domingo, 31 de marzo de 2013

AyB 169 - 22 Enero 2009

Ultimas Noticias | Jueves 22 de Enero de 2009


Henrique Hernández Alejandro López Alfredo Roffé
acerasybrocales@gmail.com

Problemas


Se supone que el proceso de transición al socialismo, como proyecto político, implica la planificación del territorio, afinando su organización, usos y destino dentro de una visión orgánica de su funcionamiento, atendiendo de manera coordinada a los planes de desarrollo, ensamblados con un claro sentido democrático y de justicia social.

Dentro de ese proceso, la planificación urbana tiene un valor y peso relevantes.

Nadie puede sostener que la (des)organización de las ciudades puede proceder según los grandes intereses inmobiliarios, a contrapelo e independientemente de los planes generales de desarrollo del país.

Así pues se impone como una decisión inmediata la preparación y el diseño de todos los planes de zonificación, densidades y usos de todas las poblaciones urbanas del país, grandes y pequeñas. Ello implica, por supuesto, la revisión y actualización de los existentes y la creación de los nuevos.

En el caso de Caracas, se plantea el problema de quién o de qué institución estaría encargada de levantar el plan correspondiente. En términos estrictamente formales, se supone que a la Alcaldía Metropolitana debería corresponderle la tarea.

Pero las últimas elecciones sabemos que le entregaron el poder a una oposición reaccionaria y obsesiva cuyos intereses reales y objetivos no coinciden con una visión progresista de la planificación. Ya con ello se abre la disyuntiva de si se confía, desde las posiciones institucionales de la Alcaldía Libertador, en unos restos de sentido democrático y modernizador que pudieran subsistir en algunos miembros del equipo de Ledezma -y, por lo tanto, establecer algún tipo de diálogo de concertación conjunta­ o atendiendo a una realidad menos inocente, proceder por un camino más autónomo pero que tome en cuenta, desde luego, la integridad de las relaciones complejas que se conforman en una ciudad como Caracas.

Es oportuno advertir que los próximos enfrentamientos electorales se decidirán sobre todo a partir de los resultados concretos en los ámbitos de los problemas urbanos visibles y tangibles, cercanos a la vida de todos los días. El electorado de todos los colores, con toda razón quiere ver resueltos los asuntos que le tocan más directamente, menos ligados a la política con p mayúscula y más a la calidad de vida "doméstica", y que lo afectan de manera inmediata: abastecimiento, seguridad, tránsito, basura, energía y agua. La eficiencia con la cual las nuevas autoridades gerencien la vida de la ciudad, va a ser el medidor político, y va a ser en estos temas, no hay que engañarse, donde la oposición va a jugar muchas de sus cartas.

Este es el tipo de problemas que se plantea de inmediato y que habrá que resolver inteligentemente, sin olvidar ni por un momento que el asunto urbano está que arde y que Caracas no aguanta más demoras.

Otros problemas, de naturaleza más metodológica, esperan solución. Hay quien sostiene que en el marco de una condición típicamente caótica y en ausencia de decisiones institucionales coordinadas a un nivel más alto, lo que más conviene es construir de inmediato hechos visibles, crear situaciones de facto positivas y optimistas, al calor del sentido común, aunque ellas resulten aisladas. En otras palabras, un buen edificio, útil y necesario, hoy, es mejor que una excelente planificación pasado mañana. Como resultado del rechazo a los escasos resultados de la planificación abstracta, excesivamente teórica, desde hace unos cuantos años se insiste en que lo que debe hacerse ­y Medellín muestra el camino ­ son obras, edificios, plazas, espacios públicos, que sean capaces, como efectos especiales, de sacudir y estremecer el ambiente.

Opciones diferentes, como se ve. Que sin embargo no deberían ser necesariamente opuestas, si se trabaja con talento y responsabilidad. Problemas urgentes y preguntas abiertas.

Falta todavía la discusión sensata y responsable.


Presidente, ¡así no!


Los dirigentes políticos también tienen su estilo personal: cierta forma de actuar y, cuando son auténticos, de interpretar y traducir las emociones y los deseos de la gente.

El Presidente de la República tiene el suyo. Y bien marcado. A veces disentimos, a veces pensamos que ciertas cosas podrían decirse de otro modo. Pero, en conjunto, nadie puede negar el extraordinario estilo con el cual se ha impuesto en el mundo. Pero el estilo no es sólo eso, formas del discurso. Es también, y sobre todo, ideas que derivan de una visión del mundo y que, por consiguiente, definen a las tomas de decisiones y el trato político.

En el estilo del presidente Chávez ha sido determinante la manera cómo ha conformado su equipo y cómo ha seleccionado sus colaboradores. En los últimos diez años, varios han sido los errores de escogencia. Algunos muy graves.

Basta recordar al caso increíble de Miquilena. Y hay otros, igualmente perjudiciales para el proceso revolucionario.

No se disponen de todos los elementos necesarios para un juicio cabal, tantos factores que pueden haber favorecido, en un momento determinado, a una persona en lugar de otra. A pesar de ello, el caso citado demuestra irrevocablemente un error de selección. Una equivocación que le hizo un grave daño a la revolución. Una equivocación que, por lo tanto, también puede repetirse.

Así pues, nos creemos en el derecho político de señalar que no es posible seguir en un enroque constante, como piezas de ajedrez en el tablero nacional, un alternar de aquí para allá y de allá para acá, siempre los mismos actores políticos, como si fuesen intercambiables, hoy ministro de hacienda, mañana de vivienda, pasado mañana, de sanidad...

Así no, Presidente Chávez, así no funciona. Ese no puede ser el método. Pero así, sobre todo, no recoge las críticas de los ciudadanos, no interpreta correctamente la situación y no endereza el barco por la ruta correcta. Los más recientes cambios de gabinete aciertan en algunos casos y en otros, no tienen explicación. Así ocurre con el exgobernador Diosdado Cabello, quien arrastra un mito negativo extremadamente pesado, o también en el de otros casos.

Así pues, Presidente, comprenda nuestra preocupación.

La estamos expresando con nuestro personal, absoluto convencimiento y con el respaldo de la opinión de tantos lectores que nos escriben. Pero no sólo ello. Si Ud. revisa lo que se dice en las páginas de izquierda de Internet, verá confirmado que hay un clamor, un reclamo popular desde abajo, de que así no, de que así no sirve. Por otra parte, para mayor abundancia de pruebas, ahí están los resultados de las elecciones. Allí claramente se indica a quién hay que cambiar y a quién hay que ratificar. Algunos de los cambios que Ud. ha realizado no mejoran en absoluto la situación. Con todo respeto, le dejamos esta reflexión que se origina en el deseo de que tengamos éxito y no fracasos. Ojalá le parezca digna de análisis.


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