martes, 12 de marzo de 2013

AyB 118 - 10 Enero 2008

Ultimas Noticias | Jueves 10 de Enero de 2008


Henrique Hernández / Alejandro López /Juan Pedro Posani / Alfredo Roffé

acerasybrocales@gmail.com

Las 3R en vivienda

Revisión. Si se responde certeramente a preguntas como las siguientes, quizás se logre entender cuál es el problema de la vivienda: ¿Por qué ha fracasado la gestión en vivienda en los últimos 9 años y en los 34 anteriores? ¿Cuál fue el enfoque en vivienda en esos años? ¿Cómo es la organización pública para afrontar la vivienda? ¿Qué tiene que ver la vivienda con la ciudad y las fuentes de empleo? ¿Y con el desarrollo industrial y tecnológico? ¿Cuál es el rol, competencias y capacidades de los gobiernos nacional, estadal y municipal? ¿Cuáles son las potencialidades de las comunidades para producir, construir y mantener la vivienda? Para construir 150 mil viviendas al año se requiere un cambio radical de enfoque y organización.

Rectificación. Sólo es posible realizar cambios si se comprende el problema, se analiza con rigurosa y descarnada actitud lo que se hizo y, especialmente, reconocer con valentía que la política aplicada hasta hoy es un fiasco. Porque se incumplen metas ofrecidas (150 mil viviendas/año), se ha desatendido con ineficiencia, cualitativa y cuantitativa, a barrios y damnificados; cada vez hay más protestas, más invasiones, más insatisfacción y frustración. Hay que rectificar mucho: el enfoque público del asunto vivienda-ciudad-empleo, la visión simplista de la complejidad de procesos que intervienen en vivienda y desarrollo urbano, el rol ductor del Gobierno y, sobre todo, entender que la vivienda es una etapa casi final de un complejo proceso, en el cual la tierra y su habilitación son claves para orientar el crecimiento y desarrollo de las ciudades e indispensable para construir la vivienda. He allí uno de los aspectos críticos a rectificar: política y estrategias sobre tierra urbanizable.

Reimpulso. De una vez se pueden activar algunas iniciativas para reimpulsar la gestión pública. Por ejemplo, identificar tierra apta para urbanizar en ciudades prioritarias, conciliarla con los planes de ordenación urbana existentes y habilitar grandes lotes con vialidad, servicios y centros educativos, de salud, recreación, abastecimiento, etc, y asistir técnica y financieramente a comunidades y privados para construir las viviendas. Estimular y apoyar el mejoramiento tecnológico y productivo de la industria de materiales y componentes de la vivienda popular. Organizar con los damnificados un plan viable y consensuado para que construyan sus viviendas con recursos propios y apoyo público en las tierras habilitadas en las grandes ciudades. Priorizar en los barrios las obras de infraestructura y apoyar a la comunidad en ampliar y mejorar sus viviendas.

Finalmente, sólo habilitar tierra, tarea prioritaria e inmediata, permitiría que más familias se incorporen con sus capacidades y recursos para construir sus viviendas. Se iniciaría un esperanzador proceso compartido entre funcionarios, profesionales y gentes, redundando en corto plazo en un cambio sin precedentes en Venezuela. La cuestión vivienda es muy seria para estar sólo en manos de funcionarios.

Es preciso entenderla como responsabilidad de todos, si no, la gente seguirá invadiendo y construyendo donde y como sea, y el Gobierno prometiendo e incumpliendo lo que sea y como sea.

 
 
 

Parece increíble (1 de 3)

Parece increíble, pero es enteramente cierto. En un país como el nuestro, sentados como estamos sobre el mayor depósito de petróleo del mundo, debatir, digamos en familia, qué va a ocurrir cuando ese depósito se acabe, no es asunto que nos quita el sueño. Por lo menos eso es lo que parece. Más importante es cuánto se robó tal ministro, de quién es la Hummer que nos pasó en la autopista, o cuántos damnificados hubo este año. Cosas importantes sin duda, pero es que el destino del país, esto es, de todos nosotros, en los próximos diez, veinte o treinta años, sin lanzarnos demasiado lejos, debería serlo un poco más.

Pues bien -para volver con la terquedad que merece el tema pues estamos convencidos de ello- lo que pasa es que alrededor del fin del petróleo se teje un extraño silencio. Hace un tiempo, en televisión, el compañero Presidente nos enseñó un libro, con ese título precisamente, El fin del petróleo, dijo que era interesante y prometió que lo iba a leer.

Excelente política, didáctica popular de largo alcance. Pocos dirigentes (o ninguno que se sepa) en Venezuela le dicen a la gente lo que están leyendo.

(Debe ser una nueva estratagema de los dictadores en ciernes.) En realidad sería conveniente que todo el mundo lo leyera. Y junto con él, los centenares de otros libros que desde por lo menos los años setenta del siglo pasado se han publicado sobre el tema del pronto agotamiento del principal recurso energético de este mundo y de sus consecuencias.

Esta indispensable premisa es para tratar de convencer a nuestros queridos lectores de que real y seriamente, cuando repetimos lo del próximo fin de la era del petróleo, estamos hablando de un asunto total y dramáticamente verdadero. La ciencia y la tecnología están allí confirmándolo desde hace años.

Que de ello no se ocupen los magníficos medios de comunicación de masas que nos incitan todas las mañanas a que corramos al más próximo centro comercial a adquirir un montón de cosas maravillosas sin las cuales no podríamos vivir, no quiere decir que el petróleo va a durar para siempre. No, desde los años 2006-8 ya no hay más yacimientos de petróleo realmente importantes que succionar y quemar. Punto.

Y no hablemos por el momento de las famosas energías alternativas, que ese es otro grave problema.

¿Qué significa todo esto para el país? ¿Cómo vamos a utilizar racionalmente y a defender esta gran cantidad de recursos energéticos que la naturaleza nos ha regalado, en un mundo peligrosamente ávido de petróleo, que le resulta barato hasta si le sale a 100 dólares el barril? Esto por un lado, pero por otro -y aquí vamos a lo que a esta página más le duele y concierne- si, como lo advierten científicos y especialistas, la economía globalizada va a tener que ser sustituida por una economía localizada, y si se trata de reorganizar el territorio, y por lo tanto de ubicar estratégicamente producción industrial, producción agrícola, urbanización y sistemas de transporte y comunicación, ¿dónde y cómo vamos a diseñar las nuevas ciudades, los nuevos asentamientos y a reorganizar las ciudades existentes para una situación históricamente inmediata en la cual la relación endógena autosustentable pase a ser la estructura vital del país? De seguro que el nuevo ministro de Planificación debe estar perfectamente enterado de esta problemática. ¿Podríamos pedirle que nos aclarara públicamente, como corresponde en un medio altamente democrático, cuáles medidas en términos de planificación se están tomando o previendo para enfrentar una situación que a mediano plazo va a incidir profundamente en la realidad social y económica venezolana? Pero como este es un asunto demasiado grave para despacharlo en una sola entrega, en las próximas semanas lo seguiremos debatiendo.
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