miércoles, 27 de marzo de 2013

AyB 153 - 18 Septiembre 2008

Ultimas Noticias | Jueves 18 de Septiembre de 2008


 
Henrique Hernández Alejandro López Alfredo Roffé
acerasybrocales@gmail.com

Abrir los ojos sobre los hechos

El futuro urbano postpetrolero (para la nación esto es mañana) exige previsión y audaces políticas integrales

Una simple concatenación de hechos. La economía de Venezuela depende todavía integralmente de los depósitos de hidrocarburos que tenemos en el subsuelo. Esas reservas se dividen en petróleo liviano y petróleo pesado y extrapesado.

El costo y la inversión energética para extraer el petróleo pesado y extrapesado son mucho más altos que en el caso del liviano, cuya cantidad, por otra parte, es mucho menor proporcionalmente.

Hasta aquí hechos conocidos.

Esta es la parte mejor, en un mundo que vive en total dependencia de la energía derivada del petróleo. Todo está ligado al petróleo, producción industrial, tecnología, agricultura, y sobre todo transporte. Piensen por un momento lo que sería de la enorme flota mundial de aviones civiles y militares sin gasolina para sus motores (y eso es lo que va a ocurrir cuando el petróleo se acabe).

Viene ahora la parte peor. El petróleo barato se está agotando. En un proceso dramático de gigantescas consecuencias, las reservas existentes se están acabando, y las que posiblemente todavía aparezcan como resultado de nuevas búsquedas también se van a acabar. ¿Cuánto tiempo nos queda? Eso está en discusión, pero probablemente pocas decenas de años. El hecho es que, apartando lo anecdótico, la creciente escasez causa el creciente precio del petróleo y sus derivados.

Que el petróleo se está agotando mundialmente no es tan evidente y conocido -aunque se trata de un asunto absolutamente científico y comprobable- porque nadie está interesado en plantearlo abiertamente.

Gigantescos intereses económicos y políticos lo mantienen fuera del debate público. Declarar que Venezuela tiene petróleo para doscientos años tiene sentido en el juego intrincado de la política internacional, pero no se corresponde con la realidad económica, que consiste más en la dureza de los precios que pura y simplemente en las existencias geológicas.

En el horizonte cierto de un mundo que se está acercando al agotamiento de la energía producida por los hidrocarburos y que por lo tanto debe desesperadamente hallar pronto sistemas energéticos alternativos equivalentes (que no existen), ¿cómo Venezuela debe plantearse la gerencia de los recursos que nos dio la madre naturaleza? Alrededor de esta pregunta y sus respuestas deberían discutirse las políticas de desarrollo para seguir existiendo como país.

Este es el verdadero meollo de la diatriba política, o por lo menos debería serlo, si la oposición fuese suficientemente racional.

Dicho esto, se impone la revisión de lo que estamos haciendo con los abundantes recursos derivados de la venta de nuestro petróleo. Y en especial de los temas de los sistemas de transporte y de la organización de las ciudades y existentes y de las que estamos programando o construyendo. Las ciudades, sus viviendas, sus centros de trabajo, de servicios y de producción, así como sus sistemas de comunicación, son el área en la cual se manifiestan y se hacen evidentes todos los defectos del sistema actual de uso de la energía. Porque de eso estamos hablando: de energía, de donde ésta proviene y de cómo la usamos para mantener y desarrollar nuestras actuales formas y hábitos de vida (¿Tiene sentido, por ejemplo, insistir y aupar la producción y venta de vehículos particulares, en lugar de invertir la bonanza actual en un excelente sistema de transporte público? ¿Qué nuevos modelos de carros, más pequeños, ahorradores y más ajustados a nuestro clima, deberíamos diseñar y producir? ¿Cómo hacer, en síntesis, para que la ciudad sea "peatonal"?).

Las densidades, tecnología constructiva, mezcla de usos, y formas de comunicación y transporte, son los ejes dentro de los cuales hay que replantear con urgencia la planificación urbana, tanto de lo existente así como de lo nuevo.

Transformar las ciudades existentes en unidades a escala humana de vivienda, trabajo y educación, y construir las nuevas como modelos urbanos para la civilización futura postpetrolera, son tareas absolutamente prioritarias y determinantes.

Es una exigencia que no debe ser desatendida ni postergada por los ministerios y las entidades públicas correspondientes. De que ello se estudie correcta e inteligentemente, con la visión puesta en el futuro próximo y en el problema de la energía y de su uso urbano, depende nuestra existencia futura como ciudadanos.

Que lo esencial no se pierda en lo inmediato.

Una lectora opina sobre esta página


"Sobre las cunetas" Por María Centeno.

Publicado en www.aporrea.org el 15/09/08


"El ministro y arquitecto Farruco Sesto ha publicado un artículo particularmente injusto en contra de los autores de la columna Aceras y Brocales.

Especialmente injusto cuando comienza acusándolos de soberbios. Los autores de la citada columna son connotados profesionales de la arquitectura, respetados profesores de la Facultad de Arquitectura de la UCV, con una vasta experiencia docente y muchos logros profesionales, y sin embargo jamás han hecho alarde de todo ello en su columna, por el contrario, exhiben una ejemplar modestia y una notable inapetencia por protagonismos, pantallas o prebendas.

Los artículos que han aparecido en esa columna generalmente son ejemplo de crítica valiente y constructiva, siempre progresista, siempre del lado de la revolución, eso sí, sin obsecuencias ni obediencias automáticas.

El ministro en su artículo que titula con ironía Aceras, Brocales y Cunetas, tilda a los autores de irresponsables y de piratería en la crítica. Los acusa de generalizar y no decir nada nuevo. Quienes hemos seguido esa columna sabemos que las críticas son siempre puntuales y concretas, y aunque no siempre hemos estado de acuerdo, la mayoría de las veces proponen soluciones realistas y de sentido común.

Nos preocupa la piel sensible del ministro Sesto. Responder a las críticas con acusaciones de oposicionismo es una vieja práctica del estalinismo. El ministro no refuta una idea concreta, no asoma un argumento; se limita a defenderse, él sí, con uñas y dientes, y a decir que él trabaja con modestia con una dirección estratégica.

Dime de qué te ufanas y te diré de qué careces.

La crítica y la autocrítica en una revolución son fundamentales para no repetir errores ni perpetuar vicios. Sin revisión ni autocrítica no hay la posibilidad de avanzar en el socialismo y la construcción de la sociedad justa, solidaria y feliz a la que aspiramos".



 

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