratégicos, pacientes y cuidadosos, sembrando, regando y podando, con la finalidad de que Caracas también pueda tener flores en sus avenidas y plazas.

¿Tan difícil será? La verdad es otra: la desidia, la indiferencia y la ignorancia nos siguen tragando la vida.

Hasta en estos detalles hace falta mucha revolución.

La Carlota y la comunidad

Caracas toda es la comunidad de La Carlota. No sólo los vecinos norte y sur, este y oeste, cercanos al aeropuerto, con vista directa sobre la pista.

Ellos, sin dudas. Pero la dimensión, ubicación y destino de La Carlota van mucho más allá de una relación de cercanía. La Carlota es demasiado importante, ocasión demasiado trascendental para toda la ciudad. Sus usos posibles afectan demasiado los intereses de vida de todos los habitantes de la ciudad capital. A Caracas toda entonces, a la opinión de todos sus habitantes, es que hay que tomar en cuenta.

Ello quedó demostrado en las reuniones convocadas por el Museo de Arquitectura, los dos jueves pasados, en la Galería de Arte Nacional. La totalidad de los numerosos participantes estuvo de acuerdo en un juicio unánime: la Carlota, convertida en un solo gran parque unido al del Este ya existente, es una extraordinaria oportunidad para incrementar significativamente la salud de la ciudad, el bienestar de todos sus habitantes. Demasiado importante como para dejar que planes aparentemente improvisados cercenen esa hermosa y generosa posibilidad.

La reacción de los asistentes fue sintomática: desde las ideas y posiciones políticas más a la derecha y conservadoras hasta las más radicales y a la izquierda, pasando por las opiniones de arquitectos y urbanistas bien conocidos y reconocidos, tanto de "salón" como de frente de batalla, todos, absolutamente todos, estuvieron de acuerdo en un consenso que promete virtudes cívicas insólitas en nuestro medio sobrecalentado por las tensiones políticas. Porque, como allí dijo un poeta, "el oxígeno es de todos". Ese consenso fue una prueba de que existe un acuerdo de base que en este caso va más allá de las posiciones y de los contrastes políticos. Lo que interesa es salvar a La Carlota de la improvisación y convertirla en un gran regalo para Caracas, como había prometido el presidente Chávez.

Este fue el contenido altamente democrático y participativo de la reunión convocada por el Musarq, quien no en balde se llama a sí mismo un museo para debatir. Y debatir con la comunidad, pacíficamente, democráticamente, inteligentemente, es lo que debemos aprender todos, estemos adentro o afuera, cerca o lejos del poder.

Las conclusiones quedaron clarísimas: uno, estamos todos de acuerdo en salvar a La Carlota. Dos, procedamos ahora, como comunidad urbana total, a poner en juego los recursos que nos da la Constitución.

Y este es el reto ciudadano que ahora se nos abre, porque en este debate que se generó por La Carlota es donde se va a demostrar la calidad democrática del país que estamos construyendo.

La ciudad tiene derecho a recuperar lo abandonado

Todos los pueblos y todas las pequeñas ciudades del país están sembrados de muros sin techos. Paredes sin terminar, ventanas que son huecos abiertos en espera de que en algún momento en el futuro, alguien los llene con vidrios y rejas. Pero siempre, en todas partes, casas destechadas, testimonios de intentos, de promesas de adelantos, de apuestas a que el futuro será mejor.

En todas partes se comienza, se toma posesión de un lugar y de un espacio, de un pedazo de tierra. Se asegura por el momento algo que vendrá.

Todo un pueblo que intenta.

Trabajos de hormigas. Perseverancia, pero también atrevimiento a comenzar algo.

Proyectos de vida que alguna vez se terminarán de cumplir.

Algún día aparecerán los techos. O tal vez nunca. Y el gamelote cubrirá los bloques de cemento sin techos. Quedará la intención.

En los pueblos, eso es común. Y únicamente la marea del bienestar que sube lentamente podrá dar cuenta de ese fenómeno.

En las grandes ciudades, es diferente. Allí son grandes las construcciones empezadas y abandonadas. Propiedad de bancos y de empresas poderosas, gigantescos edificios, modernos, aluminio, concreto armado y acero, las cabillas como arañas oxidadas, los vidrios rotos, todos ennegrecidos por la lluvia, resecos por el sol. Su construcción interrumpida por razones desconocidas, pero seguramente ligadas a los enredos indescifrables del mundo de los abogados, de los encierros fraudulentos, de oscuros litigios interminables, son testigos de ese capitalismo estúpido, irracional, subdesarrollado, que estamos heredando.

Con esas torres abandonadas, sin utilizar y ocupando espacios privilegiados de la ciudad, con millones invertidos, con estructuras fácilmente recuperables, tomemos decisiones radicales: expropiarlas legalmente, ocuparlas y usarlas para el bien urbano común.

Tanta irracionalidad es insoportable. Ir hacia el socialismo es también ocuparse de ello. Las autoridades municipales, los consejos comunales ¿no tienen nada que decir? ¿No tienen nada que ver con eso?



© Copyright 2007.
Cadena Capriles C.A.
Todos los Derechos Reservados





No hay comentarios:

Publicar un comentario