domingo, 31 de marzo de 2013

AyB 179 - 02 Abril 2009

Ultimas Noticias | Jueves 02 de Abril de 2009


Henrique Hernández Alejandro López Alfredo Roffé
acerasybrocales@gmail.com

¿Barcelona es un modelo?

Barcelona de España es una ciudad cuyas autoridades, conjuntamente con las mal llamadas "fuerzas vivas", han logrado en las últimas décadas erigirla en un modelo urbano digno de envidia universal. Buen urbanismo renovador, buenos servicios públicos, modernidad a todo volumen, rescate del frente marítimo y de las zonas decaídas, excelente nueva arquitectura pública, admirable desarrollo de la infraestructura, protección cuidadosa y puesta en valor del patrimonio; todo esto se ha confirmado en una creciente intensidad de vida cultural y en una fuerte actividad de servicio y de turismo internacional.

Aquí también, en Venezuela y en tantos otros lugares, se señala a Barcelona como ejemplo a seguir. Aprender de Barcelona y de sus autoridades iluminadas, de sus planes urbanos sensatos y cargados de dosis de civilización progresista, es un reclamo que se escucha constantemente.

En verdad, Barcelona embelesa y encanta al visitante que viene del infierno del subdesarrollo. ¿Qué más puede pedir uno? Seguridad casi absoluta, limpieza total, servicios públicos altamente eficientes, crecimiento económico paralelo al crecimiento de instituciones responsables, inversionistas compitiendo por agregar valores a los ya abundantes de la ciudad; el panorama barcelonés en lo urbano, en lo económico, en lo democrático y en lo político no podría ser más atractivo.

Barcelona, modelo a seguir, pues. Sin embargo, si uno se detiene a escuchar y a revisar lo que hay detrás de tanta belleza, las cosas comienzan a presentar grietas, aparecen lunares inesperados y a ponerse en duda la posibilidad de considerar en términos de imitación y repetición el "modelo Barcelona". En primer lugar, no hay tal modelo: el caso Barcelona es único e irrepetible. Es el resultado de una historia que arranca de la arqueología, se asienta con las colonias romanas y sigue, sigue por siglos y siglos hasta hoy, empastada con la sangre, sudor y lágrimas de luchas encarnizadas, internas y externas, por lograr, como en efecto sus habitantes han logrado, una de las ciudades más encantadoras, vivas y atractivas del mundo.

En segundo lugar, el urbanismo barcelonés, pretendidamente dedicado a la actualización de un "modelo denso, compacto y dinámico", ya comienza a patinar. La exclusión de los menos favorecidos económicamente es evidente, especialmente en los sectores como el famoso "Distrito 22@", en los cuales se disfraza la entrega al capital especulador con la opción del rescate urbano. La propiedad pública del suelo, en lugar de ser dedicada a la infraestructura, es vendida a los inversionistas para que florezcan los negocios dedicados a un turismo cada vez más masivo, invasivo y agobiante. El rostro tremendamente atractivo de la ciudad, con su tradicional parquedad catalana, sus tradiciones estéticas y gastronómicas, y su dignidad viva y serena de pueblo trabajador, está siendo invadida y canjeada por un espíritu crecientemente maiamero. En ello no poca responsabilidad les toca a los arquitectos "estrellas", quienes intentan repetir mecánicamente el "efecto Bilbao".

En tercer lugar, entre una realidad urbana como la de Barcelona y la nuestra, pongamos por ejemplo la de Caracas, corren kilómetros de diferencias abismales; el simple hecho de que la mitad de los caraqueños viven en ranchos constituye una diferencia insalvable.

En síntesis, mientras no resolvamos el problema de la pobreza y la exclusión, no tiene el menor sentido hablar aquí del "modelo Barcelona" o de cualquier otro modelo del llamado mundo desarrollado, así de simple y contundente. Y esto es bueno recordárselo a nuestros urbanistas y arquitectos que están llamados en la academia o en las instituciones a reflexionar y a actuar sobre nuestra realidad. Una vez más, la imitación no sirve; lo que hace falta es inventar.



Es importante

que el Mopvi revise las actuales líneas de gestión en urbanismo y vivienda. Que se analice los impactos, en los últimos siete años, de la construcción de viviendas en la demanda de techo, en la economía, en el empleo, en desarrollo urbano; que se estudie qué pasaría en esos campos si se impulsara un audaz y masivo programa de urbanización de tierras, si se promoviera la industrialización de la vivienda popular mediante pequeñas unidades productivas, si se creara un sistema nacional de asistencia técnica y financiera para la producción y construcción de viviendas.

Qué conveniente sería que se estudiara el sector en profundidad y a corto plazo.

¿Será posible que se rectifique y se explore otras opciones?


Encomiable programa

de rehabilitación urbana en los bloques de Lomas de Urdaneta en Catia por la Alcaldía de Libertador. Desde 1999 se creó un programa del antiguo Conavi con ese fin, pero se interrumpió o se realiza intermitentemente.

Hace falta revisar esa experiencia. Desde sus inicios se ha sugerido que, al ejecutar esa rehabilitación, se debe acompañar con tres acciones fundamentales: traspasar a los residentes la propiedad de las áreas comunes (estacionamientos, parques, locales, caminerías, áreas libres en general); en segundo lugar, ejecutar todas las obras mayores y costosas (ascensores, por ejemplo) y tercero, apoyar la organización vecinal para que asuma la administración y mantenimiento de sus residencias. Era política, desde el Banco Obrero (BO), vender la vivienda y el Estado conservaba la administración y cuido de las áreas comunes. Esto es inoperante y costoso y es la comunidad que debe asumir esa responsabilidad. Es necesario que el Estado se deslastre de funciones que deben y pueden asumir sus propietarios. Y las comunidades deben identificarse con sus ámbitos residenciales, cumpliendo así
con la necesaria corresponsabilidad. No más dádivas públicas ni más "papá Estado".


Una piedrita en el zapato

La sección Superbarrio, que dirige la periodista Olga M. Navas en este matutino, expresa casi a diario la voz, las quejas, las necesidades, las frustraciones y hasta las esperanzas y agradecimientos de amplios sectores populares. Desde afuera vemos con preocupación la insatisfacción de tantos requerimientos para gozar de un mínimo de calidad de vida en muchos sectores de la ciudad. A pesar de los esfuerzos y recursos, pareciera que nunca se cumplen unas metas aceptables en cantidad de atendidos y en calidad de los servicios o programas públicos, y Superbarrio lo "machaca". A los funcionarios burócratas les debe molestar muchísimo. Sugerimos tomar muy en serio esa sección porque podría suministrar un eficaz medio para evaluar la política pública y sus alcances cuantitativos y cualitativos.
Más que quejarse de ella, se debería acompañar a Superbarrio en sus recorridos y compartir la dura realidad de tantos y tantos sitios.

Así quizás sería más eficiente el complejo proceso de aplicar programas, recibir y responder denuncias, revisar resultados, rectificar, aclarar responsabilidades, fijar plazos, etc.



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